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  • 'La hija del fotógrafo', de Claudia Duclaud.

    HarperCollins/Cortesía/TNS

    'La hija del fotógrafo', de Claudia Duclaud.

  • La escritora mexicana Claudia Duclaud, autora de 'La hija del...

    Chris Esqueda/Cortesía/TNS

    La escritora mexicana Claudia Duclaud, autora de 'La hija del fotógrafo'.

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Se dice que Claudia Duclaud nació un año bisiesto en la ciudad de los lagos y los volcanes, dentro de una familia de fotógrafos. Es abogada por amor a las normas y a las cantinas y escritora por adicción a jalarle la cola al tigre; lectora desesperada en búsqueda de ese libro del que ya no conseguirá volver.

“La hija del fotógrafo” (HarperCollins México, 2021) es su ópera prima, novela en la que Duclaud logra captar la vida de distintas mujeres que se verán reflejadas en la trama. Una historia emocional que retrata los laberintos amorosos de nuestro tiempo. Un libro entretenido como pocos, con toques de humor negro sobre la sociedad moderna.

Dialogué con Claudia Duclaud acerca de la fotografía, la evolución del feminismo, la autoficción, el concepto de novela y el humor, pero sobre todo, de “La hija del fotógrafo”.

Como escribió Susan Sontag en su libro ‘Sobre la fotografía’ (1977), ¿fotografiar es apropiarse de lo fotografiado?

Pienso que la fotografía, al igual que la literatura, tiene entre sus funciones y sus posibilidades la de detener el tiempo. Nos permite congelar un instante para apropiarnos de él.

Ya lo pedía Goethe incluso antes de que la fotografía existiera: “Detente, instante, eres tan bello”, y como la memoria suele ser inconsistente, está el artista: pintor, escultor, poeta o fotógrafo, que captura una escena y eterniza lo efímero.

¿Crees que la fotografía, que tiene tantos usos narcisistas, también sea un instrumento para despersonalizar nuestra relación con el mundo, y que ambos usos sean complementarios?

Nunca me lo había planteado de esa manera. Yo siempre he visto a la fotografía, este modus vivendi de mi familia, como una forma de relacionarnos con el mundo y mostrar la mirada particular que tenemos de éste. El fotógrafo tiene cierta posibilidad para elegir desde qué ángulo muestra las cosas y, al hacerlo, le imprime algo de sí mismo, su sello personal; agazapado detrás la lente, el fotógrafo está al acecho del instante que le interesa congelar y exhibir para el observador.

La escritora mexicana Claudia Duclaud, autora de 'La hija del fotógrafo'.
La escritora mexicana Claudia Duclaud, autora de ‘La hija del fotógrafo’.

En cuanto a su uso narcisista, pienso que muy probablemente ése debió ser el objetivo original de la fotografía y de su antecesor: el daguerrotipo. ¿Quién podría resistirse a la posibilidad de ver la propia imagen plasmada en un papel y dejarla ahí para la posteridad, para que los demás puedan seguir viéndonos, incluso, cuando hayamos muerto?

¿Cómo decidiste plasmar en una novela la evolución del feminismo, a través de la hija de una familia de fotógrafos, en la que predominan las mujeres, y que además, es una digna representante de la Generación X?

Dice Margaret Atwood que “cuando uno está a la mitad de escribir una novela o un cuento, aquello no es para nada ni novela ni cuento, sino sólo confusión, ceguera, un aullido a oscuras, un desparramo de astillas y vidrios”, y es mucho después que se transforma en algo parecido a una novela o cuento. Justo eso fue lo que me ocurrió con “La hija del fotógrafo”, la escribí sin saber que iba a ser una novela, mucho menos que se iba a publicar alguna vez, y menos todavía que iba a conseguir conectar con los lectores de la forma en que lo ha hecho o que se le iba a hallar un mensaje o una reflexión sobre el machismo y el feminismo.

La comencé a escribir con la única aspiración de platicar —a mis hijos y a mí misma— mi forma de mirar la vida, mi manera de transitar por el mundo, pero en ese intento de entenderme y ponerlo en palabras, se fue haciendo necesario explicar y entender también a la familia de la que soy parte, que, como señalas, es una familia en la que predominan las mujeres y con un fotógrafo encabezándola; y así, de pronto, me encontré escribiendo una suerte de autobiografía familiar con el inconveniente de que había muchos episodios de nuestra historia que yo desconocía, pasajes de esa trama familiar que nadie conseguía explicarme y entonces, no tuve más remedio que recurrir a la ficción. Comencé a inventar para llenar esos huecos o vacíos en la trama y descubrí que era un ejercicio fascinante: condimentar a mi antojo, subir y bajar la intensidad o retorcer la realidad para contar la historia de la manera tan feliz o tan dramática como me diera la gana. Fue así que, sin proponérmelo —o al menos no de modo consciente—, estaba narrando no sólo la evolución del feminismo, como señalas, sino la evolución de la fotografía y todos los cambios sociales y de pensamiento a lo largo del siglo XX, todo ello platicado por Julia que, efectivamente, pertenece a la Generación X.

¿Cuáles fueron las complicaciones que se te atravesaron en el camino para forjar tu propia historia como novelista, en el seno de una familia de fotógrafos?

Antes que complicaciones, lo que recibí en el seno de esta familia de fotógrafos fue impulso, motivación y herramientas: mis papás (ambos son fotógrafos, lo mismo que mis abuelos y muchos de mis tíos y tías) siempre tuvieron la precaución de dejar muchos libros a mi alcance. Llenaban los libreros de casa de enciclopedias y de cuanto libro podían, así que me volví lectora desde muy pequeña, incluso antes de aprender a leer me encantaba hojear los libros, ver las imágenes; me preguntaba qué dirían todas esas letras e intuía que había historias maravillosas esperándome dentro de cada tomo.

'La hija del fotógrafo', de Claudia Duclaud.
‘La hija del fotógrafo’, de Claudia Duclaud.

Por otra parte, mi crianza estuvo a cargo no sólo de mis padres, sino que también recibí mucha influencia de mi abuela, mi bisabuela, mis muchísimas tías de todas las edades, así que me descubrí siendo una especie de collage en el que podía identificar rasgos de personalidad y actitudes de todos ellos. De cada uno, para bien o para mal, recibí inspiración y me pareció interesante desenmarañarme para comprenderme. Al mismo tiempo, quise hacer un homenaje a esa peculiar manera de ser y de educar que tenemos las familias mexicanas.

¿’La Hija del Fotógrafo’ es una novela completamente autobiográfica?

No. Mis vivencias y las de mi familia son solamente un punto de partida. A veces me topaba con que la vida real se tornaba aburrida y había que ponerle emoción; así que recordaba alguna anécdota o episodio y en torno a eso me ponía a inventar, resultó ser un experimento de lo más divertido y catártico. También descubrí que puedo usar mi pluma para ajusticiar: castigar al malo, reivindicar a la víctima o ignorar del todo al que me cayera mal.

¿Cuál es tu concepto de novela, el mapa es el territorio?, ¿estamos escribiendo todo el tiempo acerca de nosotros mismos?

Me gusta la novela porque se parece a la estructura de mi propio pensamiento: me cuesta mucho trabajo ser breve y concisa, si lo fuera, sería cuentista, pero yo más bien soy muy rollera y la novela te permite explorar por aquí y por allá, adentrarte en los pormenores tanto como quieras, dar rodeos, hacer digresiones; quien me conoce sabe lo difícil que me resulta ir al grano. Cuando platico disfruto poner en contexto, mucho contexto, meterle emoción, efectos especiales, y creo que todo eso se nota también en la manera en que escribo.

No sé si todo el tiempo estamos escribiendo de nosotros mismos, a veces nos adueñamos de historias ajenas y las podemos sentir y platicar con tanta emoción e intensidad que hasta pareciera que nos ocurrieron en carne propia. Lo que sí pienso es que todo el tiempo estamos abrevando historias de lo que nos rodea: lo que vemos, lo que vivimos, lo que escuchamos, lo que leemos. Creo que un novelista es un cazador de anécdotas, está alerta de todo cuanto perciben sus sentidos para detectar aquellos eventos que le erizan la piel y son susceptibles de convertirse en narraciones a las que terminará por imprimirles algo de sí mismo; así que, visto de esa manera, sí, todo el tiempo estamos escribiendo acerca de nosotros mismos.

¿Cómo sobrevive una mujer al machismo, los prejuicios y el fanatismo religioso?

Yo creo que peleando a brazo partido y defendiendo con ferocidad cada pequeño palmo del terreno ganado por las mujeres que nos precedieron. En esta novela exhibo justo eso, la manera en que las mujeres de diferentes generaciones y con distintas maneras de ser y de pensar, debieron enfrentar todos estos tópicos, así como la forma en que abordaban el matrimonio, la maternidad, el acceso a la educación o a una profesión, dependiendo de la década que les tocaba vivir y a medida en que su contexto sociocultural se iba modificando.

¿A veces, lo único que logra sacarnos del infierno, es una segunda oportunidad?

Creo en las segundas oportunidades, pero también en las terceras y en las cuartas, las que sean necesarias, principalmente cuando nos las damos a nosotros mismos. A veces viene bien ser menos tirano con uno mismo, permitirnos intentarlo de nuevo tras una caída, aprender de los fregadazos, en una de esas, encuentras la puerta de salida.

¿Qué te hizo virar, en primera instancia, por la abogacía?

En primer lugar, porque tengo alma de justiciera, hay algo dentro de mí, una especie de resorte, que salta en presencia de una injusticia y no pude ignorar ese espíritu al momento de elegir carrera. Por otro lado, soy amante de las normas; pienso que las normas, cuando son justas, no hacen sino recoger lo que la naturaleza y el sentido común dictan, y por ello, nos dan estructura y nos permiten coexistir; creo sinceramente en el contrato social, en el bien llevado, desde luego, ese que permite la convivencia y el estado de derecho. Como ves, los abogados somos, ante todo, soñadores.

‘El humor es parte de la vida y en consecuencia, no debe ser excluido, ni aun de la literatura’, diría el escritor y filólogo chino Lin Yutang; háblame de cómo se le da tratamiento al humor negro en tu novela.

El humor nos caracteriza como mexicanos, un humor picante, por cierto; pero además, somos expertos en hallar el lado amable en todo, en reírnos de nuestra desgracia, y en llevarnos de piquete de ombligo hasta con la muerte. Y esa manera de ser, de hablar, de reaccionar, acabó reflejada en la novela.

Tenía un maestro en la facultad que decía que no hay que tomarse la vida demasiado en serio, hay que saber reírse de uno mismo cuando haga falta y creo que hay algo de razón en todo eso; el humor negro es una válvula de escape que le resta algunas rayitas a lo trágico de la vida.

¿Ser feminista o pro mujer, no está directamente ligado a ser anti hombre?

No creo que para ser pro mujer haga falta ser anti hombre. Lo que sí pienso es que durante muchísimo tiempo las aguas se cargaron hacia un lado y lo natural es que venga un movimiento igual de intenso, pero en sentido contrario y por eso da la sensación de que pasamos de un radicalismo a otro, de un extremo a otro.

Hago votos porque sepamos encontrar un punto medio en el que podamos coexistir en armonía, aunque no se ve en el horizonte cercano, eso sí.

¿Por qué te tomó ocho años escribir este libro?

Para empezar, porque yo no me dedicaba a escribir. La única herramienta con la que contaba al comienzo era mi experiencia como lectora. Anduve dando tumbos, bandazos, escribía de pura intuición, de puro feeling, por decirlo de algún modo. Fue más o menos cuando estaba a la mitad de la novela que decidí estudiar la maestría en Literatura y Creación literaria para poder escribir con conocimiento de causa, como Dios manda, pues. A medida que avanzaba en la maestría, iba revisando los capítulos ya escritos y generando los nuevos; tuve que borrar mucho, eliminar párrafos enteros, reformular decenas de ideas, replantear situaciones, reescribir una cantidad enorme de cuartillas. Es una novela que trae mucha dedicación, mucho trabajo y toneladas de sangre y pellejo que fui dejando entre las páginas.

Por otra parte, en esos ocho años me volví mamá dos veces, debí combinar la escritura con los embarazos, los nacimientos y la crianza de mis dos hijos.

¿Qué representa para ti #LeoConElOnce?

Ha sido una experiencia bellísima y muy gratificante. Un honor enorme que Miguel de la Cruz, periodista cultural que encabeza este maravilloso proyecto de promoción de la lectura, se haya fijado en mi novela y me invitara a participar.

Los lectores que se unieron leyeron la novela de forma conjunta y cada día iban comentando en redes sociales su experiencia con los capítulos; después pudimos compartir nuestras reflexiones y fue muy emotivo que me platicaran la manera en que muchos de ellos se sintieron identificados con las situaciones y los personajes; me contaron la forma en que conectaron con la trama y me sentí muy conmovida. Darte cuenta de que algo que escribiste tocó almas es mágico.

¿La realidad siempre supera la ficción?

Te respondo fácil: Si yo contara en una novela que hay un país en el que han ocurrido tres terremotos exactamente en el mismo día del año en tres años diferentes, ¿me lo creerías o tacharías mi historia de inverosímil? Exacto. Así que, sí, la ficción se queda muy corta junto a la realidad.