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¿Cómo abrigar a niños y bebes sin pasarnos?

Las dudas sobre cómo vestir a los niños, aparecen desde el mismo momento en que nacen.

Da igual que lleguen al mundo en plena ola de calor de agosto, nunca faltará alguien que te diga: ¡Cuidado con las corrientes de aire!, ¡Este niño tiene las manos frías!, o la atormentadora pregunta ¿No tendrá frío así vestido?

Aunque un golpe de calor nos preocupa, en general, que los niños pasen frío ¡nos aterroriza!

Tenga la edad que tenga nuestro hij@, la mayoría acabamos cayendo en el «por si acaso». Esto implica, que ante la duda sobre qué tiempo hará o si tendrá frío, lo abrigamos más y luego ya se verá.

Consecuencias: bebés vestidos de lana en verano, granitos y otras alteraciones en la piel por el sudor, niños jugando en los coles colorados como cangrejos, prendas rechazadas porque «les pican», …

Si el exceso de abrigo es constante durante la infancia, ¿qué nos encontramos? Adultos intolerantes al frío que sufren invierno tras invierno, por el simple hecho de salir a la calle, salvo que se envuelvan con múltiples capas.

5 PRINCIPIOS BÁSICOS SOBRE LA NECESIDAD DE ABRIGARNOS

1. El cuerpo tiene sus propias vías para defendernos contra el frío, ¡Déjale que actúe un poco!

Nuestro cuerpo viene de fábrica con una equipación de serie, llamada Sistema Termorregulador, que utiliza reacciones del organismo para bajar o subir la temperatura según las condiciones en las que nos encontremos: sudar para generar humedad y bajar la temperatura, piel de gallina para protegernos del frío, temblar para producir calor… Pero el cuerpo, tiene el práctico hábito de reducir o atrofiar las partes, funciones o estructuras que no utilizamos, para volcarse en desarrollar aquello que usamos o necesitamos más.

Un cuerpo permanentemente sobre abrigado, pierde la capacidad defenderse frente al frío. Hace a la persona con los años, cada vez más dependiente del abrigo externo para alcanzar el confort térmico. El sistema termorregulador estará más o menos «en forma», en función de cuanto lo utilicemos.

Esto explica la cara que se nos queda cuando viajamos, y vemos a gente de otros países salir a la calle en manga corta o con prendas que muchos de los que vivimos en climas suaves o cerca del mar, dejaríamos solo para el verano. O esos baños en aguas gélidas que se dan en algunos lugares, como si fuera un placentero remojón en el Mediterráneo.

En internet podemos encontrar llamativas conductas como la del siguiente video. Mi mente adaptada al suave clima de las Rías Baixas, no está suficientemente abierta para esto, y soy de la opinión que todos los extremos son malos. Pero, deberíamos concienciarnos de que hay que vestir a los niños proporcionadamente a la temperatura ambiental. No deben ir igual de abrigados en octubre que en diciembre, ni en Vigo o Málaga que en Burgos, ni en España que en Noruega, Finlandia o Rusia.

Los bebés no tienen el Sistema Termorregulador totalmente desarrollado al nacimiento, por lo que los primeros meses, debemos abrigarlos un poco más de lo normal.

CONSEJOS ESPECÍFICOS PARA ABRIGAR A BEBÉS

– No valores el frío o calor que siente por la temperatura de sus manos o pies. Su sistema circulatorio es inmaduro, por lo que estas zonas suelen estar frías casi permanentemente, hasta cuando tiene calor o está sudando. Evita las manoplas de recién nacido, ya que les limitan el movimiento y las sensaciones de las manos. Al nacer no ven con claridad, y el tacto, es un gran apoyo para ellos. Con este tipo de prendas obstaculizamos este sentido.

– Tócale en el pecho, nuca o espalda para saber si está suficientemente abrigado. Las zonas de circulación central, son las ideales para saberlo. Si estas zonas están húmedas por sudor, debes quitarle alguna prenda de ropa, aunque manos o pies estén fríos.

– Como pista práctica, lo habitual es que necesiten solo una prenda más de ropa, que tú mismo.

– Ten cuidado con abrigarlos demasiado. Los bebés tienen más riesgo de deshidratación. También pueden sufrir dermatitis o sarpullidos como la sudamina, por exceso de sudor.

– Lleva siempre contigo una manta o prenda extra de abrigo, por si el tiempo cambia de golpe. Pero solo úsala si es necesario.

2. Que los niños sientan frío y calor es un aprendizaje más.

El abrigo excesivo de los niños, es un aspecto más de la sobre protección que ejercemos inconscientemente con nuestros hijos.
Abrigarles de más por si acaso pasan frío, es un error ya que forma parte de su desarrollo el aprender a cuidarse por ellos mismos.

Deben saber detectar las diferencias de temperatura al entrar y salir de los sitios, percibir sus sensaciones y saber actuar frente a ellas. El dejar que se equivoquen les ayuda a aprender. Si nosotros los tapamos a diario hasta las orejas, con los años no se preocuparán de llevar prendas adecuadas o un paraguas al salir de casa, ya que siempre ha habido alguien que lo hacía por ellos.

Lo ideal es dejarles que asuman poco a poco la responsabilidad de su abrigo, siempre adaptándonos a su edad. Puedes comentarles que hoy va a ser un día frío, o que va a llover, pero deben ser ellos los que decidan y se acuerden de llevar paraguas o botas, por ejemplo. Si no lo hacen, y luego sienten frío o incomodidad por estar mojados, aprenderán a no repetirlo en el futuro.

Si aún son muy pequeños, explícales que deben quitarse prendas si sienten calor o ponérselas si notan frío. Pero procura no hacerlo tú por ellos. Es bueno decirles por ejemplo: «Veo que estás sudando, ¿te ayudo a quitarte el jersey?» o «Mami tiene calor ¿tu no?». De esta manera les ayudas a fijarse en como se sienten, y a saber qué hacer en consecuencia.

Es complicado hacerles parar cuando están muy entretenidos corriendo o jugando, así que habrá momentos en que te toque decidir por ellos, pero siempre que puedas, intenta que lo hagan de manera autónoma o por su propia decisión.

3. El frío no enferma y mojarse tampoco.

El hecho de que en invierno sean más comunes los catarros, gripes, y demás enfermedades respiratorias, es debido a que tendemos a pasar menos tiempo al aire libre. En los espacios cerrados, los virus y bacterias se propagan con mucha más facilidad. Además, debido al frío, solemos ventilar menos que en verano. También se asocia la menor incidencia de estas enfermedades en verano, con que los centros educativos están cerrados, por lo que se corta en gran medida el contagio entre niños, y la propagación de familia a familia.

Mojarnos los pies o el cuerpo tampoco nos pone enfermos. Si esa teoría fuese cierta, deberíamos enfermar por una ducha de agua fría o al bañarnos en el Cantábrico o el Atlántico. La humedad en las prendas de ropa, hace que a nuestro cuerpo, le cueste más generar calor. Por ello, si hace mucho frío, no es recomendable llevar el pelo o la ropa mojados para no «congelarnos» o pasar un mal rato, pero no porque ello sea garantía, de que vamos a ponernos enfermos.

¿Qué efectos tiene el frío sobre nuestras defensas?

La combinación en algunos lugares, de frío y falta de humedad ambiental, puede generar sequedad en la mucosa de la nariz, y disminución del movimiento de los cilios que nos protegen de la entrada de microorganismos.

Por ello, los efectos locales que produce el frío en la nariz y la boca, no los evitamos poniéndole a los niños un montón de prendas encima. En todo caso, es mucho más útil, usar una bufanda o alguna prenda que les proporcione calor en esa zona.
Son los virus y bacterias los que producen las enfermedades, y no el frío. Debemos de proteger la puerta de entrada, que es la vía aérea. Nos contagiamos al respirar o por las manos sucias, que nos llevamos a la nariz o la boca.

4. Salir al aire libre, independientemente del tiempo que haga, es saludable.

Las casas cada día son más confortables, y hoy en día, la mayoría están dotadas con el atractivo de las nuevas tecnologías, por lo que suelen ser el sitio preferido por la mayoría, para días de frío, lluvia, o mal tiempo en general. Otra alternativa muy popular, son los centros comerciales, con múltiples opciones para entretener a toda la familia. El problema de todo esto, es que en otoño e invierno, cada vez es menos común: pasar tiempo en la calle, pasear, ver niños jugando en un patio, ir andando al colegio…

Este cambio en nuestras costumbres, nos ocasiona una deficiencia en la fabricación de Vitamina D.

La Vitamina D es fundamental para poder absorber el calcio y fósforo a nivel intestinal. Sin ella los huesos no pueden crecer y se vuelven más frágiles, debido a la Osteoporosis. Científicos de la Universidad de Copenague han descubierto que la vitamina D también es crucial para activar las defensas del organismo.

La mayoría de la vitamina D, la producimos de forma natural en la piel, al exponernos a la luz solar. En España, a pesar de que somos uno de los países con más horas de luz solar, nuestros niveles de Vitamina D son preocupantemente bajos. La OMS, recomienda una exposición solar corporal en los países del hemisferio norte, de 10 a 15 minutos diarios, tres veces por semana, con el objetivo de generar vitamina D. ¿Cumplimos esto en invierno? Actualmente no, y no parece un objetivo muy duro. Sólo teniendo en cuenta esto y evitando eliminar de la dieta grasas como la de la leche, queso, huevos, o la de pescados como la sardina o el salmón, les ayudaremos a tener huesos más fuertes y resistentes.

5. «No hay mal tiempo, sino ropa inapropiada» (Proverbio noruego)

Para nuestros hijos, debe ser un aprendizaje más, el saber abrigarse y combatir el frío porque ¿dónde estarán el día de mañana?
Es bueno darles recomendaciones prácticas que deberán acostumbrarse a usar ellos mismos.

CONSEJOS PRÁCTICOS PARA ABRIGARNOS MEJOR

No recurras al «ponte tantas prendas como puedas». Es más útil conocer los tejidos y usarlos bien. Muchas capas de ropa nos hacen perder movilidad y comodidad. Vale más usar menos prendas, pero de los tejidos correctos.

La capa en contacto directo con el cuerpo es fundamental.
Función principal: mantenernos secos. Esta capa de ropa debe mantenernos calientes pero ser capaz, en caso de sudoración, de drenar la humedad hacia el exterior.
Tejido ideal: Materiales sintéticos o lana merina. El algodón absorbe la humedad como si fuera arroz y está muy bien para el verano pero no es lo ideal para niños a bajas temperaturas. Si sudan, mantiene la humedad durante mucho tiempo pegada a ellos.
Cuanto más pegadas a la piel estén las prendas interiores, mayor poder para generar calor y mantenerlo. Para los niños, mejor que las camisetas interiores le queden pequeñas o muy pegaditas.

Si el frío aprieta, usad mallas cálidas pegadas a las piernas debajo de los pantalones. Son recomendables los pantalones gruesos o sintéticos fuertes, pero huid de los vaqueros o pantalones de composición de algodón, ya tienden a ser un imán para la humedad.

No olvides manos y pies. Calcetines de lana o sintéticos y guantes de cuero o lana, pero que no sean tan gruesos que hagan perder la movilidad de los dedos, ya que si son incómodos tenderán a quitárselos y es peor.

Si la temperatura es muy baja hay que usar un buen gorro y proteger las orejas y la zona de boca y nariz. La gran vascularización de la cabeza hace que ante un frío intenso, se pierda calor con facilidad.

Calentarse desde dentro. Comer y sobretodo beber algo caliente es lo mejor antes las bajas temperaturas.

Al entrar en lugares cálidos o hacer ejercicio, hay que retirarse prendas para intentar no sudar.


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