El sitio de la construcción del sur argentino

Febrero 2018 - Año XXVII
Al borde de la línea

El Monumento al Descamisado, la Faraónica obra soñada por Evita y Perón

por Ing. Mario R. Minervino

¿Dónde tenía la ciudad guardada

esta espada de plata refulgente

desenvainada repentinamente

y a los cielos azules asestada?

Baldomero Fernández Moreno

En 1951 María Eva Duarte de Perón no era la misma. El cáncer avanzaba implacable y su figura aparecía completamente desdibujada. En medio de los dolores y los medicamentos se hizo un espacio para analizar, en la residencia presidencial de calle Austria, la maqueta del Monumento al Descamisado, colosal obra que el gobierno de su marido, Juan Domingo Perón, pretendía erigir en memoria de los obreros que protagonizaron los hechos del 17 de octubre de 1945 en la Plaza de Mayo.

El cadáver sin mausoleo

El cadáver de Evita, embalsamado, se ubicó en una sala del edificio de la CGT, Azopardo 802 de la Capital Federal, a la espera de la construcción de su mausoleo. De ese lugar lo robó el ejército en noviembre de 1955, dando lugar a una de los hechos más escabrosos de nuestra historia. El teniente coronel Moori Koenig, a cargo del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), sacó el féretro sin tener en claro donde dejarlo. Distintas fuentes aseguran que estuvo en las oficinas del SIE, detrás de la pantalla de un cine, y en la casa de un oficial del Ejército.

Finalmente, el presidente de facto Pedro Aramburu apoyó la idea de llevarlo a un cementerio de Milán y enterrarlo bajo un nombre falso: María Maggi de Magistris. De ese lugar fue rescatado en 1971, siendo repatriado en 1974, cuando los Montoneros robaron el cadáver de Aramburu de la Recoleta para presionar con ese retorno.

Evita quedó gratamente impactada con la propuesta, y salvo algunas observaciones menores le pareció por demás adecuada. Cuando cuatro años después se comenzó la obra, Evita había muerto y al proyecto original se había sumado un espacio para servir como mausoleo para contener sus restos embalsamados.

La obra comenzó a construirse en enero de 1955. Cinco meses después la autodenominada Revolución Libertadora que derrocó a Perón demolió lo poco que llegó a hacerse.

Los descamisados

En 1948 Eva Duarte visitó Bahía Blanca, en campaña para las elecciones de ese año. En el balcón del teatro Municipal, frente a unas mil personas, comenzó su discurso con la frase: “Descamisados de Bahía Blanca…”. Esa palabra, esa manera de hablar a sus seguidores era ya una identificación para los peronistas.

El propio Perón explicó, años después, la acepción del término. “¿Quiénes eran los descamisados? Esencialmente los marginados, los desclasados, los desposeídos. Los grupos humanos, cada vez más considerables, que no tenían sitio en los esquemas del inmovilismo militar o derechista, que pugnaban por levantar su voz y ejercer su voto. El origen del mote es peyorativo: nos bautizaron como tales el día en que los oligarcas descubrieron que nuestros seguidores andaban en camiseta”.

Sobre la idea de homenajear a esa clase obrera es que se planteó la propuesta de erigir un mega monumento, que estaría entre los más grandes del planeta. Sin embargo, en plena elaboración del mismo un hecho sacudió al peronismo: la muerte de Evita, ocurrida en julio de 1952. A partir de ese hecho se instaló en el gobierno una intención de rendir homenaje a la que había sido considerada la “Jefa Espiritual de la Nación”. El Monumento al Descamisado pasó a pensarse entonces como el mayor homenaje jamás rendido a la memoria de María Eva Duarte: Evita.

La ley

El 4 de julio de 1952 el Congreso Nacional sancionó la Ley 14.124 que aprobaba la realización de la obra, la cual sería costeada “íntegramente con aportes del pueblo”. El primer artículo mencionaba: “el Poder Ejecutivo procederá a erigir un monumento a Eva Perón, como homenaje del pueblo argentino al espíritu que impulsa su obra”. También establecía su ubicación: “la Plaza de Mayo o en otros sitios vinculados a hechos sobresalientes de la vida nacional”.

El emplazamiento buscó primero la apropiación justicialista de la Plaza de Mayo, convertida en el escenario del 17 de octubre de 1945, la jornada que, en palabras del propio Perón, significó la aparición visible del “descamisado”.

Si bien se decidió convocar a un concurso internacional de ideas para el monumento, lo cierto es que el propio Perón avanzó con su elaboración, contratando de manera directa al artista italiano Leone Tommasi, para que fuera ejecutando las obras escultóricas que integrarían el conjunto. Tommasi había realizado las esculturas colocadas en la sede de la Fundación Eva Perón (actual facultad de derecho) y varios bustos de Perón y Evita.

En julio de 1953, un año después del fallecimiento de Evita, fue presentada una readecuada maqueta para incluir un espacio principal destinado a alojar el cadáver de la fallecida primera dama, incluso con la sugerencia de cambiar la figura del descamisado por la de Evita.

Esta idea no convenció a Perón y, por razones estéticas, tampoco a Tommasi. Es que la imagen de Evita, dijo, “reclamaba mármol para su hechura”, mientras que el Descamisado podía ejecutarse en chapa de cobre patinado, ofreciendo una impronta de modernidad casi industrial. Así, Tommasi recomendó dedicar a Evita uno o más recintos interiores, para emplazar su escultura y el sarcófago con sus restos. Esta propuesta fue la que prevaleció: el Monumento al Descamisado sería, además, el Mausoleo de Evita.

El panteón nacional

Los cimientos del Monumento al Descamisado yacen todavía enterrados a pocos metros de la actual Facultad de Derecho, en el barrio de la Recoleta.

Es lo que se alcanzó a realizar durante los primeros meses de 1955, cuando cuadrillas de obreros comenzaron a excavar un pozo de 140 metros de diámetro, entre Av. Libertador y las vías del Ferrocarril Mitre, iniciando los cimientos de una obra que, se indicó, superaría en magnitud al “Coloso de Rodas”, una de las siete maravillas del mundo antiguo.

El propio Perón participó de la ceremonia de puesta en marcha, izando una bandera en el mástil colocado en el predio y colocando la primera cucharada de cemento. Para entonces, Tommasi terminaba las primeras cinco esculturas, de 2,20 x 2 metros de base, 4,50 m de alto y 35 toneladas cada una.

La obra tenía una base de 100 metros de diámetro y en todo su perímetro se ubicarían 16 estatuas de mármol blanco, representando a La Justicia, El Amor, La Justicia Social, La Independencia Económica, La Soberanía Política, El Trabajo, La Solidaridad, Los Derechos del Trabajador, Los Derechos de la Ancianidad, Los Únicos Privilegiados, El Ideal, La Dignificación de la Mujer, El Justicialismo, La “Razón de mi Vida”, El Coronel y El Conductor.

El monumento alcanzaría los 137 metros de alto (equivalente a un edificio de 45 pisos), con un pedestal de 70 metros, sobre el que se apoyaría la estatua del descamisado. Esa figura mediría 61,50 m y pesaría 43.000 toneladas, construida en hormigón recubierto en cobre.

Se accedería al mismo a través de una escalinata circular que permitiría alcanzar el primer nivel, donde estaban las 16 estatuas, y luego el interior, donde se encontraría el mausoleo de Evita. Inmediatamente después se accedería a las restantes dependencias, previo paso por una galería donde se encontraban tres puertas de bronce adornadas con bajorrelieves, simbolizando la Argentina Justa, Libre y Soberana.

Había, también, un gran salón –inspirado en el Panteón romano– con paredes de mármol, frisos y columnas, con una cúpula revestida de mosaicos, con pepitas de oro y tan amplio que permitiera colocar una frase del libro “La razón de mi vida”: “Hubo al lado de Perón, una mujer que se dedicó a llevarle al Presidente las esperanzas del Pueblo, que luego Perón convertía en realidades. De aquella mujer sólo sabemos que el Pueblo la llamaba, cariñosamente, Evita”. La parte inferior de la cúpula llevaría imágenes de hechos trascendentales del peronismo, por caso el 17 de octubre de 1945, el abrazo de Eva con Perón el 1 de mayo de 1951 y su último saludo, el 4 de junio de 1952.

Un haz de luz bajaría desde la parte superior de la bóveda hasta la cripta, iluminando el sarcófago, el cual tendría una cubierta de plata, reproduciendo el cuerpo yacente, que se podría retirar para dejar descubierta la caja de cristal donde descansaría el cuerpo.

También se planificó el acceso al interior del “Descamisado”, hasta su cabeza. En ese lugar se iban a colocar retratos de Evita y álbumes para ser firmados por los visitantes.

Habría cuatro terrazas-miradores: la primera sobre la galería de estatuas; la segunda a la altura de la biblioteca; la tercera a nivel del salón superior y la cuarta a la altura del yunque, detrás del Descamisado.

El remate de la obra era un fornido trabajador parado delante de un yunque, de camisa arremangada, desabrochada, con los puños apretados. Muchos aseguran que el rostro de la estatua era el del mismísimo Perón, “el primer trabajador”.

El final de todo

Si por estos tiempos se habla de una “grieta” política producida por las propuestas de gobierno de los Kirchner, la misma queda reducida a poco si se repasa la creada por el peronismo en su primera etapa. El golpe de estado que el 16 de septiembre de 1955 derrocó a Perón dejó un país divido en dos, donde los adherentes del golpe actuaron con una furia y odio casi irracional contra el régimen derrocado.

Como ejemplo se pueden mencionar lo ocurrido con las estatuas ubicadas en la parte superior la Fundación Eva Perón, las cuales fueron desmontadas de su frontis con máquinas. Bustos de Evita y Perón cayeron de sus pedestales en toda la república, y hasta se demolió una obra maravillosa como era el Palacio Unzué, quinta presidencial y el sitio donde falleció Evita.

De allí que la suerte del monumento al Descamisado era previsible, aunque el modesto avance de la obra permitió que en cuestión de minutos se borrara todo vestigio de la misma. De haber estado más avanzado sin dudas lo habrían demolido a cañonazos. Las cinco estatuas terminadas por Tommasi fueron decapitadas y arrojadas al Río de la Plata. Tres se recuperaron en la década del ‘90. Dos de ellas se pueden ver en la Quinta 17 de Octubre de San Vicente, una tercera está en Mar del Plata.

Terminó de esa manera este intento de rendir culto al trabajador y que pretendió acoger el cadáver de una mujer que ya se había convertido en un mito para los argentinos.

El Altar de la Patria

El peronismo volvió sobre sus fueros en 1974, cuando otra mujer, María Estela Martínez viuda de Perón, presidenta de la Nación, anunció la construcción del Altar de la Patria, un mausoleo donde guardar los restos de los más grandes próceres de nuestra historia, incluido el de Eva Duarte.

El 8 de julio de 1974, una semana después de la muerte de Juan Perón, fue promulgada la ley de creación del edificio, cuyo frente tendría la leyenda “Hermanados en la gloria, vigilamos los destinos de la patria. Que nadie utilice nuestro recuerdo para desunir a los argentinos”.

Allí se ubicarían, también, los restos de Juan D. Perón (todavía con sus dos manos), José de San Martín, Juan Manuel de Rosas, Hipólito Yrigoyen, Facundo Quiroga y Fray Mamerto Esquiú, entre otros.

El lugar elegido para la obra fue el mismo donde se había proyectado el Monumento al Descamisado. Puesta en marcha, los obreros sufrieron innumerables inconvenientes técnicos, incluso la aparición de la base de hormigón del inconcluso Monumento, que llevó a su pronta paralización.

En marzo de 1976 el golpe de estado del denominado Proceso de Reorganización Nacional puso fin al proyecto.


Palacio de los Soviets de Moscú, gigante arquitectónico soviético

El Palacio de los Soviets de Moscú es uno de los proyectos arquitectónicos inacabados más famosos de la historia, llamado a ser el símbolo del socialismo y de un nuevo país y emparentado –como concepto de obra– con el monumento al Descamisado.

La idea fue propuesta por Sergei Kirov en 1922, pero recién en 1931 se llamó a competencia para diseñarlo. El palacio tendría 316 metros, coronado por la estatua de 100 metros del dirigente Vladimir Ilich Ulianov (Lenin).

Las obras avanzaron con rapidez durante la primera mitad de los años ‘30 del siglo pasado, pero posteriormente perdieron vigor por la aparición de otros proyectos, por problemas con los cimientos y, finalmente, por la Segunda Guerra Mundial.

El Gobierno renunció formalmente al proyecto en 1961. El foso de los cimientos sirvió para la construcción de la piscina Moskvá. En los ‘90 se utilizaron los cimientos para la reconstrucción de una catedral demolida en los años ‘30.


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