Burgui ha sabido rescatar la tradición almadiera y con su fiesta rinde cada año reconocimiento, no sólo a sus antepasados que almadiaron del Esca al Aragón, sino a los mayores de los valles de Salazar y de Roncal, a los de los vecinos y amigos de Sigüés y Salvatierra de Esca, y a tantos otros que han hecho posible que esta fiesta se mantenga. Sobre un río de nombres flotan cada año las almadías por las aguas cada vez más escasas del Esca. Ausentes en su orilla, presentes en el corazón, como Juantxo Garzia de Azilu, que no sólo fue un voluntario incansable, "sino que supo transmitir ilusión y arrastrar con él a otros para rescatar esta tradición, los viejos oficios y el euskera", recordaba ayer su mujer, Ana Barrena. Txentxo Jiménez, en calidad de amigo, ensalzó su figura como entrañable y comprometida "con todo lo popular y lo relacionado con el Valle de Roncal". Ayer descendieron trece almadieros. Entre ellos, dos tolosarras, Daniel Tellería y Joselu Andueza, que como Juantxo llegaron a Burgui por aquellas casualidades de la vida, pero se sintieron como en casa y ayudan año tras año para poder almadiar.