Un buen día, en casa de Agnes y Tobías se presenta una pareja de amigos que están buscando ayuda porque, según dicen, han tenido que escapar de su hogar ante el miedo que sienten por algo que, en realidad, no pueden explicar. En muy pocas palabras, ahí comienza Un delicado equilibrio, de Edward Albee. Alicia Borrachero, Ben Temple, Manuela Velasco, Cristina de Inza, Joan Bentallé y Anna Moliner llegan este sábado al escenario del Principal para, a las 19.30 horas, dar vida a esta obra bajo la dirección de Nelson Valente.

Desde que se puso a la venta el espectáculo casi se agotaron todas las entradas disponibles. ¿Llegar así da tranquilidad, no? 

–Eso es una gran alegría. Vitoria tiene una gran afición al teatro, es algo que sé en primera persona. Pero esa respuesta en taquilla en este caso entiendo que significa que el autor interesa. Que la gente vea que hay una función de Edward Albee y le interese, me da mucha alegría. Si, además, el elenco forma parte del elenco de la motivación para comprar la entrada, genial (risas). Pero que en estos tiempos, el público quiera ver un Albee me parece muy significativo.

¿En qué sentido? 

–Si vamos al teatro a ver un Albee, sabemos que nos vamos a meter en el fango. Este es el caso. Es decir, vamos a hablar de cosas serias, profundas, importantes y duras. Vamos a hacernos preguntas incómodas.

En este caso, para quien no conozca la propuesta, ¿qué se va encontrar el público? 

–Albee escribe esta obra a finales de los años 60, en un momento en el que el existencialismo estaba en el cine y en el teatro. Se hace las grandes preguntas, solo que él las plantea y ahí te las deja. No hay ni una moraleja, ni una explicación, ni nada. El terror, miedo, entran por la puerta de una pareja en forma de amigos. Pero lo único que vienen a mostrarles es un espejo de sí mismos. El terror lo tienen en casa desde hace mucho tiempo y no lo quieren mirar. Han mantenido un delicado equilibrio y no se han enfrentado a los asuntos que están ahí. De lo que habla Albee es de todo eso que no nos atrevemos a mirar y en esta familia hay muchas cosas que no se han mirado. Esa familia ha terminado siendo mentira, pura apariencia. Se ha llegado a un delicado equilibrio que está a nada de romperse en cuanto alguien deje de hacer su papel concreto. 

Reparto de 'Un delicado equilibrio' Javier Naval

¿Eso pasa mucho, no cree?

–Sí, sí, por eso es tan actual el texto. Estas pasadas navidades, todos nos hemos enfrentado seguramente a estas cosas. En todas las familias o grupos de amigos hay corrientes subterráneas. Aquí se hacen unas preguntas que para mí son muy importantes: ¿Qué es el amor? ¿Por qué nos queremos? ¿Realmente nos queremos? ¿A quién queremos? Esas son temáticas atemporales. Son espejos que nos ponen delante los grandes autores cuando vamos al teatro para que miremos, para que nos asomemos un poco a la oscuridad. Eso es apasionante. La gente no va a salir ni con moralejas ni explicaciones, pero sí con muchas preguntas, siendo además diferentes para cada persona. Aquí está la familia, las relaciones personales, las cosas no transitadas ni dichas, los duelos no hechos, las situaciones no enfrentadas.

Alicia Borrachero y Ben Temple se han encargado también de la traducción, que no es algo muy habitual. ¿Cómo ha ido el trabajo previo de preparación? 

–Hicieron una labor titánica porque los herederos de Albee son muy escrupulosos con los textos. De hecho, hay muchos productores que dicen que es un autor que no se puede hacer porque te tiran para atrás muchas traducciones. No puedes versionar nada, ni tampoco cortar. Alicia y Ben han hecho un gran trabajo. Y nos han facilitado mucho las cosas. El proceso de esta obra ha sido apasionante pero también muy complejo para cada uno de nosotros. Son personajes muy complejos, igual que el texto. Es muy profundo y tiene millones de capas. Y los asuntos que se tratan son difíciles, duros, nada agradables. Hay mucha violencia, daño, crueldad y dolor. Cada uno tiene su pedrada y creo que todos estamos teniendo mucha compasión con los demás (risas). Claro, es salir al escenario a enfangarnos. Es una ficción pero sales ante el público a movilizar cosas y lo que se mueve en esta función no es muy agradable. 

Manuela Velasco Cedida

Se habla, de hecho, de cuestiones como la violencia sexual. 

–Es un asunto que está absolutamente tapado. Sabemos de casos parecidos, en los que dentro de una misma familia sucede algo de este tipo, se tapa y se sigue conviviendo como si nada con el agresor, encima culpando a la víctima. Son cosas que no se nombran pero veladamente se deja caer que la víctima es la culpable. Siento que mi personaje está muy estigmatizado en ese sentido. Ella es la víctima, pero como le cuelgan el sambenito de alcohólica y enferma, ya está implícito eso de: es que te lo has buscado. Por eso te digo que se tratan temas tremendos. Ahí es necesario, como actriz, tener mucha confianza, mucho amor, muchas ganas de jugar, investigar y de poner toda la carne en el asador. Además, hay que quererse mucho, acabar y decir ¡madre mía! (risas).

Sin minusvalorar su trabajo en el cine o en la televisión, desde hace ya unos años parece que el teatro se ha convertido en el eje básico de su trayectoria. 

–Cuando yo descubrí o sentí por primera vez que quería ser actriz fue acudiendo al teatro a ver a mi tía [Concha Velasco]. Me gustaba ver lo que se producía cada día con el público. Me daba cuenta de cómo cada jornada la función era distinta y cómo el público respondía también de manera diferente. Entre función y función, me gustaba salir al escenario, estar ahí. Recuerdo lo que me impactó la primera vez que vi un Lorca, por ejemplo. Ya mayor decidí que quería ser actriz y empecé todo el proceso. Comencé en la televisión y, por supuesto, me gustaba, también el cine, pero no era eso que yo viví cuando iba a ver a mi tía, no había esa comunión, esa cosa que sucede en el directo, en el contacto con el público. Cuando conseguí hacer teatro por primera vez, que fue lo que más me costó, dije: esto es. Por supuesto, el audiovisual me encanta y ojalá haga mucho más, pero es cierto que para mí hay algo de contar la historia completa cada día encontrándome con el público que es especial. En teatro, de momento, me he encontrado los textos más complejos. Es donde me gusta meterme. Sobre todo, me atrae la experiencia de construir cada día con el público una historia entera. Es estar con esas personas en ese momento, juntos.