Abejas melíferas: el trágico destino de los machos en busca de amor

De entre todas las abejas, las melíferas son cruciales para el medio ambiente. Son vitales para la proliferación de las plantas con flor e indispensables para la agricultura. Sin embargo, a pesar de su incomparable importancia ecológica, todavía hay datos que desconocemos sobre ellas, como por ejemplo, ¿por qué los machos tienen que sacrificar su aparato reproductor, y a veces su vida, por la colonia? He aquí algunas respuestas.

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Sergi Alcalde National Geographic
Sergi Alcalde

Periodista especializado en ciencia, sociedad y medio ambiente

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Solo existen 9 especies en todo el mundo

A pesar de su relevancia como insectos polinizadores, las abejas melíferas han desarrollado una diversidad sorprendentemente escasa. De las cerca de 20.000 especies documentadas solo se conocen nueve del género Apis en todo el mundo: ocho de ellas en Asia, y solo una en América y Europa: la famosa abeja europea (Apis melífera). Todas ellas comparten una característica: están altamente especializadas para recoger y transportar polen. Entre otras adaptaciones, han desarrollado un aparato bucal adecuado, así como un tracto intestinal que les sirve de depósito y en el que pueden transportar casi la mitad del peso corporal en forma de carga de néctar.  Una población apícola puede cubrir una superficie de hasta 400 kilómetros cuadrados en torno a una colmena, aunque, por lo general, no se alejan mucho de ellas: como máximo, entre 2 y 4 kilómetros. 

Se organizan siguiendo una meticulosa organización del trabajo 

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Se organizan a través de un complejo sistema de distribución del trabajo

La oferta de flores no es homogénea, como tampoco lo es su disponibilidad. A veces aparecen en una determinada época del año, o en lugares muy específicos. ¿Cómo saber, entonces, dónde es más eficiente buscar néctar o polen y qué individuos conviene que se especialicen en una u otra labor? Si el hombre tuviese que adaptar la recolección de flores a la oferta disponible y distribuir la fuerza de trabajo de la forma más eficiente posible, necesitaría gran cantidad de información constantemente actualizada sobre el estado de las plantas y los campos de cultivos. Las abejas logran hacer todo eso siguiendo un complejo sistema de distribución del trabajo. La sociedad apícola distribuye su equipo laboral de forma óptima gracias a un mecanismo autoorganizado y descentralizado en el que cada grupo tiene una función muy concreta. Cada abeja obrera sabe perfectamente qué tiene que hacer, y comparte toda la información disponible con el resto de sus compañeras. La búsqueda de alimento la llevan a cabo las abejas exploradoras y recolectoras, divididas a su vez entre recolectoras de néctar y de polen. 

Abejas melíferasabeabe

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Recuerdan el camino a una fuente de alimento e informan a sus compañeras

La memoria es una habilidad imprescindible en el mundo de las abejas melíferas. Cuando las malas condiciones meteorológicas no permiten salir en busca de néctar, las abejas conservan en la memoria la posición de los puntos de alimentación que sus compañeras han visitado anteriormente y que han dado buenos resultados. La exploración de nuevos territorios suele llevarse a cabo por un pequeño porcentaje de abejas viejas, que actúan como avanzadilla del resto de las exploradoras, que acudirán al lugar minutos más tarde después de ser reclutadas. Ese traslado de conocimiento permite a las recolectoras alcanzar el mismo lugar de alimentación en el menor tiempo posible, con el consiguiente ahorro de energía. 

abejas melíferas

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Se comunican a través de complejos bailes

¿Cómo consigue una abeja comunicar a sus compañeras la ruta más corta hacia una flor? Gracias a un complejo sistema ‘lenguaje del baile’, una de las formas de comunicación animal más estudiadas por los científicos. Se trata de una danza vibratoria en la que la abeja  ‘transmisora’ ancla sus patas en los bordes de la celdilla y proyecta su cuerpo a ambos lados a una velocidad de unas 15 veces por segundo, tras lo cual se vuelve describiendo dos círculos, uno en cada dirección. El ciclo completo de baile dura solo unos segundos y se desarrolla en una superficie muy reducida, de entre 2 y 4 centímetros de diámetro, casi siempre en una pequeña área próxima a la entrada de la colmena. Sobre el suelo de baile, las bailarinas se encuentran con abejas recolectoras interesadas que se interesan en esos mensajes, como si una ‘plaza de mercado’ se tratase. Así, las bailarinas y sus seguidoras conforman un ballet de baile en el que todos los movimientos están perfectamente estudiados. Estas últimas tienen un cometido: reproducir exactamente la misma danza que sus instructoras para determinar el recorrido a seguir. 

Jalea real abe

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Las futuras reinas se alimentan en su mayor parte de jalea real

Las sociedades de abejas melíferas están compuestas por un estricto sistema de castas formado por una o más abejas reinas, abejas obreras (divididas en exploradoras, recolectoras y nodrizas), y zánganos, machos cuya única función es la provisión de esperma para futuras abejas reinas. ¿Cómo se llega a ser reina? A través de la alimentación. Las larvas de futuras reinas reciben hasta 10 veces más jalea real que el resto de las larvas.  Esta leche fraterna’, secretada principalmente, aunque no exclusivamente, por las abejas nodrizas, no solo es un elixir real. Tiene una función de vital importancia para la salud de la población apícola: de forma similar a lo que sucede con la leche materna en los mamíferos, proporciona a las larvas en su primera etapa de vida una protección inmunitaria frente a las principales infecciones que las acechan. 

panal de abejas

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Son las únicas abejas que fabrican con su organismo el material para construir sus nidos

La importancia del panal para funcionamiento de la colonia apícola va mucho más allá de la que corresponde al concepto general de lo que es un nido, esto es, una estructura que se fabrica con materiales del entorno y que ofrece protección del exterior. Así, la colmena no es solo un espacio habitable, sino que reúne diversas partes de un superorganismo: esqueleto, órgano sensorial, sistema nervioso, acumulador de memoria y sistema inmunitario. En otras palabras, podría decirse que no solo están producidos íntegramente por las abejas, sino que, además, son consustanciales a ellas. Tanto es así que las abejas melíferas lo construyen con una sustancia segregada por su propio organismo: la cera. De esta manera, estos insectos son capaces de controlar por sí mismas las características de los materiales de construcción que emplean para la construcción de sus nidos.

Panal de abejas

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Las celdillas de los panales son geométricamente idénticos

Si uno observa de cerca un panal de abejas melíferas, probablemente quedará impresionado ante la regularidad del patrón geométrico de sus celdas. Si se examina con detalle, se confirma que se trata de obras de una extraordinaria precisión. El espesor de la pared de la celdilla es siempre el mismo: 0,07 milímetros en toda la longitud, y todos los ángulos entre las paredes lisas miden 120º. Curiosamente, la forma original de las celdas no es hexagonal, sino cilíndrica. Se van haciendo tan delgados que forman tres rombos regulares y completamente plano. Al calentarse, se transforman en las características celdas hexagonales. Con estas capacidades, no sería extraño atribuir a las abejas un instinto matemático. Y ¿cómo calculan la posición exacta desde al que construir? Gracias a una especie de almohadillas presentes en los pelos, unos sensores que tienen distribuidas en todas las articulaciones y que les ayudan a percibir la dirección en la que actúa la fuerza de gravedad, y, por consiguiente, a determinar la dirección en la que deben construir los panales. 

zánganos de abejas

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Los machos solo sirven para aparearse

La inmensa mayoría de las abejas son hembras. Entonces, ¿para qué existen los machos? Prácticamente para nada. En realidad son improductivos y solo consumen recursos de la colonia. Por suerte para las hembras, solo están presentes durante unos meses al año. Entonces, ¿cuál es su función? Son básicamente un almacén de esperma dispuesto para la fecundación de las abejas reinas. La misma colonia regula la producción de machos según las necesidades de la colmena. Así, cuando es necesario, las abejas obreras agregan unas 2.000 celdillas extras, que tienen un diámetro algo mayor que las demás. Cuando la reina topa con una celdilla de mayor tamaño pondrá un huevo no fecundado, del que nacerá un macho. Un número de machos superior al estrictamente necesario puede acarrear un fatal desequilibrio en la colmena, por lo que las abejas controlarán estrictamente la población de zánganos. 

zángano de abeja

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Algunos incluso mueren después del coito

El apareamiento de las abejas melíferas se produce en los llamados ‘vuelos nupciales’, en los que las reinas y los machos se acoplan en el aire. Cuando un zángano divisa una reina, la siguen y la acompañan como si estuvieran unidas por un hilo. Luego la sujetan por las patas y acoplan su órgano sexual, llamado ‘endofalo’, a los genitales de las hembras. Después del apareamiento, es la propia reina la que arranca literalmente las partes reproductoras del macho y succiona ella misma el semen mediante contracciones de su abdomen. Los machos, desprovistos de su único órgano valioso, explotan en el aire, provocando a veces un sonido audible incluso para el oído humano. Un auténtico suicidio por amor. No es raro encontrar en el suelo acúmulos de zánganos del tamaño de un puño, de cuyo interior puede liberarse una abeja reina. Una imagen muy ilustrativa del precio que supone para los machos el apareamiento.

Las hembras se quedan con el pene del macho en calidad de trofeo

Imagen del endofalo de un macho

Jerzy Woyke/ Universidad de Varsovia

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Las hembras se quedan con el pene del macho en calidad de trofeo

Después de arrancar el endofalo del macho, el órgano genital permanece pegado al orificio genital de la hembra, que se queda con el órgano genital masculino a modo de ‘huella de coito’ o ‘testimonio de la fecundación’ del vuelo nupcial' y lo devuelve a la colmena como si un trofeo se tratase. Sorprendentemente, estos órganos sexuales no actúan como un cinturón de castidad en las hembras, sino más bien todo lo contrario: atraen a más zánganos, que acudirán impacientes para sustituirlo por el suyo y así transmitir sus propios genes.

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