El papel crucial de España en el aterrizaje en la Luna en 1969

La base que estaba en Madrid era la única que tenía visibilidad durante el alunizaje. La responsabilidad era muy alta y los científicos españoles estuvieron a la altura. Hablamos con las dos primeras personas que oyeron las famosas palabras de Armstrong tras pisar la Luna.

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El 20 de Julio de 1969 Neil Armstrong y Buzz Aldrin se convertían en los primeros humanos en posarse en la Luna.
Foto: NASA

Aquí base de La Tranquilidad, el Águila ha aterrizado. “Tuvimos el privilegio de ser los primeros en oírlo. Antes que el propio Houston”, explica Carlos González. Él es uno de los ingenieros en España que ayudaron a dar cobertura al Apolo 11, cuando la comunicación entre los astronautas y el centro de control de Houston se interrumpía a causa de la rotación de la Tierra.

El Centro de comunicaciones español, el NASCOM, estaba en Robledo (Madrid). Todo lo que se recibía y enviaba desde Houston al Apolo pasaba por ahí. El ingeniero José Manuel Grande se encargaba de Mantener las comunicaciones entre Robledo y Fresnedillas (a 50 km de Madrid), desde donde Carlos González se ocupaba de los receptores y transmisores que comunicaban directamente con la nave. Los dos españoles tenían una gran responsabilidad en la misión, aunque ambos confiaban plenamente en que todo saldría bien.

“Tuvimos el privilegio de ser los primeros en oírlo. Antes que el propio Houston”, explica Carlos González

“Habíamos pasado por un entrenamiento exhaustivo y conocíamos los entresijos de la misión”, explica González. Cuando Armstrong se dispuso a alunizar, todas las comunicaciones se hicieron a través de Fresnedillas , la única estación que tenía visibilidad. Tras el alunizaje, el mundo entero celebró el hito, pero los ingenieros españoles tuvieron que reservarse. “sentí una gran emoción pero aquello no había terminado y la responsabilidad que tenía entre manos era más importante”, admite González. “Después, cuando la Luna se ocultó y Houston nos dijo ‘Gracias Madrid, nos vemos mañana’, se desataron los nervios, la ansiedad y nos temblaron las rodillas”.

Hablamos con ellos para conocer a fondo su historia, la situación de la ciencia durante la Guerra Fría, sus sensaciones, la tecnología usada...

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¿Cómo vivisteis la Carrera Espacial?

José Manuel Grandela (JMG): Con gran expectación porque cada nueva prueba, tanto americana como soviética, superaba a la anterior.

Carlos González (CG): Cuando comienza la carrera espacial era demasiado joven como para entender o preocuparme de aquello. Sí que recuerdo subir a la terraza del edificio donde vivíamos en Madrid a ver un punto de luz desplazarse por el cielo en ciertos días y a ciertas horas que, según mi padre, que era quien me enseñaba aquello, era el Sputnik. Obviamente la contaminación lumínica de Madrid no tenía nada que ver con la actual.

Teniendo en cuenta que España vivía en una dictadura, ¿llegaban todo tipo de noticias a nuestro país? ¿Existía algún tipo de censura?

JMG: Todas y de todo el mundo. ¡Qué pregunta! Yo compraba todo tipo de prensa internacional en la Gran Vía y, relacionadas con España, sabía lo mismo que con la prensa nacional. En cuanto a los avances espaciales sabíamos todo lo que hacían los norteamericanos, en cambio de la URSS se ignoraba todo porque la dictadura marxista sólo anunciaba sus éxitos confirmados. Nunca se arriesgaban a anunciar un nuevo lanzamiento que pudiera fracasar (que los hubo).

CG: El cuándo, el cómo, y el dónde podía verse este satélite lo publicaban los medios, así que no había censura informativa.

En todo este contexto de la Carrera Espacial entre rusos y  americanos ¿Cómo se percibía desde las instituciones españolas la necesidad de explorar el universo?

JMG: La exploración del Universo no era la máxima prioridad ni para la Administración española ni para ninguna otra nación occidental, dado lo costosísima que era cualquier prueba o experimento. De hecho sólo las dos grandes potencias ganadoras de la 2ª Guerra Mundial estaban empeñadas en conseguir la supremacía en el campo militar y espacial, y por eso no ponían freno al dispendio económico que tal esfuerzo conllevaba. Los demás países no se podían permitir ese lujo y se limitaron a lanzar cohetes sondas como Gran Bretaña, Francia y España (desde la base de Campo Arenosillo en Matalascañas, Huelva).

CG: Como te comentaba, era demasiado joven como para que me preocuparan ese tipo de cosas. Mi preocupación eran mis estudios y mis amigos.

"Los vuelos tripulados previos, VII, VIII, IX, y X, no habían tenido problemas así que ¿por qué los iba a tener este?" Carlos González

Entonces, ¿existía algún tipo de sentimiento de inferioridad ante el despliegue tecnológico que hacían americanos y los rusos durante aquellos años?

JMG: “Si” por parte de las naciones occidentales europeas, porque conocían la enorme distancia científica y económica que les separaba de las dos grandes potencias adversarias. La futura Agencia Espacial Europea –inicialmente ESRO- a la que pertenecía España desde sus inicios a principios de la década de los 60, fue dando pasitos trémulos en la misma dirección que los norteamericanos y soviéticos, aunque a muy larga distancia.

"Nuestro trabajo no era secreto de Estado, aunque sí que aconsejaban no comentar demasiadas cosas a los medios" Carlos González

¿Era vuestro trabajo era secreto de Estado?

JMG: “NO” hasta donde yo recuerdo. De hecho los periodistas entraban y salían de la Estación constantemente, y nos hacía cientos de preguntas que luego divulgaban, cosa que hubiese sido inviable en la URSS, por ejemplo.

CG: No creo que pueda denominarse así. Aunque sí que aconsejaban no comentar demasiadas cosas a los medios.

 ¿Cómo vivisteis la misión?

JMG: La misión Apollo XI la vivimos a diario estudiando voluminosos libros y manuales, y practicando con mucha frecuencia con otras estaciones de la red de seguimiento (MSFN- Manned Space Flight Network) esparcidas por todo el planeta.

CG:  Éramos conscientes del peligro, no solo en esa misión sino en todas, pero había un sentimiento general de que aquello iba a salir bien.

En los momentos más críticos, ¿erais conscientes del peligro que corrían los astronautas?

JMG: Sin duda. Nos los conocíamos al dedillo, gracias al curso  Apollo Indoctrination que habíamos recibido, y a las pruebas ya mencionadas, qué momentos podían ser de extrema gravedad o críticos, que fueron muchos.

CG: Los vuelos tripulados previos, VII, VIII, IX, y X, no habían tenido problemas así que ¿por qué los iba a tener este?

¿Cómo conseguisteis mantener la calma?

JMG: Simplemente volcando tus conocimientos, enseñanzas y profesionalidad en los equipos que te habían asignado. Ni más ni menos.

CG: La manera más fácil de mantener la calma era centrándonos en nuestro trabajo. Todo lo que hacíamos tenía que ser perfecto para que aquello funcionara. Yo estaba al cargo de los transmisores y receptores así que me afanaba en mantener buenas comunicaciones y pensaba menos en la trascendencia del evento.

"La manera más fácil de mantener la calma era centrándonos en nuestro trabajo. Todo lo que hacíamos tenía que ser perfecto para que aquello funcionara" Carlos Grandela 

¿Cómo fue a nivel técnico el proceso de transmisión de la información?

JMG: Los astronautas y sus naves Columbia (módulo de mando) e Eagle (módulo lunar), nos enviaban miles de datos personales y técnicos, que nosotros demodulábamos, clasificábamos, grabábamos y reexpedíamos a Houston, y hacíamos la operación inversa para todo aquello que el MSC (Centro de Control de la Misión) en Houston quería que llegara a la tripulación o sus naves. Éramos el trampolín imprescindible en toda aquella complejísima conexión que acertadamente alguien llamó “El Enlace Vital”.

CG: La tecnología empleada en aquel momento era de primera línea pero suficientemente contrastada para ser fiable. Aquí no había receptores/transmisores/amplificadores/equipo de proceso de datos (ordenadores), o sistemas de comunicación como aquellos. Eso fue un hándicap porque tuvimos que aprendérnoslos desde cero.

Solo a título informativo, el procesador que manejaba los datos para enviarlos a Houston era un Univac 642B, que era del tipo de los que llevaban los submarinos nucleares americanos.

¿Qué sentisteis cuando Armstrong posó sus pies en la Luna y dijo el famoso  "un pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la Humanidad" ?

JMG: Un mucho de asombro por lo que estaba ocurriendo, y un algo de incredulidad en cuanto a que mi humilde persona estuviera participando en aquella milagrosa hazaña de la Humanidad.

CG: Sensación de logro. Se había conseguido. Solo cuando terminó el turno y dejamos a un lado la responsabilidad de la operación, fue cuando fuimos conscientes de la importancia del hecho. De que habíamos participado en algo histórico aunque solo fuéramos un pequeño granito de arena dentro de aquella impresionante organización. Pero nos quedó una primicia. Dado el retardo de las comunicaciones entre Madrid y Houston, nosotros oímos a Armstrong antes que nadie.

"Cuando Armstrong pisó la Luna sentí un mucho de asombro por lo que estaba ocurriendo, y un algo de incredulidad en cuanto a que mi humilde persona estuviera participando en aquella milagrosa hazaña de la Humanidad" Jose Manuel Grandela

En cualquier caso resulta curioso que precisamente la NASA escogiera las bases de Robledo y Fresnedillas… ¿Qué tenían de especial?

JMG: Robledo había sido construida en un paraje muy especial en la Sierra madrileña, alejada de ruidos industriales, tendidos electrificados, o cualquier otro tipo de interferencia radioeléctrica, en una hoya protegida por varias montañas. Al amparo de esa localización, Robledo fue la estación seleccionada por la NASA en el planeta que recibió las primeras fotografías de Marte en 1965, enviadas por la sonda Mariner 4.

CG: Cuando se inicia la exploración espacial se ve la necesidad de tener tres estaciones con antenas de 26 metros separadas alrededor de 120 grados en longitud. De esa manera cualquier sonda espacial está a la vista de, al menos, una de esas estaciones. Ya había una en California, USA, otra en Australia, la que faltaba tenía que estar en el sur de Francia, Italia, norte de Marruecos, o España.

Francia era muy cara, Italia tenía una estabilidad política cuestionable, Marruecos ni se pensó. España, con una situación política estable y un cambio peseta-dólar favorable, fue la elegida. Se encontró un sitio ideal en el municipio de Robledo y se construyó una antena de 26 metros para espacio profundo en el 65.

Pero, ¿por qué dos centros distintos?

JMG: Por otro lado, la estación de Fresnedillas, construida específicamente para el Programa Apolo, necesitaba una estación de solvencia reconocida en sus proximidades para una misión tripulada tan compleja, y muy especialmente para hacerse cargo del control de la Columbia, mientras Fresnedillas lo hacía de la Eagle, cuando ambas se separaron en busca del primer alunizaje.

CG: El proyecto Apolo creó la necesidad de construir otra red de antenas de 26 metros separadas por 120 grados, y se pensó que poniéndolas cerca de las ya existentes del espacio profundo habría siempre una antena de reserva en caso de problemas. Así que...California, Australia y España.

Volviendo a vuestras sensaciones en los momentos decisivos, ¿erais conscientes de la importancia del momento? ¿Eso os acongojó de alguna manera?

JMG: Sin duda éramos conscientes, pero nuestra profesionalidad supo estar a la altura de las circunstancias, y desde luego no recuerdo que ningún compañero se amedrentara por el acontecimiento histórico en el que estábamos participando.

CG: Como te comentaba, la comprensión de lo que habíamos vivido llegó después del turno, cuando fuimos liberados de la responsabilidad del correcto funcionamiento de nuestros equipos.

Una vez terminada la misión Apolo, ¿conocisteis después a Aldrin, Collins o Armstrong?

JMG: Yo sí tuve ocasión de conocer personalmente a Buzz Aldrin primero, y a Neil Armstrong después, entre una veintena de astronautas de otras misiones.

CG: Hubo una recepción en la residencia del embajador de USA durante su viaje a Madrid (el de los astronautas), fui invitado y tuve el honor de estrechar sus manos, pero eso fue todo.

Suponemos que no fue la única misión en vuestras vistas. ¿Participasteis posteriormente en algún otro momento decisivo o misión internacional?

JMG: Participamos en todas las misiones tripuladas de la NASA: laboratorio espacial Skylab (1973/74); primera misión de cooperación internacional USA-URSS Apollo-Soyuz (1975); transbordador espacial Space Shuttle, desde el STS-1 Columbia (1981) al STS-86 Atlantis (1997). Sin olvidar nunca la decisiva participación en las ambiciosas misiones interplanetarias Mariner, Pioneer, Viking, Voyager, Magellan, Galileo, Cassini, etc., que no han cesado de ampliar y desvelar secretos del Sistema Solar.

CG: En el Apollo XIII, en el primer vuelo de un transbordador (el Columbia), en el control de la maniobra de reentrada del Skylab, en el Apollo-Soyuz.

"Creo que el hombre colonizará la Luna, pero no en un futuro inmediato" Carlos González

Mirando hacia el futuro, ¿cuánto creéis que tardará el ser humano en colonizar la Luna y establecer una base estable sobre su superficie?

JMG: En cualquier momento, si la República Popular China cumple sus promesas de hacerlo. El resto de las grandes potencias económicas se unirán para no dejarles solos a su libre albedrío. Sería un excelente acicate para el mundo científico.

CG: Es difícil de aventurar. La tecnología actual lo hace más fácil que el vuelo del Apolo XI pero su impacto económico puede ser un gran impedimento. Creo que se hará, pero no en un futuro inmediato.

Foto: JM Grandela

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Jose Manuel Grandela junto a la antena de 26 metros de altura

Como explica Carlos González, para poder comunicarse eran necesarias tres estaciones con antenas de 26 metros separadas alrededor de 120 grados en longitud. De esa manera cualquier sonda espacial está a la vista de, al menos, una de esas estaciones. Ya había una en California, USA, otra en Australia, la que faltaba tenía que estar en el sur de Francia, Italia, norte de Marruecos, o España.

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Jose Manuel Grandela y Carlos González en la actualidad

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El interior de las instalaciones de Fresnedillas alrededor del año 1969

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Parte del equipo español que participó en la llegada del hombre a la Luna en 1969

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José M Grandela en una foto actual

Foto: JM Grandela

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Jose Manuel Grandela en la base de Fresnedillas en 1970

Foto: JM Grandela

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Diploma de reconocimiento de la NASA por el apoyo prestado durante la misión Apolo 11