Chocolate, ¿un afrodisíaco?

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Semillas de cacao
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El cacao y sus derivados siempre han sido considerados una delicia tanto por su sabor como por sus cualidades afrodisíacas. A lo largo de la historia, desde los aztecas, pasando por la aristo­cracia europea del siglo XVIII y hasta llegar a los enamorados que hoy celebran San Valentín, muchos son los que han proclamado sus virtudes, ¿pero realmente despiertan el apetito sexual las semillas de este árbol que los antiguos pobladores mexicas consideraban «el alimento de los dioses»?

Seguramente la primera mención a los efectos excitantes del cacao procede de la crónica Histo­ria verdadera de la conquista de la Nueva España, del conquistador Bernal Díaz del Castillo, quien relata cómo en un banquete sirven hasta 50 copas de una bebida de cacao a Moctezuma, gobernante mexica de Tenochtitlán, antes de dirigirse a su harén. Desde entonces, este alimento se asoció con la lujuria y la pasión.

Tras la llegada del cacao al Viejo Mundo en el siglo XVI fruto de las expediciones de Hernán Cortés por tierras mexicanas, algunos clérigos culparon a este producto de avivar comportamien­tos promiscuos, e incluso la Iglesia católica puso en cuestión durante años si su consumo era pecado en períodos de ayuno, como la Cuaresma. Sin em­­bargo, en el siglo XVII el cardenal italiano Francesco Maria Brancaccio zanjó el debate aludiendo a la premisa de que liquidum non frangit jejunum (el líquido no infringe el ayuno), ya que por aquel entonces el chocolate solo se consumía bebido.

Un siglo más tarde, muchos aristócratas europeos no dudaron en incluirlo en su lista de placeres eróticos, como Madame de Pompadour, la cortesana más célebre del rey Luis XV, que bebía chocolate para mostrarse apasionada ante su amante, o los libertinos Casanova y el marqués de Sade, que también lo consumían para despertar su libido.

Hoy sabemos que el chocolate contiene dos compuestos químicos relacionados con propiedades afrodisíacas: el triptófano, un componente básico de la serotonina –neurotransmisor involucrado en la excitación sexual–, y la feniletilamina, otro neurotransmisor vinculado con la euforia producida por el cerebro cuando una persona se enamora. Sin embargo, las cantidades de estos compuestos presentes en el chocolate que llegan al cerebro no tienen un efecto medible sobre el deseo.

La mayoría de los científicos cree que si el cho­­colate posee cualidades afrodisíacas, probablemente sean psicológicas, no fisiológicas, debido al efecto placebo y a su poder sugestivo. Asimis­­mo, el placer hedonista de comer puede fácilmente trasladarse al terreno sensual, pues, ¿quién puede resistirse al sabor, la textura y el aroma de una caja de bombones el día de San Valentín?

Este artículo pertenece al número de Mayo de 2020 de la revista National Geographic.