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10 bulos sobre el cáncer

Esta es la paradoja del cáncer: en los últimos cuarenta años, la ciencia ha logrado que la tasa de supervivencia de los afectados se doble. Mientras, la llegada de internet y las redes sociales ha hecho que los bulos irracionales sobre esta enfermedad alcancen más difusión que nunca.

10 bulos sobre el cáncer (Francisco Cañizares, Sarah Romero)

Las lagunas en el conocimiento de las doscientas dolencias que engloban lo que llamamos  cáncer y la perspectiva sombría de muchos diagnósticos alimentan el miedo. “De este temor surgen la desesperanza y el negocio. Basta ver la cantidad de dietas y suplementos sin aval científico que hay alrededor del cáncer y que llenan muchos bolsillos”, dice Emilio Alba, director de la Unidad Intercentros de Oncología Médica de los Hospitales Regional y Virgen de la Victoria de Málaga y expresidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Hemos hablado con oncólogos, nutricionistas y cirujanos para aclarar confusiones. Tras ellas, además del miedo, se oculta a veces la idea de que el cáncer es una lotería contra la que solo cabe resignarse. Falso. Podemos hacer muchas cosas para reducir las probabilidades de contraer la enfermedad. Para empezar, desterrar las mentiras. Aquí van diez de ellas.

10 bulos sobre el cáncer

10 bulos sobre el cáncerMidjourney/Sarah Romero

Antes del siglo XX, muy pocas personas morían de cáncer. Pero se han hallado tumores en huesos fosilizados de dinosaurios, y en restos humanos con muchos miles de años. Un papiro egipcio de entre 3000 a. C. y 1500 a. C. menciona por primera vez lo que pudo ser un tumor de mama, dados los síntomas que refiere, y de esta época y lugar nos ha llegado el primer tratamiento: una mezcla de mostaza, miel, pepinos y hierbas. Se cree que el nombre de cáncer fue una idea de Hipócrates, el famoso médico griego nacido en 460 a. C.; al parecer, los tumores abiertos le recordaban a un cangrejo. Hasta el siglo pasado, los fallecimientos por esta dolencia eran pocos por dos motivos: primero, que la esperanza de vida era mucho menor (41 años en la España de 1910); aunque la enfermedad puede surgir en las primeras décadas de vida, la probabilidad de desarrollarla se multiplica con la edad. Segundo, que en los últimos cien años se han disparado ciertos factores de riesgo, sobre todo cuatro: el tabaquismo (fumar se popularizó a partir de 1920), la obesidad, la contaminación y tomar el sol para broncearse.

Los oncólogos creen que este bulo surgió hace siglos, cuando se operaban los tumores en estadios muy avanzados –no había medios para una detección precoz–, y el cirujano ya no podía salvar al paciente. A la cirugía se recurre siempre que pueda extirparse el tumor entero, dado que es el tratamiento con mayor probabilidad de éxito. El reto es evitar que el cáncer se reproduzca, “y para ello se extirpa un margen de tejido sano alrededor y se extraen los ganglios afectados”, explica Carlos Ruiz Escudero, cirujano oncológico y jefe de Otorrinolaringología del Hospital Universitario Quirónsalud de Madrid. En el caso del melanoma o del cáncer de mama, ese entorno de seguridad es de un centímetro; en los tumores de colon o de estómago, de cinco. Hay situaciones especiales en las que el cirujano ha de tener aún más cuidado. El doctor Ruiz Escudero cita una ligada a su especialidad: “Las metástasis ganglionares de carcinomas epidermoides en el cuello que no se tratan adecuadamente se pueden extender. Aparte de una prueba de imagen para observar su extensión, se puede hacer una punción para extraer células del tumor y comprobar su malignidad. Si en vez de punción se abre ese ganglio, puede diseminarse el tumor, lo que complica su tratamiento”.

Se puede tocar, abrazar o besar a un enfermo de cáncer –también si está bajo quimioterapia o radioterapia–, sin riesgo. “Y usar los mismos cubiertos, toallas o sábanas, o mantener relaciones sexuales con él”, dice Pedro Pérez Segura, jefe de Oncología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Hay personas que identifican la implicación de ciertos virus y bacterias en algunos tipos de cáncer con un potencial efecto contagioso. Es falso. El doctor Pérez Segura señala que “sabemos que los pacientes que tienen Helicobacter pylori, una bacteria que se asienta en el estómago, presentan más riesgo de padecer cáncer en este órgano si esta no se elimina. Y que algunas infecciones víricas de carácter crónico, como la originada por el virus del papiloma humano (VPH), se relacionan con el cáncer de cuello uterino, entre otros”. Portar un virus no implica que se vaya a tener cáncer. Por ejemplo, el VPH está presente en el 60 % de la población –se transmite en las relaciones sexuales–, pero suele permanecer inactivo. Si da la cara y causa infecciones reiteradas, puede originar un tumor pasados los años.

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Lo sostenían algunos investigadores a principios del siglo XIX, pero sus experimentos con animales lo desmintieron. Tampoco tienen nada que ver los sujetadores con aros, aunque los especialistas se topan a menudo con ambas creencias. Juan de la Haba, oncólogo experto en cáncer de mama del Hospital Reina Sofía de Córdoba, atribuye el equívoco a que, “a partir de un golpe, la mujer pasa a tocarse el pecho y de manera casual puede detectar algún bulto o síntoma de dolor persistente”. A veces, el traumatismo es providencial, “porque acude al médico y se evita un diagnóstico tardío y un peor pronóstico”.

Elena Pérez Montero, nutricionista del Hospital Quirónsalud de Madrid, aclara el origen de esta mentira: “Antiguamente, en el proceso de elaboración de edulcorantes, como la sacarina, se usaba benceno, que hoy sabemos que es cancerígeno”. El potencial dañino de este sustituto del azúcar y otros, caso de los ciclamatos, llevó a su prohibición en Estados Unidos, pero estudios posteriores descartaron el riesgo. “Los aditivos pasan controles tan exhaustivos como los de un fármaco”, dice Pérez Montero. El margen de seguridad con el que se autoriza su uso en la industria alimentaria es muy restrictivo. Se parte de la cantidad de edulcorante sin efectos secundarios más alta y se aprueba una cien veces menor. También es falso que tomar mucho azúcar aumente el ritmo de reproducción de las células malignas, que se las apañan para conseguir glucosa por vía metabólica.

Solo en un porcentaje de casos del 5 % al 10 %”, indica Pérez Segura. Quien crea tener tal predisposición debe acudir a su médico para que este le derive a una unidad de cáncer familiar. Jamás hay que recurrir a webs que ofrecen estudios genéticos a partir de muestras de saliva y similares, sin asesoramiento de un especialista. ¿Qué factores delatan un cuadro hereditario? El doctor Pérez Segura da cuatro: “Que haya varias generaciones afectadas; que los tumores de esas familias guarden relación –por ejemplo, que tengan cáncer de mama, o mama y ovario, o colon y endometrio–; que aparezcan a una edad más precoz de lo normal; y, en el caso del cáncer de mama, que haya precedentes de tumores bilaterales”.

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Lo que determina su virulencia es el tipo de cáncer, no la edad. El doctor Alba pone dos ejemplos: “La leucemia es mucho peor en una persona mayor que en una joven; en el cáncer de próstata pasa lo contrario”. Hay tumores, como el de páncreas, que tienen mal pronóstico a cualquier edad, mientras que los de testículos tiene unos índices de curación en España del 95 %. Los datos epidemiológicos demuestran que los tumores en niños y jóvenes evolucionan mejor que en adultos; se curan tres de cada cuatro de los cánceres infantiles y juveniles, y la mortalidad –tres de cada cuatro fallecimientos– se concentra a partir de los 65 años. ¿A qué achaca la ciencia la agresividad de un tumor concreto? “Aunque no está del todo claro —apunta el doctor Alba—, parece deberse a causas genéticas”.

Entre el 30 % y el 50 % de los pacientes oncológicos acuden a la medicina alternativa para aliviar los síntomas o tolerar mejor los efectos secundarios del tratamiento, según la SEOM. Unos pocos van más allá y abandonan las terapias convencionales para buscar en distintos productos herbarios una cura imposible, porque ninguna planta conocida ataja la enfermedad. “Me he encontrado solo dos o tres casos en veinticinco años de carrera –comenta el doctor Pérez Segura–, y fueron dramáticos tanto para la calidad de vida como para la supervivencia”. Dado que muchos enfermos sí los toman, por ejemplo, durante los ciclos de quimioterapia –que suele producir, entre otras cosas, náuseas, vómitos y diarreas–, los oncólogos intentan persuadirlos para que les cuenten qué sustancias usan, y así asesorarlos sobre cuáles pueden ingerir. La idea que intentan transmitirles es que no todo lo natural es inocuo. Según el doctor Pérez Segura, “se lo decimos, en primer lugar, por su seguridad, porque puede haber efectos secundarios graves, sobre todo hepáticos y renales; y segundo, porque algunas de estas plantas alteran la eficacia del tratamiento oncológico”.

Las pastillas anticonceptivas disminuyen el riesgo de cáncer de ovario y endometrio; pero incrementan el de desarrollar tumores de mama si se toman durante más de cinco años. El doctor De la Haba matiza que el incremento “es pequeño”. Numerosas investigaciones coinciden en que, en esas condiciones, las probabilidades de sufrir un cáncer de mama aumentan entre un 7 % y un 10 %. “Sin tomar estos tratamientos, el riesgo de desarrollarlo se sitúa entre el 10 % y el 15 %; es decir, que de cada diez mujeres, una o dos tendrán un tumor mamario. En cambio, de cada diez que emplean anticonceptivos orales, lo sufrirán tres o cuatro”. Por eso, los especialistas recomiendan plantearse el tratamiento como algo temporal: todo lo que sea mantenerlo más de cinco años va aumentando el riesgo.

Sabemos cómo nos afecta el exceso de radiación gracias a los supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki y los de accidentes nucleares como el de Chernóbil: entre ellos hubo un número muy superior al normal de tumores de pulmón, colon, mama, tiroides, vejiga y leucemia. De ahí que se haya especulado con los efectos de las ondas de radio del móvil, el microondas o el wifi. Los científicos son claros: tales radiaciones no tienen energía suficiente para dañar el ADN celular y desencadenar un cáncer, ni siquiera en el caso de exposiciones de muchos años. Para el doctor Alba, los datos epidemiológicos y los muchos trabajos sobre radiación electromagnética confirman que el móvil es seguro: “Ningún estudio ha aportado pruebas empíricas en contra. Si los móviles, que llevamos utilizando más de dos décadas, tuvieran alguna incidencia en los tumores cerebrales, estos se habrían disparado, y en los últimos cuarenta años no ha sido así”.

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