Museos Vaticanos

En el extremo derecho del triángulo frontal de un templo, desde el fondo de la última losa colocada encima de la viga lateral del tímpano, asomaba en neto relieve el animal, como si levantara el vuelo, con las patas anteriores apuntando al cielo. Una sobria policromía, sabiamente alternada con áreas sin pintar, define los detalles de la figura y cualifica la superficie, donde se desarrolla una decoración en forma de escamas. El caballo originalmente debía estar enjaezado con un mueso, probablemente de bronce.
La figura se enmarca plenamente en la tradición iconográfica griega, que en el arcaísmo ya usaba cabezas de caballo aisladas como único elemento decorativo en la cerámica ática. Por el naturalismo y el vigor del objeto, este Pegaso remite a las conquistas formales del arte griego de inicios del s. V a.C. Se sitúa entre las mejores realizaciones de la coroplastia etrusca que han llegado hasta nosotros, a la altura de la buena fama de la que gozaba en la antigua Italia.