Bronca (Beef)
Cine - Series / Lee Sung Jin


Bronca (Beef)

8 / 10
Fran González — 14-04-2023
Empresa — Netflix
Fotografía — Cartel de la serie

¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar para alcanzar una vida de ensueño? ¿Cuánto puede durar una sonrisa fingida sin que se nos muera algo por dentro? ¿En qué momento nuestra infelicidad más profunda y dolorosa comienza a justificar todo el daño que causamos a nuestro alrededor? Entre otras, éstas son algunas de las cuestiones que el cineasta y guionista coreano Lee Sung Jin retrata y plantea en esta brillante co-producción televisiva entre A24 y Netflix titulada “Beef (Bronca)”, el nuevo éxito del gigante del streaming y un relato ejemplar que captura como nadie una colección de miserias humanas incómodamente reconocibles y familiares para el espectador.

Para conectar con el verdadero mensaje de “Beef (Bronca)” hay que estar podrido por dentro. La buena y la mala noticia es que todos lo estamos en mayor y menor medida, y saber verlo es el primer paso. Ya bien seas un ñapas a domicilio, una florista reputada, un nepobaby con dejes de artista sin talento o un parásito centennial con cripto-aspiraciones, nadie se libra en esta selva posmoderna de ser víctima de un pasado traumático y de un presente digitalizado y capitalizado. Y si creíamos que estas concesiones socio-tecnológicas no iban a pasarnos factura, aquí está este ejemplo que aúna costumbrismo y surrealismo a golpe de dramedia para enseñarnos lo perturbador que puede llegar a ser no escuchar apropiadamente las señales de alarma que nuestra salud mental clama a viva voz desde nuestro interior.

Si Amy Lau (Ali Wong) y Danny Cho (Steven Yeun) hubieran conocido el destino de sus vidas tras su particular encontronazo en aquel parking público, muy probablemente habrían dejado correr su personal rifirrafe y contado hasta diez. Pero la bomba tenía que estallar en sus vidas porque ni el uno ni el otro podían continuar así. Y es que lo que refleja la complejidad de “Beef (Bronca)” con ese mundano escenario que todos los presentes hemos vivido alguna vez no es más que la exposición desnuda de la punta de un iceberg muy turbio y peligrosamente escondido bajo capas de anhelos, frustraciones y vidas idealizadas y maquilladas. Amy y Danny protagonizan su singular reversión de “Un día de furia” (1973), compitiendo entre sí por ver quién repele más al espectador y enredando de forma cada vez más descabellada una trama en la que uno termina preguntándose cómo de lejos puede llevarse una venganza y hasta qué punto vemos en nuestro enemigo las mismas facetas odiosas que nos definen y nos repugnan a partes iguales. Dos cuervos condenados a hacerse tropelías entre sí, hasta reparar en el hecho de ser tal para cual.

Si permanecemos atentos a su potente carga narrativa (que no por terrenal y disparatada deja de ser menos significativa) observaremos cómo “Beef (Bronca)” procede a abrir muchos melones que se sienten casi como puñaladas directas en la memoria de los tempranos millennials, quienes arrastran sobre sí los pesados dejes de una generación anterior descreída y escéptica y la responsabilidad de representar, como conejillos de indias, una revolución social para la que no estaban preparados. Ciertos golpes de humor negro nos harán olvidar puntualmente la trágica intrahistoria que esconde esta serie, pero será especialmente en su último capítulo donde esos dos cuervos, intoxicados por bayas de saúco, se abrirán el uno con el otro como nunca antes lo habían hecho, encontrándose de forma mutua en este universo repleto de amenazas y miedos en el que creen vivir y contra el que solo conjuntamente se sentirán capaces de resistir (un guiño parcial a ese capítulo titulado “Nosedive” de “Black Mirror” que tal vez solo el arriba firmante creyó ver). Con todo, “Beef (Bronca)” supone una de las mejores producciones originales de ambas compañías y sus diez capítulos (firmados a pachas entre Mitsuyo Miyazaki, aka HIKARI, y Jake Schreier) conforman un thriller existencialista que pone de relieve elementos tales como el suicidio, la virtud de la figura del terapeuta, la urgencia por no repetir patrones tóxicos y oscuros acontecidos en nuestro pretérito y maltrecho bagaje o la necesidad por evitar terminar sumidos en una vida postiza y artificial de escasa trascendencia. Un recordatorio de la importancia de prevenir antes que curar, pues de lo contrario nunca sabremos cómo de profundas pueden llegar a ser nuestras heridas emocionales hasta que un día alguien nos pite de mala manera desde su Mercedes SUV blanco.

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