Evitemos educar a la ignorancia para no perder el tren

"Lo único que queda por hacer, especialmente para aquellos que practican el arte de enseñar, es hacer como Sócrates, educando a los alumnos en la duda más que en la certeza", escribe José Jorge Chade en esta nota, desde la Fundación Bologna Mendoza..

José Jorge Chade
Presidente de la Fundación Bologna Mendoza

La paradoja de la ignorancia: los que menos saben creen que saben más. Por eso es necesario "educar en la duda" y no "educar a la ignorancia"

El regreso del tren a Mendoza es un ejemplo claro de la "educación a la ignorancia" que prima en nuestro país. Ahora les doy un ejemplo real:

"30 años atrás pude ver como escuelas enteras formadas frente a una determinada estación saludaban con banderas argentinas al último tren, mientras este se alejaba sonando su bocina. Tal vez pensaban que se alejaba lo antiguo dando paso al progreso...el resultado fue a la inversa.

Ayer, después de 30 años personas con banderas saludaban la llegada de un viejo tren, casi fuera de época que nos volvía a unir con la Capital Federal, empleando muchas más horas que hace 30 años. Ahí vemos claramente el significado de la educación a la ignorancia. De una educación a "no pensar"

"El problema de la humanidad es que los estúpidos son demasiado confiados, mientras que los inteligentes están llenos de dudas".

Puede que a todos nos haya pasado, al menos una vez, escuchar o leer este aforismo histórico de Bertrand Russell, pero ¿entendemos completamente sus implicaciones en la vida cotidiana?

Lo que puede parecer una mera provocación en realidad ha sido probado por importante evidencia científica. En la jerga de la psicología hablamos del "Efecto Dunning-Kruger", por el nombre de los dos estudiosos que analizaron el fenómeno desde un punto de vista científico.

La ignorancia grita, la inteligencia sonríe y calla.

Sin embargo, antes de pasar a los datos técnicos, es fácil subrayar cómo en la vida cotidiana observamos constantemente a personas poco educadas, o en general mal preparadas sobre un tema determinado, que adoptan actitudes que tienen algo de paradójico. De hecho, tenderá a utilizar tonos perentorios ya proponer ideas propias -pocas- con un desparpajo casi inexplicable. ¿Cómo?

Es la consecuencia de lo que se define como "sobreestimación espontánea de las propias habilidades", de la que el Efecto Dunning-Kruger explica los mecanismos.

En definitiva, se trata de una distorsión cognitiva que provoca, en individuos con poca experiencia en un campo del conocimiento, una sobrevaloración de sus propias capacidades. Por el contrario, quienes tienen un bagaje cultural más amplio, o una sólida preparación en una determinada materia, son mucho más inseguros que quienes no la tienen. Probablemente porque, cuanto más se adentra en el laberinto del conocimiento humano, más se da cuenta de su inmensidad sin límites. En consecuencia, quienes hacen análisis precisos y bien fundados de un fenómeno, gradualmente se vuelven más conscientes de cuántos otros detalles faltan en su visión general. Por el contrario, los que saben poco tienen, se diría en la jerga, pocas pero confusas ideas. Y a los que usa para defenderlos con la espada desenvainada y sin recuerdos, ...sin memoria.

También es interesante subrayar que, debido al Efecto Dunning-Kruger, aquellos que son menos competentes también tienen grandes dificultades para darse cuenta de las habilidades efectivas de los demás, precisamente porque sobrestiman las propias (pocas).

Los dos académicos, de quienes toma su nombre el fenómeno, examinaron una muestra de estudiantes de psicología de la Universidad de Cornell, dividiéndolos en grupos. Se invitó a los "conejillos de indias" a autoevaluarse en cuestiones de razonamiento lógico, gramática y humor.

Resultado: los estudiantes no competentes se sobreestimaron sistemáticamente a sí mismos, mientras que los estudiantes más experimentados tendieron a subestimar su propia competencia..

Los estudios de Dunning y Kruger han generado una inmensa literatura sobre el mismo tema. Pero lo paradójico radica en que -hace ya miles de años- el filósofo Sócrates prácticamente lo había dicho todo al respecto. Su famoso adagio sobre "saber que no sabes" fue un resumen efectivo de lo que Dunning y Kruger destriparon en detalle.

Lo único que queda por hacer, especialmente para aquellos que practican el arte de enseñar, es hacer como Sócrates, educando a los alumnos en la duda más que en la certeza. Es un camino complejo, porque dudar es poner en juego las certezas -a menudo ilusorias- que constituyen el terraplén sobre el que creemos que se asienta nuestra existencia. Pero no hay nada más que hacer, si se quiere evitar que los ignorantes, sobrestimándose infinitamente, acaben tomando el relevo.

Por favor, no sigamos educando a la ignorancia.

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