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Del proceso de individuación a la vivencia de ser códigos.


Al pensar lo humano desde un marco psicológico-psicoanalítico (lo cual dada mi formación tiendo a hacer) nos encontramos con un límite puntual. Es un límite dado por la tendencia clínica de la psicología que se propone el estudio de lo patológico con el objetivo de curarlo, transformarlo en "saludable" de acuerdo los criterios de salud que imperan en cada contexto temporal y social. 
Esta manera de encarar un fenómeno, indiscutiblemente necesaria en el mencionado contexto, resulta sin embargo ineficiente cuando se trata de indagar profundamente en un orden de cosas que traspase los límites de los criterios de salud acordados. Así, una investigación seria debería soltar toda pretensión de  encontrar soluciones a lo que planteamos como problemas y  de crear herramientas para transformar lo que estamos investigando. En todo caso, una transformación podrá producirse en forma espontánea una vez que el fenómeno investigado sea profundamente comprendido. 

Entonces, voy a tratar aquí de discriminar, dentro de la teoría, su función y alcance terapéutico, del margen que nos deja para acceder a una mirada más abarcativa de la existencia.

Diferenciando Arquetipo/patrón de síntoma/complejo.

El proceso de individuación según Jung significa "[...]llegar a ser un individuo y, en cuanto por individualidad entendemos nuestra peculiaridad más interna, última e incomparable, llegar a ser Uno Mismo. Por ello se podría traducir individuación también por mismación o autorrealización”. Jung nos advierte de un malentendido clásico: “Noto una y otra vez que el proceso de individuación se confunde con el devenir consciente del Yo, y por ello el yo se identifica con el Sí Mismo (arquetipo central de lo inconciente colectivo), de lo que naturalmente surge una grave confusión del concepto. Pues de este modo la individuación se convierte en el mero egocentrismo y autoerotismo. Sin embargo, el Sí-mismo comprende infinitamente mucho más en sí que un mero yo…Es tanto uno como los otros, como el Yo”. Así, descubrirse a sí mismo es descubrir que uno mismo no existe.

Pareciera que para acceder a la tan consabida individuación el sujeto debería hacer un trabajo de ir más allá de los Arquetipos del inconciente colectivo y librarse de sus determinaciones para “ser quien realmente es”. Dice Jung: “[...] a pesar de que somos hombres de nuestra propia vida personal somos también, por otra parte, en gran medida, representantes, víctimas y promotores de un espíritu colectivo, cuya vida equivale a siglos. Podemos ciertamente imaginar una vida a la medida de nuestros propios deseos y no descubrir nunca que fuimos en suma comparsas del teatro del mundo. Pero existen hechos que ciertamente ignoramos, pero que influyen en nuestra vida y ello es tanto más cuanto más ignorados son”. Jung sostenía que el proceso de individuación es posible cuando se responde a la pregunta: ¿Cuál es el mito que tú vives? De acuerdo a esta idea deberíamos tratar de descubrir cuáles son los patrones repetitivos en nuestras vidas, las coreografías arquetípicas que moldean nuestras acciones y así seríamos “libres”.

Pero… ¿Por qué tenemos que lamentarnos por ser tristes comparsas de un teatro? ¿Por qué el tono melancólico, tanguero? Si en definitiva el sí-mismo no existe en tanto tal y es un fluir vincular dinámico, un vacío potencial al encuentro… 
¿o estoy entendiendo mal?

Para contestarme voy a pensar un poco entonces la función que cumple la Matriz de los Arquetipos en el Orden Universal. ¿O es solo una maldita condena que nos lanzó un dios maligno a los pobres humanos transformados en títeres para su diversión?
Para poder ir entendiendo mejor y pensar con propiedad me permito  una escapada al diccionario para definir con precisión el concepto de Arquetipo: “[...] constructo propuesto por Jung para explicar las imágenes arquetípicas, es decir, todas aquellas imágenes oníricas y fantasías que correlacionan con especial similitud motivos universales pertenecientes a religiones, mitos, leyendas, etc. Se tratarían de aquellas imágenes ancestrales autónomas constituyentes básicos de lo inconciente colectivo”.
Estos arquetipos se organizan en una matriz (madre, útero, forma) de imágenes y personajes complementarios y necesariamente imbricados como posiciones en una dinámica (madre-padre,  persona-sombra, animus-anima, alumno.maestro, etc.) que organiza a la libido-pulso vital-orgón-energía universal-prana generando una determinada circulación, un cierto orden a través de direccionalidades a las que llamamos deseo. 
En tanto tal entonces, no es ilimitada. Es una forma, más o menos cerrada, más o menos estable, que se reproduce a lo largo del tiempo generando patrones, ciclos, secuencias. De esta manera podemos decir que “[...] los arquetipos modelarían la forma en que la conciencia humana puede experimentar el mundo y autopercibirse; además, llevarían implícitos la matriz de respuestas posibles que es dable observar, en un momento determinado, en la conducta particular de un sujeto.”
Desde esta óptica, la Matriz de los Arquetipos sería una manera en la cual la humanidad se organiza inconscientemente.
¿Cuál sería el problema entonces? ¿Por qué deberíamos esforzarnos por “superar” las determinaciones a las que "nos somete"? ¿Debería ser SIEMPRE así?

Podemos introducir otro concepto a ver si podemos aclarar y discriminar algunas cuestiones. El concepto de síntoma.
Desde la perspectiva del psicoanálisis clásico un síntoma es una formación del inconciente personal que mantiene al sujeto atrapado en una lógica de goce. Esto es en un estado de malestar a nivel del yo consciente que es la otra cara de una satisfacción de deseo inconciente; deseo que circula, o mejor dicho, deja de circular y se fija entre los pliegues de los patrones y matrices que la existencia diseña con existencias. 
Allí nos encontramos en el campo de la neurosis y los eternos y repetitivos conflictos de la vincularidad humana.  El síntoma aparece allí cuando la circulación se estanca y se genera un bodoque de energía viscosa atrapada en los circuitos de patrones, sin dejar espacio a lo nuevo, lo creativo, lo diferente, la apertura al otro como sujeto y no como objeto de nuestras proyecciones, lo que genera inevitablemente sufrimiento.
En este caso, el sujeto requiere liberarse de las vicisitudes sufrientes de su síntoma, la acción a seguir será correr los velos, superar la ceguera y descubrir sobre qué matriz se ha montado ese síntoma, qué patrón repetitivo pre-genital se sobrecargó de energía[1]. Una vez descubierto dónde y porqué se pone viscosa la energía y deja de circular, podremos liberarla y devolverla a la libre y fluida circulación, a la salud-creatividad. En términos de Jung, esos patrones del inconciente personal-individual que entreveran la energía son los llamados complejos. Un complejo sería para el sujeto “[…] aquel conjunto de imágenes o conceptos cargados emocionalmente que opera de un modo similar a una personalidad autónoma escindida. Su conformación se podría representar como una constelación generada en lo inconciente a través de la interacción de la experiencia del individuo y su dotación innata, tanto fisiológica como psíquica. En el núcleo de un complejo hallamos un Arquetipo revestido emocionalmente” y agrega “El complejo representaría la unidad básica constituyente de lo inconciente personal, así como el Arquetipo lo sería de lo inconsciente colectivo, pudiéndose establecer un nexo de unión transversal entre el primero y el segundo al residir uno en el otro…” Entonces, el complejo puede ser entendido como una entidad generadora de sintomatología, ese  punto de lo inconciente donde se estanca la libido. Una entidad autónoma que habita al sujeto y lo hace actuar en forma ciega en contra de la propia individuación (los complejos materno y paterno a la orden del día, los complejos en torno a los propios anima-animus para mencionar a los más visibles).  
Entonces, el trabajo terapéutico o el trabajo que conduciría al proceso de individuación, sería el de desentrañar los misterios del complejo y “limpiarlo”, desenganchar la energía que allí se estanca. Entrenarnos para verlos y así dejar de alimentar y darle entidad a un aspecto escindido del propio psiquismo como si fuera un ser independiente que nos habita y aboga por la consecución de su propio placer. Que la energía fluya es que se integre, que no se escinda, que no se fragmente. La escisión es la madre de los complejos, de los síntomas, entonces, lo que tratamos de hacer es ir hacia la integración, hacia la expresión del centro del mandala, hacia la circulación dinámica entre complejos.
Sintetizando, los Arquetipos del inconciente colectivo constituyen una matriz de patrones a través de los cuales la energía universal circula tomando determinadas formas y direcciones que organizan la vida humana en sus diferentes dimensiones (ver electricidad, cables, postes).
Por otra parte, los complejos del inconciente personal son formaciones psíquicas, entrelazadas con los arquetipos del inconciente colectivo, constituidas por imágenes cargadas emocionalmente en torno a las cuales se distribuye más o menos patológicamente la carga psíquica individual, generando escisiones subjetivas. Estos complejos proyectados en sujetos de carne y hueso que se cruzan en nuestro camino, impiden la creatividad del vínculo y lo transforman en una dramática más o menos conflictiva.
El proceso de individuación (o la curación de la sintomatología neurótica, si lo pensamos desde una mirada psicoanalítica clásica; o la disolución de las burbujas-corazas de acuerdo a la mirada reichiana y lo que se presentó en escritos anteriores) constituye un proceso de integración de lo escindido y proyectado, a fin de que pueda ser expresado. Esto redunda en una situación de circulación y fluidez energética y por lo tanto creatividad-apertura-entrega y salud.[2] La posibilidad de expresar el centro-vacío y desde ahí posibilitar que se incorpore al sistema una mínima diferencia.
Entonces, un proceso de curación es la limpieza de los complejos que se apoyan en los Arquetipos del inconciente colectivo, que no es para nada lo mismo que creer que podemos superarlos e ir más allá de ellos. 


¿Pero que pasa si, desde este marco epistemológico, plantemos un proceso de investigación profundo acerca de lo humano sin una finalidad terapéutica? ¿Qué pasa cuando hemos establecido una cierta fluidez en la circulación? ¿Quiere decir esto que prescindimos de la matriz arquetípica organizadora de la energía, constitutiva de la realidad de la cual formamos parte?
Creo que podemos realizar un recorrido que nos lleve a descubrir (intentarlo al menos) a qué llamamos realmente Matriz y a qué nos referimos realmente con el tan banalizado concepto de entrega. 

De la ceguera a → conocer para controlar a → la entrega consciente o la conciencia de entrega.

En líneas generales, los humanos vivimos ciegos a la matriz de los arquetipos del inconciente colectivo que organiza nuestra vincularidad. No registramos su existencia. En ese contexto se producen los complejos y síntomas, las proyecciones vinculares ciegas de las que hablamos líneas arriba y, desde allí, la necesidad de limpiarlos a fin de conseguir la salud.
Ahora bien, limpiar no es lo mismo que “superar”, no es ir más allá de los arquetipos ni dejar de proyectar. Es ser consciente de que inevitablemente hay proyección y arquetipos, ser conscientes de que existe una matriz y formamos parte de ella.
¿Qué pasa cuando el destino nos lleva por sus misteriosos senderos a comenzar a descubrir y percibir la existencia de la matriz, a ser conscientes de ella? 
Como siempre, humanos al fin, suponemos que podremos controlarla, dominarla y manejarnos desde el yo, a nuestra voluntad.
Entonces, caemos en la tentación de suponer que el proceso de individuación nos llevará a “librarnos” de los arquetipos del inconciente colectivo de una vez y para siempre convirtiéndonos en un ser que está más allá de sus determinaciones. Compramos una ilusión, desde la infantil omnipotencia del yo humano, que se alimenta del miedo a la inmensidad y a lo desconocido: La ilusión de creer que podemos existir más allá de los Arquetipos.

¿De dónde viene ese lamento? Es análogo a pensar desde la óptica de la falta y la castración en lugar que desde la óptica del vínculo (ver triangularidad). Pensar antropocéntricamente y no desde la complejidad del Orden.
A veces creo escuchar algo así como que si algo es arquetípico,  un vínculo por ejemplo, es pura proyección, no es real. Pero… ¿qué es real? Tal vez algo, no sé qué, que está por debajo de todas las proyecciones que el Orden necesita, de acuerdo a su modalidad de funcionamiento, para que  la energía se dirija hacia donde necesita dirigirse (ver La humanidad…). La proyección es entonces, hasta cierto punto, intrínseca a las tuberías del deseo que nos llevarán a acceder a la experiencia alquímica necesaria para la integración psíquica en proceso. Un grado de proyección es, al menos en principio, intrínseco al vínculo.
¿Por qué estaría mal estar ciego entonces? ¿Por qué estamos investigando con tanto afán esta matriz si de última "ella sabe" y “hay que entregarse”? Será que si hay ceguera no hay verdadera entrega, ciego es cualquiera, ser un títere sin saberlo es fácil y además, una vez que uno lo vio ya no puede hacerse el estúpido ¿no? Y porque es justamente esa ceguera la que refuerza el estancamiento energético en el complejo, es la que impide la creatividad., entonces, lógicamente, no hay salud, hay síntoma, conflicto, neurosis, será por eso.Así que queda claro con lo explicado antes, la ceguera favorece la neurosis.
Jung deja entrever que cuanto más ignoramos las determinaciones de los arquetipos del inconciente colectivo nos convertimos en víctimas de ellas y nos alejamos de la posibilidad de individuarnos. Ahora, lograr un cierto nivel de conciencia con respecto a la matriz, en general, viene acompañado con la actitud exactamente opuesta a la de la entrega, porque presupone que aquello que se ve se comprende y entonces se controla. Así creemos que podremos controlar al inconciente colectivo y salirnos de la matriz. El problema de esta creencia es que en realidad nuestra mera comprensión intelectual de una situación dada sólo nos funcionará como un escudo para vivir la situación separándonos de ella. Juzgándola, intentando modificarla voluntariamente...Y no es así como funciona. Poco tiene que hacer la voluntad en todo este proceso. Al contrario, el yo y la voluntad pondrán en marcha todas sus resistencias que no nos permitirán comprender profundamente la situación y extraer toda la información inconsciente necesaria camino a la integración de lo escindido.
Entonces..¿Qué pasa cuando podemos ver patrones y matrices? ¿Qué se hace?¿Cómo se hace?
Podemos decir que lo debemos “ir mapeando”, es decir, ir ciego de mapa, prescindir de la ilusoria mirada anticipatoria que desde el yo cree que puede evitar “caer” en ciertos patrones, pero, transitar esos patrones sabiendo que los transitamos, que son tales y que en sí mismos guardan información que puedo aprovechar mejor si los veo y soy consciente de su existencia. Es un trabajo en simultáneo. Como hacer el recorrido llevando una escobita en la mano: voy por el ciego tubo del deseo guiado por mis proyecciones arquetípicas, veo una, la barro con la escoba, la miro y trato de aprender, dejar entrar la información que tre para mi ser.  ¿Y ahora? Vacío, pero a la vuelta de la curva, más allá, atrás de lo que barrí… ¿Qué hay? Otro patrón.
La matriz que genera patrones y es a la vez generada por ellos. Como un sistema indisoluble. 
La matriz es dinámica y creativa porque está hecha de y hace patrones que se despliegan en el tiempo. ¿Cuándo nos creímos que podemos escapar de ellos? ¿Cuándo, una vez más, la soberbia del yo supuso lo imposible? ¿Es que el yo es un patrón más ciego a sí mismo? ¿Es el escozor o el asco que produce (al yo-quien escribe) saberse una matriz, un patrón, un código?

Digo, a través de este recorrido, es inevitable llegar al descubrimiento de que lo que hay al final del camino no es una entidad-matriz donde los humanos, creídos de ser entidades autónomas, estamos inmersos, contenidos, atrapados, utilizados, comidos. El descubrimiento final es que uno mismo, lo que uno cree ser al menos, es un patrón más generado por y generador de la matriz. Sólo eso somos, patrones.
Lo repito y me digo ¡Basta de lamentarnos! No somos unos pobres desgraciados seres humanos, entes aislados arrojados en la red que nos utiliza como títeres, no somos actores lanzados en un escenario. ¡¡Ni siquiera eso!! La matriz no es una entidad que nos usa y se alimenta de nosotros, pobres víctimas, que tenemos que escapar o resignarnos a ser utilizados para su comedia…
No es esta la lógica, esa lógica sigue siendo antropocéntrica, limitada, incapaz de incluir la sensación del Orden, incapaz de incluir la sensación de lo creativo. 
La matriz está viva y crea formas, nos crea a nosotros, patrones que nos desplegamos en el tiempo como creatividad de la matriz. Eso es lo que somos.
La matrix es la matrix, no se puede salir de ella, básicamente porque no estamos atrapados en ella, como nos gusta creer para seguir alimentando la ilusión de que algún día saldremos y seremos libres. No estamos atrapados porque somos ella. Simplemente somos parte de la matrix. Somos las tuberías. La matriz es tan parte de nosotros como la piel o los ojos y nosotros somos la piel y los ojos de la matriz. Somos a la vez transeúntes de matrices y matrices transitadas
Somos códigos del sistema matriz-patrones, somos programas. O sea, no estamos programados, somos los programas ¿se ve la diferencia?
Somos partes creativas de la creatividad misma. La creatividad de la creatividad. Nuestra creatividad es la creatividad de la matriz y nuestra enfermedad es la enfermedad de la matriz, porque somos la matriz.
El patrón está, el patrón es, el patrón soy. Somos repeticiones de repeticiones en movimiento. Somos, cada uno, un código derivado de otros códigos, no somos otra cosa ni lo seremos.
Así, la pregunta de Jung ¿Cuál es el mito que tú vives? para ser exacta debería ser: ¿Cuál es el mito que tú eres?
Entonces…ahora… ¿Qué es la entrega?
No es quedarse enredado en los bodoques energéticos de los complejos y los síntomas neuróticos quejándonos resignadamente.
Claramente, tampoco es ver patrones y tratar de manipularlos para producir una alquimia a la fuerza: descubrir “mi sombra” en “la luz” del otro  y seguir de largo con la ilusión de que ya integré los aspectos escindidos de lo inconsciente personal.
Tampoco es ver patrones y decir “Que sea lo que la matriz quiera” mientras seguimos frunciendo los esfínteres y nos hace ruido la panza, ya que mientras la lógica sea que la matriz es una entidad externa de la cual somos víctimas, la entrega será siempre un acto de sumisión ante el dominio de una entidad superior, con la inevitable rebeldía inconsciente.
Lógicamente tampoco es seguir pensando estrategias para escapar de la matriz.
Es ridículo pensarlo porque, una vez más, somos la matriz, no hay donde escapar porque sería escapar de nosotros mismos.
Una vez más: es ridículo creer que somos entidades que deberían tener que entregarse a una meta-entidad o matriz externa que los contiene, eso sigue siendo pensamiento binario separativo de tintes religiosos. ¿O cuál es la diferencia de pensar en que se haga la voluntad de un Dios todopoderoso que nos ha creado a imagen y semejanza? 
Matriz y humanos no son dos entidades separadas. La matriz está hecha de las producciones de la mente humana y las producciones de la mente humana (en colectivo, la mente de las mentes) son generadas por la matriz en una especie de circuito-feedback eterno.
Nosotros y todo lo demás es la matriz y la matriz es nosotros y todo lo demás.
Creo que entregarnos al Orden conscientemente es un acto que solo podemos hacer una vez que nos sabemos parte constitutiva de la matriz. Una vez que nos sentimos, en la piel, en los huesos, en el plexo solar, un patrón.
Sentirse un patrón. Una repetición de un código que se despliega en el tiempo emergiendo de una matriz y constituyéndola. ¿Cuántos como esto que soy hubo y habrá a lo largo de la historia de la humanidad? Ocupando las mismas posiciones, generado por y generando los mismos discursos, sintiendo las mismas sensaciones... 
Lo estoy diciendo, lo estoy pensando, casi casi lo estoy sintiendo… Y me deshago.
¿Podemos sentirlo con alegría y entregarnos-deshacernos?
Entregarnos, entonces es, nada más y nada menos, que ser lo que somos, aceptar con alegría lo que somos: códigos dentro de códigos, patrones, programas programados, fractales...del incesante y creativo movimiento de la Vida, del Universo, de Dios.








[1] Con pre-genital hago referencia a un nivel de desarrollo de la sexualidad que no tiene en cuenta el encuentro con el otro. La libido se fijaría en estadios pre-genitales a lo largo de su desarrollo y es allí donde aparecen los síntomas, en busca de un placer parcial e infantil, base de la neurosis.
[2] Lo que solemos llamar salud en el sistema humano implica dinamismo y creatividad mientras que la enfermedad implica rigidez y fijeza.

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