Acuarelista boliviano triunfa en India: “El arte es la vida misma, es un lenguaje que dialoga con otras culturas”

Lea Camacho y Mirna Encinas | Laboratorio de Periodismo UCB

José Rodríguez Sánchez es un acuarelista boliviano con una trayectoria de medio siglo como docente de arte y gestor cultural. Tiene una colección de 150 obras que seleccionó a lo largo de su actividad artística. Actualmente, ejerce la docencia en el Instituto Superior de Artes Plásticas en Cochabamba. Durante cuatro años fue invitado para ser el representante de la Sociedad Internacional de la Acuarela en Bolivia, con sede en Turquía (Izmir), donde participan 120 países. 

Inició su recorrido en las artes plásticas a temprana edad. Lleva el seudónimo en homenaje al nombre de su padre: Ángel, su principal motivador.

“Mi padre era muy sensible a la vida y al arte. Falleció cuando tenía 10 años, él me facilitaba los materiales y siempre estaba atento a los borrones que hacía, vio que tenía una inclinación natural por la plástica y lo que hacía era motivarme comprando unos materiales y creando un espacio adecuado para que yo pueda hacer lo que me gustaba, tendría unos seis años, pero a los 10 años ya me consideraba un pintor y me escudé detrás del arte” , cuenta. 

A sus 14 años realizó su primera exposición en Cochabamba, centros mineros y otros departamentos del país. Ganó el primer premio nacional de pintura a sus 16 años, “pintaba con mucho compromiso, pintaba la vida misma”, mencionó. A sus 17, ganó su segundo premio nacional dirigido a pintores profesionales. En 1979, a sus 19, emigró a Ecuador y permaneció allí durante 11 años, donde se ocupó de dirigir la galería a la que llamó “Llimp’iy Wasi”, que significa “la casa que pinta”.  

Por su recorrido, fue invitado a exponer sus obras en países como Italia, Países Escandinavos, Suecia, Dinamarca, Noruega, Centro Alemania, Francia, Rusia. Además, ganó el quinto lugar en el concurso internacional de acuarela en Izmir, Turquía. También, participó en el concurso de acuarela internacional organizado por Amit Kapoor, con 1.300 acuarelistas y 33 jurados de diferentes nacionalidades, donde obtuvo el primer lugar. 

—¿Qué es el arte para usted?

—El arte es como respirar, la vida misma. Es fruto de las emociones y sentimientos; es un lenguaje a través del cual podemos comunicarnos y dialogar con diferentes culturas.

—¿Nos podría comentar sobre la agrupación mundial de la acuarela en la que fue representante de Bolivia? 

—Durante cuatro años fui invitado a ser el representante de la Sociedad Internacional de la Acuarela en Bolivia (...) con sede en Turquía, Izmir. La asociación de artistas más grande del mundo con los que se pudo realizar dos bienales con lo que se permite exhibir la obra de 130 artistas de 30 países del mundo, presentada en Cochabamba, Santa Cruz y La Paz. Además, se realizó un concurso organizado por el presidente fundador, Atanur Dogan, (...) donde termine como el quinto acuarelista del mundo entre 1.200 acuarelistas.

—Cuéntenos sobre el premio que ganó en India

—En la India, lo organizó Amir Kapun, otro de los grandes maestros y con la experiencia de Izmir quiso hacerlo más grande. Participamos aproximadamente 1.300 acuarelistas y los miembros del jurado eran 33 maestros de diferentes nacionalidades. Ahí la sorpresa fue más grande, ocupé el primer lugar a nivel mundial. Eso nos compromete más. Bolivia ahora está tomada en cuenta en estos grandes eventos porque antes era, para algunos, desconocido nuestro país, pero el arte nos permite conocer en gran medida lo que somos también. 

—¿Qué representa la pintura con la que concursó?

—El de la India son palomas que están reunidas compartiendo una comida, pero están sufriendo una metamorfosis. Unas son naturales y otras tienen en la alita papel periódico, otras la patita, otras partes del cuerpo y en la mitad como punto de interés hay una palomita que es totalmente de papel. Es decir, se ven ligeramente diferentes, pero todos están concertando, se están aceptando, están unidos y comiendo. Ojalá el ser humano, con todas las diferencias que tiene o tenemos, podamos conectar, podamos aceptarnos, podamos comprender sin pretender cambiar, que el cambio se vaya dando como producto del cultivo de nuestros valores; no forzar las cosas por mezquindad, eso es lo que pretendo con este cuadro. 

—¿Qué mensaje deja a los jóvenes artistas que están atravesando situaciones difíciles por la pandemia de la Covid-19?

—Todo conflicto da lugar a una reflexión: preguntarse el por qué esa barrera, por qué esa piedra y buscar otro camino. Mirarnos hacia adentro, hacer una especie de soliloquio y conversar con nosotros mismos y tratar de comprender que la vida es muy efímera y frágil. Hay que amar la vida y la vida se traduce en el tiempo. Todo podemos comprar, menos el tiempo; es importante estar consciente de eso.

Es elemental el desarrollo del arte porque todos podemos ser artistas (...). El artista es como un antenita, como un radar de la sociedad, que gracias a su sensibilidad está atento a las cosas que van aconteciendo en su entorno social y natural, eso pasa por el tamiz de la mente y el corazón y desde luego a través de la técnica uno termina plasmado y dejando un testimonio del tiempo que le ha tocado vivir.