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El nudismo pierde terreno en las playas

No es una cuestión de actitud, sino de pérdida de espacios. Los tradicionales lugares para el naturismo retroceden en la Comunitat Valenciana por una legislación difusa

Vicente y José Miguel, en la playa de l’Arbre del Gos, en Pinedo, el pasado jueves. Francisco Calabuig

Dice Vicente, un taxista jubilado de València, que es naturista desde el mismo momento en que su madre le quitó los pañales. De eso hace 72 años. «Yo vengo aquí desde hace más de 50 años. Soy de los primeros que iba a la playa de la Casa Negra (Pinedo), pero nos fueron desplazando hacia el norte y ahora la playa naturista está aquí. El nudismo no es lo que era», señala con el dedo a la arena en la playa de l’Arbre del Gos, pasando Pinedo en dirección a El Saler. Vicente, al que le acompaña su mujer, es el mejor testimonio para explicar el retroceso del nudismo en la Comunitat Valenciana, un fenómeno que sufre toda la costa española en los últimos años. Tomar el sol como Dios nos trajo al mundo es una práctica amenazada por varios motivos. La masificación turística, la presión inmobiliaria, la habilitación de extensos aparcamientos en el litoral y la omnipresencia de teléfonos con cámara son algunos de los principales factores que lo explican. Instagram también ha hecho daño al nudismo. También el uso de algunos de estos arenales como lugar de citas casuales para sexo, principalmente entre hombres homosexuales. «Todo eso nos perjudica, porque mucha gente confunde naturismo con sexo, aunque lo cierto es que eso ocurre en cualquier playa. Es habitual ver a gente practicando sexo entre las dunas, o a mirones. Lo que deberían hacer es regular más las playas para ‘gente sin textil’ (es así como los nudistas llaman a los que visten bañador) y señalizarlas con carteles», añade José Miguel, un excamionero de unos 45 años, que también luce un cuerpo moreno de cabeza a los pies, sin incisos blancos salvo en algún pliegue.

 La experiencia de estos valencianos confirma que la práctica del naturismo va en retroceso. «El que se considera nudista no tiene morbo, ni malicia, ni el postureo que hay en las playas textiles. Aquí, por ejemplo, en verano seguimos reuniéndonos unas 20 personas que hacemos piña; hay abuelas con nietos en pelotas, y tan tranquilos. Las tallas y los tamaños no existen», señala Vicente, que carga contra los mirones. Su presencia sigue teniendo que ver con una visión reduccionista de un legado religioso y cultural que vive la desnudez de forma perniciosa.

El naturista es normalmente «un turismo familiar, muy tranquilo y respetuoso, que disfruta con las buenas playas y la naturaleza», explica Francisco Estellés, secretario de la Asocación Valenciana de Naturismo (ANVA). Por tanto, la Comunitat Valenciana tiene un potencial muy grande. «Cada vez hay más gente abierta a la naturaleza, más tolerancia y apertura. No existe un retroceso en cuanto a práctica, porque el naturismo avanza, sino en cuanto a espacios», apunta Francisco, que pone Benidorm como ejemplo de perjuicio al desnudismo. «La gente no cabe en las playas y se expande, de forma que los bañistas con textil van ocupando los espacios nudistas de toda la vida. Eso pasa en Benidorm y en muchas partes. Ese es el problema. Se produce una marginación hacia el diferente. Nosotros no juzgamos al que lleva bañador, pero sí ocurre al contrario», apostilla.

Al albor de las nuevas libertades que trajo la Transición, los cuerpos desnudos empezaron a dejarse ver en las playas valencianas en los últimos años de la década de los 70. Fue el comienzo de un fenómeno que explotó en los años posteriores y que desembocó en la habilitación de playas exclusivas para los nudistas, aunque el naturismo no se abolió de la legislación como delito de escándalo público hasta 1989. Ahora, 45 años después, aquellos pioneros consideran que el albedrío corre peligro. Que es mal momento para exponer los cuerpos al sol. Asociaciones y usuarios lo achacan, también, a la falta de apoyo por parte de los ayuntamientos.

València es una buena muestra de falta de sensibilidad hacia el naturismo. Hay una asignatura pendiente. «En la ordenanza de playas de València está pendiente pedir la delimitación de playas naturistas a Costas, que es la que tiene competencia para limitar espacios en la costa. Por eso las playas nudistas de Pinedo y la Dehesa de El Saler no están señalizadas con carteles. Cullera y Sagunt, sin embargo, sí», explica Estellés. «Hay menos espacios claramente delimitados, ese es el conflicto. Esa desatención hace que las playas nudistas de hace 20 años, incluso con carteles, sean menos. Lo que hay es una pugna es compartir arena, como en Pinedo y El Saler. ¿Por qué? Porqué en las naturistas se aceptan bañadores, pero al revés, no», asegura.

Sin lindes establecidos, la mejora de los accesos y la proliferación de aparcamientos ha hecho mucho daño, insiste Estellés, al naturismo en València. Los nudistas de Pinedo y el Saler, hoy ‘invadidos’ por los domingueros con trajes de baño, se sienten desplazados. El caso del arenal de la Casa Negra es representativo. Lo recuerda Vicente: «Aquella casa era antiguamente un apero. La dueña iba a las funciones del Teatro Alcázar, en València, e invitaba a las vedettes a la playa para hacer topless, pues querían tener las tetas morenas. Iban porque era de difícil acceso y estaba vacía. Fue el primer espacio naturista de València, hasta que se masificó y los nudistas tuvieron que moverse hacia Pinedo», explica.

La legislación española permite el nudismo integral en todo el territorio, pero los ayuntamientos tienen la potestad de ordenar dónde se puede practicar. En poblaciones del interior como Montanejos o Polinyà del Xúquer, con parajes fluviales, el consistorio permite prescindir de toda la ropa mientras uno esté solo, en la línea de la legislación francesa. En el momento que aparece otra persona, hay que irse o ponerse la ropa. Estas normativas municipales, que confinan a los nudistas a rincones apartados o guetos playeros, coartan la libertad ideológica y la forma de vida. «Desde que fue aprobada la Constitución Española, la aplicación de la ley no puede hacerse en base a presuntos prejuicios morales. Algunos asocian nudismo con sexo, pero no tiene nada que ver. Nosotros nos quitamos la ropa para tomar el sol y estar más en contacto con la naturaleza», apostillan desde ANVA.

Con 422 playas nudistas, España ocupa el tercer lugar en el ránking de mejores países para bañarse sin ropa. Así lo asegura un estudio realizado por una web de aventura y tiempo libre. ¿Quién nos supera en este top ten? Uno de nuestros países vecinos, Francia, que ocupa el puesto número uno. Sus argumentos: 397 playas nudistas, un número algo inferior al nuestro, pero que se compensa con 212 cámpings naturistas. También nos adelanta en la lista Estados Unidos, un país que con 299 playas nudistas nos gana la posición gracias a la cantidad de cámpings naturistas que oferta; concretamente es el número 1 del mundo en esta cuestión, con 253.

El tercer puesto de España, pese a las dificultades, sabe a medalla de oro. Es el primer país en cuanto a número de playas nudistas y lo que podríamos considerar «actitud». El naturismo empodera en todos los sentidos.

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