Morante y la cima torera de 2023

El matador de toros de La Puebla del Río (Sevilla) cortó un rabo después de más de medio siglo en la Feria de Abril y salió por la Puerta del Príncipe

'Morante nos hizo llorar', revive la crónica de aquella faena

Los partidarios de Morante lo llevaron al Hotel Colón desde la Puerta del Príncipe paralizando el tráfico de la ciudad.

Los partidarios de Morante lo llevaron al Hotel Colón desde la Puerta del Príncipe paralizando el tráfico de la ciudad. / MAESTRANZA PAGÉS

Jaime Roch

Jaime Roch

La corrosión física que el tiempo ejerce sobre todo nunca borrará el 26 de abril de 2023. Miércoles de Feria. Festivo en Sevilla. Un día que quedará ensartado de un alfilerazo en la memoria gracias a Morante de la Puebla y que, sin ningún tipo de duda, ha supuesto la cima torera de 2023.

Esa tarde, el matador de toros de La Puebla del Río (Sevilla), como si fuera el Mesías resucitado, nos hizo llorar a los que estuvimos allí presentes tras hacer historia en la Maestranza: cortó un rabo después de más de medio siglo y salió por la Puerta del Príncipe, uno de los umbrales más preciados del mundo taurino. Un triunfo que marcaba su evolución entre el 19 de abril de 1999 -su primera Puerta del Príncipe- y este año. Una faena, tan solo diez minutos, que dignifica la vida. O la raíz vital sobre la que se fundamenta su toreo.

Y es que ese 26 de abril, Morante rompió el toreo. Los relojes. Las camisas. Las gargantas. Y exaltó la vida como si la extendiese en ese interminable final del río Guadalquivir en el coto de Doñana, tantas veces recorrido a pie por el propio genio sevillano. ¿Pero qué pasó exactamente en los tendidos de Sevilla tras observar aquella faena? Los chorros de emoción, los gritos tan vehementes de la afición entrechocaban con la pulcritud de una plaza como la Maestranza.

Las fuentes toreras de Sevilla

Allí, directamente sentimos la pasión de poseer para siempre en nuestras manos, dentro de nuestra propia existencia, el papel preciso de una página dorada de la historia del toreo, como aquellas que tan bien narró el gran Gregorio Corrochano de su admirado Joselito El Gallo en La Edad de Oro del toreo (Espasa Calpe, 1989). De manera que toda referencia expuesta en la faena de Morante a 'Ligerito', el toro de Domingo Hernández al que Morante le cortó el rabo en Sevilla, conectaba con el discurso de su vida y casi ejercía un furtivo postulado a ser el mejor torero de la historia. De golpe, su cuerpo se anudó a las fuentes estudiadas a lo largo de un cuarto de siglo de trayectoria y que tan bien han construido su concepto. Desde Joselito El Gallo a Belmonte. Desde Chicuelo a Pepe Luis Vázquez. De Pepín Martín Vázquez a Manolo González. De Curro Romeroa él mismo.

El periodista Paco Aguado lo deja más claro en su reciente libro ¿Por qué Morante? (El Paseíllo, 2023): "La tauromaquia del de La Puebla se sustenta en gran parte sobre el concepto gallista, sobre esa sabia manera de mover los engaños que sirve tanto para buscar el toreo más hondo como para adornarlo, para lidiar o para defenderse en su versión más práctica. (...) El mejor toreo sevillano se basa por tradición en ese juego de ductilidad, en esa flexibilidad de pulso que mueve a placer al enemigo noble, que castiga sin compasión al áspero e indómito, que alivia al que no tiene bríos, que somete al que lo desborda, o que si no hay otra alternativa, prepara la huida airosa del peligro. Y todo eso desde un minimalismo gestual, sin esfuerzo aparente. Porque cuando las muñecas torean, el cuerpo se gusta y se deja llevar".

Una extraordinaria verónica de Morante a 'Ligerito'

Una extraordinaria verónica de Morante a 'Ligerito' / MAESTRANZA PAGÉS

Así que 'Ligerito' y Morante formaron un transparente centro geométrico en la plaza de su vida. Un estertor de armonía. La luminosa marquesina que coronaba la Sevilla torera de principios de este nuevo siglo. La belleza en carne viva, la ley más íntima y fértil de la poética de su expresión. El toreo en sí mismo, incandescente en el compás de ese cante tan valiente como el martinete, hundido en el cuerpo de Morante para elevarse a los cielos, confiscado por las más de 11.000 almas allí presentes ese inolvidable ya 26 de abril.

En volandas hasta el Hotel Colón

Las verónicas monumentales, las volcánicas tafalleras con la suerte cargada. Unas gaoneras que destronaban a su creador. Las chicuelinas llenas de garbo. La locura en la muleta. La suma levedad de su armonía que no es otra cosa que la naturalidad. La pureza en el embroque y esas muñecas que traían una carga histórica hecha de resonancias antiguas. El equilibrio y la medida. El estoque en el hoyo de las agujas. ¡El rabo!

Y al final de la tarde, pasados quince minutos de las nueve de la noche, la locura se desató definitivamente: los partidarios lo llevaron al Hotel Colón desde la Puerta del Príncipe, paralizando el tráfico de la ciudad y coreando: "¡Jo-sé Antonio!" y ellos mismos respondían solos: "¡Morante de la Puebla!".

Morante durante su faena al toro que le cortó el rabo

Morante durante su faena al toro que le cortó el rabo / Maestranza Pagés

Por lo tanto, ese 26 de abril fue la cima de ese mundo suyo tan ceremonial, donde oficia como guardián un héroe manifiestamente desacreditado por la sociedad, pero que en este 2023 se ha levantado frente a ella como uno de los mayores creadores de nuestro tiempo.