El esconce de la catedral de Santiago

Eduardo González Fraile FIRMA INVITADA

OPINIÓN

20 jul 2020 . Actualizado a las 05:01 h.

Se cumple, en este año 2020 el tercer centenario de la fachada del esconce, situada en la desembocadura de la rúa Fonseca, en la plaza de las Praterías, en Santiago. Se terminó de construir en el año 1720, como aparece grabado bajo la cornisa que la protege.

El templo catedralicio es tan potente en la consideración de su conjunto como de las partes que lo correlacionan, las cuales, a la vez, son un todo acabado en sí mismo y esconden piezas que emocionan por su primorosa elaboración, su composición, su mensaje, su inteligencia y su sentido de la escala. También por su implantación respecto a las arquitecturas y espacios urbanos colindantes. Esto último caracteriza el barroco galaico, nunca suficientemente puesto en todo su valor.

Solo el contexto en el que se realiza la fachada del esconce, en principio una mera testa de un modesto edificio colateral, adyacente a la panda sur del claustro, ya enamora. Porque es la etapa de los maestros Domingo de Andrade, Simón Rodríguez de Castro, Fernando Casas Novoa, Clemente Fernández Sarela y otros muchos.

Corresponderá a Casas Novoa la autoría de esta joya arquitectónica que deja a los arquitectos la cultura magistral de su arte, más allá del ornamento, del estilo y de la figuración. Alumbramos aquí, brevemente, algunos de sus valores:

La primera condición es respetar los forjados del edificio al que pertenece, el de la rúa Fonseca. La composición es muy diferente a la de continuidad que la rúa manifiesta en el otro extremo, con la logia de simetría diagonal que la prolonga a la plaza del Obradoiro. Aquí la fachada es, a la vez, costado del edificio y puerta de la rúa. Su estrechez arrastra ornamentos y huecos en vertical: como la calle de un retablo.

Al no haber dimensión para utilizar una forma abarcante, Casas Novoa recurre a dos pilastras laterales de altura similar a la de los cinco niveles existentes, logrando unidad y monumentalidad. La distorsión de las proporciones produce una interminable tensión vertical coronada por arquitrabe y pesado voladizo, a modo de cornisa, sobre los que cabalga una airosa y etérea espadaña.

Las aparentemente desproporcionadas pilastras verticales relacionan la escala de los huecos y de los edificios con la del espacio de la plaza. Además, permiten resolver el entestado de las impostas y cornisas de las fachadas del Tesoro y de la panda sur. La estética ha ponderado las líneas principales del conjunto de la fachada del Tesoro, dando estabilidad y cierre a los triángulos que culminan las fábricas.

El dibujo adjunto muestra los valores mencionados y cómo la fachada del esconce, tan vertical, parece estar contemplada al sesgo. Este recurso barroco modifica el escenario urbano, dejando la torre y la espadaña exentas. Llevar el esconce a la escala monumental fue un éxito, coordinando la morfología de la envolvente de los edificios con el espacio urbano y sus múltiples perspectivas.