Ablanedo: «Merece la pena jugar toda la carrera en el Sporting»

David Acebal

SPORTING 1905

Juan Carlos Ablanedo
Juan Carlos Ablanedo Manuel Benito

La Voz de Asturas entrevista al exjugador del Sporting

07 ene 2020 . Actualizado a las 11:43 h.

Fidelidad en rojiblanco. Juan Carlos Ablanedo Iglesias (Mieres, 1963) personaliza el viaje del Real Sporting de Gijón. De los años gloriosos, en los que rivalizaba entre los grandes del fútbol español, al descenso más traumático, antesala del final de un sueño colectivo e individual, el de un niño felino con guantes que logró hacer perder el miedo a El Molinón. El 'gatu' conversa con La Voz de Asturias y repasa su historia de sportinguismo.

¿Cuál fue su camino para llegar al Sporting?

Jugaba al fútbol en el colegio, lo normal en aquella época. Con 12 años, el padre de un amigo que tenía contacto con un entrenador de las categorías inferiores nos acercó al club, fuimos juntos cinco compañeros y tres llegamos a jugar en el primer equipo. Jaime, mi hermano José Luis y yo.

¿El pequeño de los Ablanedo ya era guardameta en ese momento?

En el colegio jugaba de todo, pero me gustaba tirarme, hacer palomitas. Al llegar al primer entrenamiento preguntaron qué era cada uno, mis amigos dijeron, “este juega muy bien de portero”. Me pusieron a entrenar y ahí me quedé.

¿Influenciado por su tío?

La verdad es que no. Es cierto que un hermano de mi madre fue portero. Adauto Iglesias jugó en el Caudal, el Real Madrid o el Celta y en el Apia de Sidney. Llegó a ser internacional por Australia, pero yo no le vi jugar nunca. Siempre me contaron que era un portero excelente, incluso, que en aquellos años destacaba por tener un gran golpeo del balón con los pies, algo que yo no heredé (risas). A mí me gustaban Miguel Ángel o Arconada, eran mis ídolos.

¿Cómo fueron aquellos primeros años de rojiblanco?

Aún no estaba Mareo. Mis primeros entrenamientos fueron en los campos de los depósitos de Roces, un terreno de juego que estaba inclinado, en pendiente, con una banda más alta que la otra. También en La Fontaniella de Somió, así fue al menos los dos o tres primeros años. Tengo grandes recuerdos de entrenadores como Jaime Goutayer, Joaquín, Ramonín, Uribe, Pío y del que era el director técnico y encargado de las categorías inferiores del Sporting, José Fernández ‘El Negro’.

La etapa de formación la disfruté muchísimo, gracias a aquellos entrenadores cuyo único interés era que nosotros evolucionásemos como futbolistas, que tuviéramos la oportunidad de llegar al primer equipo. No buscaban nada para ellos, todo para nosotros. Eran formadores completamente vocacionales. Esas personas son las que hacen un club, los considero gente esencial, entregados a los chavales y cuya mayor satisfacción era ver cómo superábamos etapas, su premio era ese.

Recuerdo que Goutayer venía a buscarme a la salida del colegio para llevarme a entrenar, o a casa el sábado por la mañana para ir a los partidos. Ramonín nos bajaba después del entrenamiento en su coche, íbamos cinco o seis, nos dejaba en el centro, ya muertos de hambre, para ir a cenar. Esas personas tienen un valor incalculable, son tan importantes como los niños que quieren ser futbolistas.

Estoy muy orgulloso de mis 15 temporadas en el primer equipo, lo mejor que pude hacer fue jugar al fútbol en el Sporting

¿Ya era el ‘Gatu’?

Posiblemente, me lo pusieron en los juveniles, los compañeros. En aquella época se daba ese apodo a muchos porteros. A Claudio, que estaba en el primer equipo, también le llamaban así. Yo lo aceptaba de buen grado, me gustaba y se me quedó, también potenciado por mis reflejos y agilidad, claro.

¿Cuándo llega el salto al primer equipo?

Comencé a entrenar con ellos a los 16 ó 17 años. Tati Valdés ejercía de preparador de porteros, no estaba instaurada esa figura especializada, pero él sabía cómo entrenarte para exigirte, tenía un toque de balón extraordinario, fabuloso. Recuerdo que me ponía dentro de la portería de Jesús Castro, detrás de él, en el interior de las redes, para que me fijase en sus movimientos, era un tratamiento un poco especial.

Mi primer viaje con el Sporting fue a San Mamés para jugar contra la Real Sociedad, con 18 años. Aquel día fue de una gran emoción, el desplazamiento, el estadio, hacer el calentamiento a Castro, lo recuerdo todo de manera imborrable. Luego llegaría al debut, en enero del 83, un partido de Liga frente al Español. Estaba jugando Rivero, le expulsaron poco antes del descanso y tuve que saltar, ganamos 1-0 con gol de Savic.

¿Se imaginaba vestir toda la vida de rojiblanco?

Yo iba a El Molinón con 8 años. Luego empecé a entrenar en el club y ya teníamos la credencial de jugador, veníamos todos los compañeros del equipo a ver los partidos. Aquel pase, siendo un chaval, era el mejor regalo que te podían hacer, era un motivo de satisfacción total. Entrabas al estadio, disfrutabas y soñabas con poder estar un día en el verde. Fueron 23 años ligado al club como futbolista, estoy muy orgulloso de mis 15 temporadas en el primer equipo, lo mejor que pude hacer fue jugar al fútbol en el Sporting.

Juan Carlos Ablanedo, las manos de un Zamora
Juan Carlos Ablanedo, las manos de un Zamora Manuel Benito

¿Nunca se vio en otro equipo?

Hubo clubes que se interesaron, así me lo hizo saber el Sporting, pero las dos partes nos sentábamos, ellos querían que continuase y yo también entendía que mi carrera deportiva podía desarrollarla y conseguirlo todo jugando aquí. Me sentía plenamente realizado y no tenía la necesidad de irme fuera. Hay que entender también que en aquellos años éramos un club que estaba arriba, jugando en Europa, yo iba a la Selección.

Recuerdo una vez que me llamó Jesús Gil personalmente, era una persona muy directa, me telefoneó a casa y me dijo que quería ficharme. En aquellos momentos yo estaba negociando con el Sporting para renovar, hablé con él un par de veces, pero no pasó nada porque llegué al acuerdo de ampliar y no cambiar de rojiblanco.

Pero sí vistió otra camiseta, la de España.

Pasé por todas las categorías de la Selección española, pero en la absoluta estaba Zubizarreta. Era una época sin tantos amistosos como ahora y en los que había el portero tampoco se cambiaba. No era norma habitual, como en la actualidad, que pudieran disputar partidos los porteros suplentes. Ahora van tres y tienen minutos todos, me parece lo correcto.

Dos Mundiales desde el banquillo y aquellos penaltis en México 86. Si Miguel Muñoz hubiera tenido la ocurrencia de Louis van Gaal en 2014.

Es cierto que hemos visto casos recientes en los que se ha cambiado un portero para una tanda de penaltis. Es un momento en el que influye mucho la suerte, en aquella eliminatoria con Bélgica no la tuvimos de nuestro lado. Tengo que decir que, en aquel Mundial, el otro portero que nos acompañaba era Urruticoechea y me sorprendió muchísimo en los entrenamientos la intuición que tenía en los penaltis. Así que, si hubiera ocurrido ese caso, yo no me hubiese puesto, le habría dicho al entrenador que le pusiese a él, que era el bueno.

También hubo malos momentos, la mayor parte en forma de lesión.

Es un riesgo que corren todos los deportistas, aunque es cierto que yo sufrí muchas, graves y que me tuvieron muchos meses de baja. Rotos los dos cruzados, un hombro, la mandíbula y luego la última, aquel golpe en la cadera fue muy sorprendente. Un lanzamiento de falta de Tevenet que entró a gol, salté mucho y bien, pero no llegué y me caí sobre la línea de fondo, en la cal, los laterales del campo estaban más duros de lo normal, el impacto me produjo un desequilibrio de toda la musculatura, al día siguiente no podía ni caminar. Tardé muchísimo en curarme. No podía pensar que era mi último partido.

En lo deportivo lo peor sin duda el año del descenso. Pienso que teníamos futbolistas que podíamos haber hecho algo más, pero no fuimos capaces de formar un equipo dentro del terreno de juego. Fue triste para todos, desde luego para los aficionados, para la historia del club, pero para los que estábamos allí, le aseguro que los sufrimos y nos dolió, fue la vivencia más desagradable.

En la parte amable de los libros de historia sus tres veces como meta menos goleado.

El Zamora es un premio individual que reconoce una labor de equipo. Es fundamental tener un buen sistema defensivo que proteja al portero, encajar pocos goles no es posible hacerlo uno sólo, ni el mejor de la historia lo lograría sin un colectivo que trabaje para conseguirlo. Aquellos años, al final de las temporadas, todos estaban pendientes, preocupados e interesados en que yo me llevase el trofeo, era una labor de vestuario, incluso del propio banquillo. Novoa me sustituye en San Mamés, en la última jornada para asegurar el Zamora, fue llamativo en aquel momento, luego se vio con normalidad.

Una señal más de que aquel vestuario y aquellos años fueron algo especial.

Pertenezco a una generación en la que el Sporting estaba formado por gente de la casa o, en cualquier caso, jugadores que estaban casi la totalidad de su carrera deportiva en el club. Eso crea un vínculo especial que se transmite en el vestuario y fuera. Se ve ahora reflejado en la Asociación de Veteranos, es una relación de amistad muy profunda porque compartimos vivencias durante mucho tiempo en nuestro club, con el posesivo muy marcado, y eso es algo que evidentemente es diferencial. En los últimos tiempos hemos vivido otra forma completamente diferente de construir el equipo.

Según lo cuenta, suena a que será algo irrepetible.

Pues pienso que es muy posible repetir una hornada de futbolistas como aquella. Creo que hay que seguir trabajando como se hace en Mareo. Es una cuestión de tener paciencia con los jugadores y una vez que lleguen al primer equipo, transmitirles que este es club grande por sus valores, que merece la pena jugar toda tu carrera deportiva aquí o, por lo menos, una parte muy importante de ella, que para abandonar Gijón la diferencia debe ser muy grande.

Creo sinceramente que el Sporting puede volver algún día a hacer historia deportiva en Primera, regresar a Europa, pero eso únicamente se hará con gente de Mareo, con una fuerte base de la casa y la aportación de dos o tres futbolistas que marquen diferencias, adaptando a los tiempos actuales lo que se hacía en nuestra época. Confío en ello.