El siguiente es un caso real que vamos a disfrazar de ficción, o un caso inventado que vamos a tomar como real.
Todas las mañanas a las 8, una mujer iba a su trabajo por la vereda de enfrente de la iglesia. No por la de la iglesia, sino por la de enfrente. Según los vecinos del pueblo, era una señora muy creyente: no faltaba a misa ni un domingo.
Se ve que también era supersticiosa. Según testificó el pintor, esa mañana ella venía como siempre cuando de lejos lo vio a él, que estaba en lo alto de su escalera, pintando el frente de la farmacia. Al mismo tiempo, el pintor vio a la señora, que se paró en seco: la escalera abierta ocupaba todo el ancho de la vereda. En la cuneta, había un riachuelo de agua podrida, que la señora no lograría saltar.
El pintor cree que, por evitar la escalera y el agua, la mujer decidió cruzar mucho antes de llegar a ese punto.
Cruzó casi en la esquina anterior, para seguir su camino por la vereda de la iglesia.
Y ahí ocurrió: tras la octava campanada, el badajo de una de las campanas se desprendió y fue a dar en la cabeza de la mujer, que murió en el acto.
¿Por qué suceden cosas así? ¿Pueden evitarse? ¿Hay un responsable?
Hipótesis 1: a todo lo mueve el dinero
Dice el analista económico: ante la escalera, la mujer podría haber decidido faltar al trabajo y volverse a casa.
No lo hizo por el escaso margen entre su sueldo y el valor de la canasta familiar; debía trabajar para no caer bajo la línea de pobreza. La inflación la obligaba a generar recursos extraordinarios para subsistir. Las mismas razones regían para el pintor, que por eso no abandonó su trabajo y ni amagó con quitar la escalera.
También debe considerarse el manejo de los recursos estatales. Indagar en las razones que influyeron, no ya en la señora o el pintor, sino en el charco de agua estancada (discutir el presupuesto para el mantenimiento de la red de desagües) y también en el badajo asesino (discutir la actual relación entre Iglesia Católica y Estado).
En síntesis, la fatalidad se explica en los términos de la escasez de recursos, el ABC de la economía, que obliga a todo el mundo a marchar.
Hipótesis 2: hacia adelante, todo se resuelve con decisión política
Dice el gobernante en su discurso: el problema presupuestario existe, pero no es el dinero el verdadero responsable, sino la persona o el organismo que decide sobre el dinero. ¿Qué entidad es la responsable del control y mantenimiento de los desagües de la provincia? ¿Y de las campanas? Si no la hay, debería crearse una.
Esta tragedia nunca hubiera ocurrido si la gestión anterior hubiera tomado los recaudos correspondientes. Hoy, el único camino es lamentar el deceso, crear una comisión que busque a los responsables y los castigue de manera debida, investigar si hubo algún caso de corrupción involucrado en el asunto y luego revisar, con las herramientas que la democracia nos brinda, todo el aparato legal relacionado con este triste episodio, con el fin de evitar más accidentes como este, no sólo en este pueblito perdido, sino en todos los rincones de esta gran nación. (Aplausos).
Hipótesis 3: Dios
Dice el evangelista que te toca el timbre en mitad de la siesta: estas cosas suceden por obra de Él, cuyos verdaderos motivos son imposibles de comprender para nosotros, pobres mortales, etcétera, etcétera.
Hipótesis 4: la ciencia tiene una explicación para todo... o casi
Dice un clon de Einstein: la ciencia, por la vía de una razón sistemática y no por los senderos de una fe dogmática y atomizada en distintos cultos, explica lo que nos rodea, creciendo sobre sus propios antecedentes y sin permitirse contradicción alguna.
Es probable que haya cientos de razones científicas que expliquen este caso con exactitud: en cualquier accidente de estas características, se deben considerar las coordenadas en el espacio, el tiempo, la fuerza de gravedad, la aceleración, las probabilidades. En suma, la física, la matemática... Lamento no contar en este momento con datos suficientes como para elaborar una explicación satisfactoria.
Hipótesis 5: nombrar a muchos filósofos no te convierte en uno
Dice un señor con cara de lechuza: para responder, debemos internarnos en los laberintos del pensamiento. Quizá descubramos que se trata de un problema sin solución, pero eso ya será un atisbo de respuesta.
Claro que no somos los primeros en pensar. ¿A qué filósofo nos remitiremos para iniciar nuestra propia explicación? Platón responsabilizaría del badajo volador a lo que él llamaba el bien, al propósito que determina el orden del mundo. Aristóteles lo atribuiría a su "motor inmóvil": la ley de leyes, que algunos relacionan con Dios y otros con la causa de las causas, la respuesta al último "por qué" posible.
Descartes dudaría, no por inseguridad sino por ser ese su método para arribar a alguna respuesta indudable. ¿No habrá sido todo un sueño? Para Spinoza, lo ocurrido tenía que suceder necesariamente, porque responde al orden de una Naturaleza consustanciada con Dios, que existe por necesidad, sin depender de nada más: la mujer no hubiera podido cruzar la calle por un lugar diferente, ni el badajo caer en otro sitio.
Para Hume, las ideas siguen un orden sucesivo, sin que ninguna sea causa de la siguiente: el badajo que cae en picada y luego el badajo que destroza el cráneo de la mujer son para él dos ideas independientes, como fotos de un álbum en páginas diferentes, sin que la primera tenga relación con la que le sigue.
¿Leibniz, Kant, Hegel? Hay más. En tanto no elijamos por dónde empezar a pensar, no podremos pensar. Mientras, quizá lo más sano sea llamarse a silencio, como sugirió Wittgenstein: posiblemente estemos frente a algo que va más allá de los límites del lenguaje y, por tanto, más allá de lo que se puede pensar.
Y calla. (Por fin).
Hipótesis 6: los artistas están para hacer preguntas
El Coro de Genios Autoproclamados se pregunta: ¿No es tan poco trascendente consagrar la vida a los negocios y las finanzas como consagrarla a jugar al Estanciero o al Monopoly? ¿No se evita así el esfuerzo de explicar el mundo por la vía de reducirlo a ser un mero juego de mesa, con fichas de riqueza y ambición?
La política, ¿no debería consistir en ayudar y servir a los demás para que todos vivan lo mejor posible? Sin embargo, ¿no se la entiende hoy como un ejercicio de poder que disfraza el interés personal de interés general? ¿No se vuelve así otro juego de mesa (o de rol) muy relacionado con el del dinero?
¿Las religiones? ¿Esas que no aceptan lo que dice la otra? ¿Las que inventaron las cruzadas, las inquisiciones, las hogueras, las lapidaciones, la discriminación, las guerras santas? ¿Y de cuál dios hablan? ¿Del cristiano, del judío, del musulmán? ¿De los dioses africanos, orientales, aztecas, incas, maoríes, griegos, romanos?
¿Qué ciencia? ¿La que quiere construirse sobre sí misma sin contradicciones? ¿No será justamente la contradicción uno de los modos más importantes en que se nos presenta el universo? ¿Por qué excluirla? ¿Y por qué olvidarnos del sujeto que observa para concentrarnos sólo en el objeto observado, como si el sujeto no fuera parte de ese mismo universo que se quiere explicar?
La filosofía, ¿no se diluye en su voluntad de discutirse a sí misma? ¿No se mira demasiado tiempo el ombligo para luego discutir consigo misma el ombligo, los ojos, la mirada y la discusión en sí? ¿No son demasiados los filósofos que intentan contrariar o directamente aplastar los razonamientos de sus antecesores?
¿No cuenta con más recursos el arte, al valerse no sólo del intelecto, sino también de los sentimientos y la intuición, del inconsciente y lo irracional? ¿No será mejor el arte, que cruza diferentes perspectivas, sean contradictorias o no? ¿El arte, que puede ser hartante cuando habla sólo de sí mismo, pero que también puede hablar de todas las demás cosas? Un artista aporta sólo un grano de arena, pero ¿no dan todos los artistas de todas las épocas la más amplia aproximación al universo que puede dar el hombre?
¿Qué arte explicará el problema de la mujer, la escalera y el badajo? Podría ser la literatura. Quizá algún día un escritor narre este caso. Dirá que es real o de ficción.
Volcará sus opiniones como si fueran las de otros, y las opiniones de otros como si fueran las suyas. Ese será su aporte a la discusión. Su respuesta a la pregunta.
Será insuficiente, claro. Pero bastará para que quien lo lea, vaya y dibuje, componga o escriba luego otra cosa, apoyándolo, agregando algo nuevo o incluso negándolo de plano. Con intelecto e intuición, con sentimientos, con estética y contradicciones: así dará el arte su visión del asunto.
Hipótesis 7: todo es amor o su ausencia
Y a mí qué me importa todo eso, dice la persona que llora a la mujer muerta.
Cómo desvestir al azar de sus distintos ropajes
Opinión de Martín Cristal. Más información en Días Contados.
17 de septiembre de 2016,