¡Esto es el acabose!

LA LEY DE AMNISTÍA

Cuando se instiga a salir a la calle: del "apreteu" de Torra a "el que se pueda mover, que se mueva" de Aznar

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Manifestacion contra amnistia ante la sede del PSOE, en la calle Ferraz de Madrid, el pasado martes 

Dani Duch / Propias

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Cuando estudiaba en la vieja facultad de periodismo de Bellaterra, había unas dependencias en las que se fotocopiaban libros sin ningún tipo de consideración hacia los derechos de autor. Varias máquinas recalentadas escupían folios sin parar y, mientras esperabas tu turno, te distraías mirando los carteles colgados en las paredes. Recuerdo uno de Mafalda que me quedó grabado. Son aquellas tres famosas viñetas en las que Quino dibuja a un joven hippie, melenudo, barbudo, bolso enorme al hombro y pantalones de campana… Un señor ataviado de traje, chaleco y sombrero lo mira atónito y no puede por menos que exclamar con gran escándalo: “¡¡Esto es el acabose!!!”. En la última estampa, Mafalda le replica: “No exagere. Sólo es el continuose del empezose de ustedes”. Me ha venido a la memoria aquella tira a raíz del estado de excepción en la calle que una parte de la derecha trata de extender a cuenta de la negociación de una ley de amnistía entre el PSOE y Junts.

Ha sido situarse el foco sobre el independentismo y enseguida se ha aprestado Vox a sacar rédito de la polarización que el conflicto catalán provoca en España. Sorprende el desconcierto en el PP ante esa constatación. Los dirigentes populares reaccionaron con cierta tardanza a la violencia ultra y unos han sido más contundentes que otros. En cualquier caso, todos han puesto el acento en que el culpable de los disturbios es Pedro Sánchez por impulsar la amnistía. La manifestación convocada por el PP para el domingo en Madrid cobra ahora relevancia para el partido, que va a controlar minuciosamente que no haya “cosas raras” y que sea lo más multitudinaria posible para demostrar que existe un “malestar social”, transversal, que nada tiene que ver con los fascistas y neonazis que se citan ante la sede del PSOE en Ferraz. La foto del domingo deberá ser impecable porque los socialistas no han tardado en paladear la idea de una connivencia del PP con los ultras. Que en eso de sacar provecho de los momentos de tensión nadie puede lanzar la primera piedra.

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Cientos de manifestantes vuelven a protestar contra la amnistía

Pero desde que José María Aznar lanzó la consigna de movilizarse, resulta difícil “marcar el perímetro”, como dicen en Génova. Hay ocasiones en que los políticos creen que pueden manejar el alcance de la excitación callejera como si estuvieran en un laboratorio con un tubo de ensayo entre las manos: ahora añado unas gotas de irritación, ahora hago un llamamiento a la calma… Ocurrió también durante el proceso independentista. La “revolución de las sonrisas” llevó a una frustración que desembocó en los CDR. Algunos líderes de Convergència creyeron al principio que mantendrían en todo momento el control de las movilizaciones, pero la protesta en la calle es como un reguero de fichas de dominó: eliges cuando lo activas, pero luego tiene vida propia. Al cabo de un tiempo, el president Quim Torra azuzaba a los radicales con aquel “apreteu” que acabó con un intento de asalto de los CDR al Parlament. “El que pueda hacer, que haga, el que pueda aportar, que aporte, el que se pueda mover, que se mueva”, alentó Aznar. Y las fichas van cayendo unas tras otras.

La instigación de Aznar se produce en un contexto en el que numerosos líderes del PP y de la judicatura expresan alertas apocalípticas sobre el final de la democracia, del Estado de derecho y del principio de igualdad entre españoles. Esas apelaciones llueven sobre terreno mojado, sobre una población sensible a la inquietud propia de unos tiempos que acumulan dos guerras, una pandemia, los efectos de la inflación, de los zarpazos terroristas, del cambio climático, de las migraciones… Curiosamente, el independentismo catalán hace tiempo que no figura entre las grandes preocupaciones de los españoles. Pero la sensación de que la nación con la que uno se identifica está en peligro es una de las que más desasosiego suscita. Amplios sectores de la población sucumbe ante la idea de que España se deja un jirón irrecuperable en cada negociación con los nacionalistas o los independentistas. Adónde vamos a llegar así… ¡el acabose! Ocurre también en Catalunya, donde cala en muchos ciudadanos el mensaje de que su identidad está en riesgo, que la lengua se extingue, que son un pueblo oprimido.

No dejar a ningún "soldado" atrás

En ambos casos, además, siempre hay un culpable fácil de identificar. Para Carles Puigdemont el enemigo es una confabulación de los poderes del Estado, empezando por el Rey, ante los que es necesario resistir. No dejar a ningún “soldado” atrás, decía Jordi Turull, secretario general de Junts. Para el PP, es Pedro Sánchez el origen de todos los males. Para el PSOE, el fascismo rampante que se ha apoderado de los populares. Para los ultras que se manifiestan en Ferraz, esa Constitución que alumbró el artefacto autonómico… Decía Michael Ignatieff: “El nacionalismo funciona como un lenguaje moral de autoexculpación. El único responsable de todo lo que ocurre es el otro bando. En el universo moral de la fantasía nacionalista absoluta, todas las acciones vienen impuestas por una necesidad trágica (…) ¿Por qué? Porque el otro bando empezó primero”.

Se refería el académico canadiense a sus conclusiones sobre los efectos del nacionalismo en los Balcanes, así que siempre hay que salvar las muchas distancias existentes con el caso español, por más que Feijóo se refiriera a los conflictos de esa zona para alertar de los peligros

que nos acechan por estos lares. La principal diferencia, no menor, es que nuestros miedos no han llegado tan lejos como para provocar una ruptura tan trágica. Lo ocurrido en 2017, sus antecedentes y sus consecuencias, quizá tengan más equiparación con crisis como la del Brexit o el trumpismo. O ni siquiera eso. Puede que, como decía Mafalda, estemos dramatizando más de la cuenta y que la democracia española esté resistiendo mejor de lo esperado los modernos embates de la vieja cantinela de siempre.

Punto y aparte

El temor a los jueces

Junts está alargando la negociación con el PSOE sobre la ley de amnistía para garantizarse que se podrán acoger a ella personas del entorno de Carles Puigdemont. Sin embargo, por más precisión que se aplique a una norma que no puede contener nombres, será imposible evitar un margen de discrecionalidad de los jueces.

Primero, el Tribunal Constitucional puede decidir que anula la ley o bien algunos de sus artículos. Y segundo, cada juez tendrá cierta capacidad para aplicar o no la norma a los casos que tienen a su cargo. Es la premisa que ha marcado toda la negociación, pero aún se ha puesto más de manifiesto con el paso dado por el juez de la Audiencia Nacional García-Castellón de investigar a Puigdemont y a Marta Rovira por terrorismo en relación a su papel en el Tsunami Democràtic. El juez busca así tener la posibilidad de elevar una cuestión a la justicia europea sobre si es de aplicación la amnistía en un caso de terrorismo. Todo ello ha contribuido a aumentar las prevenciones de los negociadores de Junts, que buscan dejar el mínimo resquicio a maniobras judiciales. Ese movimiento de García-Castellón influye más en el ánimo de los dirigentes de Junts que las manifestaciones de la ultraderecha en Madrid.

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