Lujo adocenado

LA VIDA LENTA

Las misteriosas colas ante tiendas de productos de lujo donde se limita el número de bolsos que puedes comprar es un espectáculo fascinante. Y bastante alejado de la imagen icónica de nobles, militares retirados y millonarios cargados de maletas y acompañados por doncellas y mayordomos que subían a trasatlánticos, Rolls Royces o al Orient Express, a menudo para ser asesinados. Queridos lectores, el lujo, como tantas cosas, ya no es lo que era.

foto XAVIER CERVERA 08/08/2022 turismo en passeig de gracia, turista s de lujo, entrando /saliendo de hoteles hotel o de tienda s (dior, gucci, louis vuitton, etc) el dia q se ha conocido (noticia) q barcelona es el municipio del estado español q mas turismo de lujo de clase alta ha recibido

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XAVI CERVERA

Lo sabe bien la industria del sector, dominada por enormes conglomerados que suman diversas marcas y hábiles estrategias de mercado. De hecho, la sola unión de las palabras industria y lujo ya chirría. Desde la tumba de Tutankamón hasta los joyeros reales británicos, pasando por los talleres de alta costura parisina visitados en el pasado por ricos de todo el mundo, el lujo ha sido sinónimo de exclusividad, de pieza única, de encargo hecho a medida, de iniciales bordadas y calidad de materiales. No solo quería decir tener tanto dinero como para gastárselo en cosas perfectamente superfluas, sino también tener las ocasiones para lucirlas y que sean apreciadas por tus iguales. Cuando solo veraneaban los que tenían tiempo y posición para hacerlo, los acompañaban baúles de piel reforzados, porque el resto viajaba para emigrar o por obligación, arrastrando un fardo atado con un pañuelo y maletas de cartón.

Ahora se hacen listas de espera para tener un bolso de marca como parte de una exitosa estrategia comercial

Ahora se hacen listas de espera para conseguir un bolso de marca como parte de una exitosa estrategia comercial, porque, naturalmente, se podrían fabricar tantos como se quisiera. Y los nietos de los de la maleta de cartón imitan este falso lujo de escaparate, comprando la copia en cualquier manta tendida en la calle. Y así con todo, como exhibir en las redes una factura de mil euros de un chiringuito en Eivissa para demostrar que te has pedido todos los platos que llevan caviar: desde el marisco hasta un bikini, te guste o no. Cosas que pasan en el país que, en el boom inmobiliario, vendía tres mil Porsche Cayenne al año.

Entonces, ¿qué es hoy el lujo? Seguro que no hacer cola ante una tienda, que es exactamente igual a centenares más en el mundo, para comprar un bolso como hay miles en el planeta y que exhibe unas iniciales enormes que no son las tuyas, sino un logo. Tampoco recorrer Europa con un bolso de marca personalizado con oro y diamantes, y cargado con ocho millones y medio de euros en joyas de dudoso gusto, que amontonas con una cierta indiferencia (quizá porque todo este dinero no te ha costado mucho ganarlo).

Seguramente soy injusta juzgando a los demás y, por supuesto, todo el mundo se puede gastar el dinero en lo que más le guste. Para mí, que querría comprar tiempo y aún no he encontrado la tienda, el lujo es buscar un rincón tranquilo y en calma, contemplar desde allí una puesta de sol enmarcada por un mar sin yates o montañas sin urbanizaciones, unas alpargatas bien cosidas en los pies y una ensalada de tomates perfumados y jugosos en la mesa. Y, por supuesto, la buena compañía para compartirlo.

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