La cascada más alta de la península ibérica

Mundo insólito

Contemplar el salto del Nervión se convierte en una experiencia casi religiosa

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La cascada del río Nervión en el Monte Santiago

Mimadeo / Getty Images/iStockphoto

El cañón de Delika es un escalón enorme tallado por glaciares pretéritos en el terreno donde las provincias de Burgos y Álava se encuentran. Es un amplísimo balcón sobre el que obtener un visión casi infinita del verde valle de Orduña. Allí el río Nerbioi (Nervión) nace jugando al escondite para formar la cascada más alta de la península ibérica.

El río se hace el interesante, pues aunque nace en territorio burgalés, pasa inadvertido a la vista de los visitantes, oculto bajo las primeras capas del territorio kárstico por el que se mueve. Pero si se tiene paciencia –mínima, pues aquí la pluviosidad es alta y generosa– para esperar a que llueva varios días seguidos, entonces el riachuelo se desplaza sinuoso y alegre entre las losas de piedra de la superficie para lanzarse inmediatamente a un precipicio no apto para acrofóbicos: se despeña con la elegancia de la cola de un vestido de novia durante 222 metros para dar con el fondo del cañón y seguir su paseo tan tranquilo hasta Bilbao y la desembocadura, entre Portugalete y Getxo.

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Espectacular salto del Nervión en invierno

David González Rebollo / Getty Images/iStockphoto

Vascos y castellanoleoneses saben cuándo ir al salto del Nervión. Esperan tres o cuatro días de lluvias fuertes y se encaminan rápidamente hacia el balcón, pues saben que de igual manera que aparece, la cascada es fugaz y dura lo que tardan las aguas en colarse por la esponja de piedra que es el territorio calizo de Gorobel-Sierra Sálvada.

Por la parte alta del cortado hay un sendero bien acondicionado que parte desde los aparcamientos de la zona protegida burgalesa del Monte Santiago. Se transita por un élfico bosque de hayas para aparecer, ya en territorio alavés, junto al canal de piedra que provoca la monumental cascada. Los buitres leonados suelen volar por debajo de tan monumental despeñadero, lo que permite avistamientos cercanos y emocionantes.

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Hayedo del Monte Santiago

Erlantz Pérez Rodríguez / Getty Images/iStockphoto

El camino, que reclama máxima precaución para no acercarse al borde, lleva hasta un mirador que pone a prueba el estómago de los senderistas: sobresale del acantilado como un voladizo y tiene el firme de vidrio, para acentuar la sensación de vacío. Pero desde allí se consiguen las vistas más espectaculares del salto del Nervión cuando el potente chorro se va separando progresivamente de la pared para convertirse en una maravillosa cola de caballo. En los más extremos días del invierno, cuando todo el entorno está nevado, la postal es insuperable.

En el paseo por el sendero superior hay una trampa para lobos y un monumento de figuras gigantescas que recuerda cómo se utilizaban. Los pastores perseguían a los depredadores de sus rebaños haciendo un ruido infernal hasta meterlos en un callejón sin salida que conducía a un pozo del que no saldrían jamás. Es un complemento etnológico y cultural a una visita en la que es una maravilla paisajística la que se impone.

Hay una manera complementaria de contemplar la cascada, menos impresionante pero también espectacular. Se trata de caminar el sendero que reclama un par de horas de ida y otras tantas de vuelta desde la aldea de Delika. Entonces se llega hasta el punto donde el chorro rompe sobre las piedras. Hay que ir equipado para recibir un espray permanente. Y aun con chubasquero, acabar empapado resulta inevitable.

Tanto si se decide ver el Salto del Nervión desde arriba como desde abajo, la población de referencia es Orduña, enclave vizcaíno que está a igual distancia de Bilbao que de Vitoria-Gasteiz, 40 kilómetros.

Vascos y castellanoleoneses saben cuándo ir al salto del Nervión. Esperan tres o cuatro días de lluvias fuertes y se encaminan rápidamente hacia el balcón

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