El corazón del equipo yeyé

IGNACIO ZOCO (1939-2015)

El centrocampista navarro ganó siete ligas, dos copas del Generalísimo y la Copa de Europa de 1966

Ignacio Zoco

Ignacio Zoco

Propias

El madridismo está de luto con la muerte ayer a los 76 años de edad de Ignacio Zoco, uno de los integrantes del llamado equipo yeyé, quizás uno de los jugadores menos dotados técnicamente de aquella generación, pero sin duda uno de los más queridos por sus compañeros y por el Bernabeu, "siempre más propenso a aplaudir a los pirris que a los velázquez", en frase mítica de Jorge Valdano con la que el argentino definía a un público que valora el esfuerzo y el compromiso con la camiseta sobre todas las cosas.

Nacido en Garde, un pueblo del Pirineo navarro en julio de 1939, Zoco hubiera podido pasar por alemán: muy rubio, muy alto para la época, 1'84 cm, un tanto desgarbado al andar. No tenía demasiada pinta de futbolista, pero dejó una gran huella en el Real Madrid, adonde llegó por una llamada de Raimundo Saporta en 1962 tras rechazar ofertas del Atlético, Espanyol y Barcelona, que llegó a tener una opción de compra sobre él cuando jugaba en Segunda con Osasuna y ya había debutado en la nacional absoluta, contra Gales, en Cardiff, en partido valedero para la clasificación para el Mundial de Chile.

Para el mundo del fútbol, Zoco, al que para firmar su primer contrato con el Madrid le tuvieron que sacar de un cine, fue un medio centro de contención que acabó reconvertido en central. Un jugador pundonoroso, la pareja ideal de Pirri en el centro del campo, que llegó a jugar con los blancos durante doce temporadas en las que alcanzó un palmarés de títulos al alcance de muy pocos: siete ligas, dos copas y una Copa de Europa, la sexta para el Madrid, lograda en 1966 en una final jugada en Bruselas contra el Partizán de Belgrado. Dos años antes, Ignacio Zoco también había figurado en el once con el que la selección española ganó su primer gran trofeo, la Eurocopa ganada a Rusia en el Santiago Bernabeu (2-1) con el gol de Marcelino.

Para el imaginario madridista, Zoco quedará en el recuerdo asociado a tres momentos de su carrera. El primero es una foto en Balaídos, abandonando el terreno de juego junto a Zunzunegui, ambos hasta arriba de barro, ejemplos máximos de entrega a la causa. La segunda es una final de recuerdo trágico que a punto estuvo de encumbrarlo. Se trata de la final de la Recopa de 1971 disputada en Atenas, con el Chelsea como rival. Conviene poner antecedentes. La Recopa es por entonces una competición que el Madrid solía despreciar porque sólo tenía ojos para la Copa de Europa. Pero nunca la ha ganado y la ambiciona. El partido se tuerce y cuando la derrota parece inevitable Zoco logra el gol del empate en el minuto 91 (1-1) que lleva al partido de desempate. La hazaña queda en nada porque el Madrid volvería a perder dos días después (2-1).

La tercera imagen es la de su retirada. Estamos ya en la temporada 73-74 y corren otros tiempos. El Barcelona se pasea por el Bernabeu con un (0-5) de la mano de Cruyff y Zoco anuncia esa misma noche en el vestuario que cuelga las botas al final de la temporada. Pero el fútbol casi siempre da ocasiones para la revancha. En una Copa entonces sin jugadores extranjeros, el Madrid golea en una final disputada en el Calderón al propio Barcelona (4-0). Grosso es quien tiene que subir al palco a recibir el trofeo de manos de Franco, pero le cede el brazalete y el honor al navarro, que recibe la Copa sin poder contener las lágrimas.

De aquellos tiempos queda también el recuerdo de un jugador generoso con los demás y con un sentido del humor y la autocrítica que no heredarían las nuevas plantillas. Poco hábil para salir con el balón jugado, en alguna ocasión alguna pifia suya provocó más de un disgusto y más de un gol en contra. Enseguida aquellos errores tuvieron su propia denominación, que él asumió sin rubor: "He cometido alguna zocada". En aquella plantilla, nadie asumió nada parecido. Es más, todos se refugiaban en ese nombre: "He cometido una zocada".

A la muerte de Di Stéfano hace dos veranos, heredó la presidencia de veteranos del Madrid. Fue su último acto de servicio tras 434 partidos y 17 goles, casi todos de cabeza. Fuera del fútbol tuvo una vida discreta a pesar de casarse con una celebridad de la época, la cantante María Ostiz, con la que tuvo cuatro hijos.

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