Tutankhamón ya usaba abanico

Arte plegable

El abanico ha pasado por múltiples etapas de popularidad a lo largo de los siglos. Hubo hasta una profesión asociada y un supuesto código para la comunicación entre amantes

Actores de una comedia británica sobre el antiguo Egipto, c. 1906.

Actores de una comedia británica sobre el antiguo Egipto, c. 1906.

The Print Collector/Print Collector/Getty Images

No es el accesorio imprescindible que fue, aunque sigamos echando mano de él en días calurosos. El abanico ha perdido su lugar hegemónico en el reinado de la moda como útil de seducción y símbolo de estatus. Pero hoy se mantiene como un instrumento que, junto a su mera funcionalidad, posee una fuerte carga histórica, artística y social, con presencia en diferentes culturas del mundo. Al modesto uso de refrescarse, en su devenir se añadieron otros ceremoniales, religiosos y decorativos.

Es difícil determinar su origen, pero probablemente se encuentre en el Neolítico, como utensilio para abanicar grano y avivar el fuego, dice Francesc Martínez Sanchis, periodista, historiador y director del Museu del Palmito d’Aldaia (MUPA) en Valencia, fundado en 2010. “En sus diferentes formas, existe desde tiempos inmemoriales y ha aparecido en diferentes culturas. Fue empleado por egipcios, babilónicos, chinos, coreanos, japoneses, persas, griegos y romanos”, resume.

Taller de abanicos de Antonio Navarro de Aldaia. Foto: Desfilis, revista ‘Estampa’, n.º 115, 25 de marzo de 1930.

Taller de abanicos de Antonio Navarro de Aldaia. Foto: Desfilis, revista ‘Estampa’, n.º 115, 25 de marzo de 1930.

Dominio público

Los vestigios más antiguos provienen de tumbas egipcias. Martínez Sanchis cita abanicos de plumas hallados en Kerma (Sudán), que datan de 2300-2100 a. C., o dos abanicos de plumas de avestruz con mango de marfil, hallados en la tumba de Tutankhamón (1354-1340 a. C.), hoy custodiados en el Museo de El Cairo. Otras representaciones egipcias se hallan en las tumbas de Beni-Hasan, de la XII dinastía (1791-1796 a. C.) o en los bajorrelieves del Ramesseum, el templo funerario que Ramsés II ordenó erigir en Tebas.

En sus orígenes, este artefacto era rígido, bien en forma de rueda (los flabellum), bien de tipo banderola, con el país (así se llama la tela o papel que va pegado al varillaje) a un lado. Refrescaban, espantaban insectos o hacían de parasol. “Tenían un carácter ceremonial y estaban realizados con ricos materiales: marfil o ébano para el mango y países de plumas, piel o vitela. Solían estar guarnecidos de borlas y flecos”, explica Mercedes Rodríguez, técnico de museos y responsable de la colección de abanicos del Museo del Romanticismo de Madrid.

Los primeros en España

En la península ibérica, el abanico fue introducido por los fenicios, detalla Martínez Sanchís. “De la Valencia ibérica hay constancia en un fragmento de cerámica encontrado en Llíria, que muestra a una dama con un abanico”.

También existen testimonios en la España de la Edad Media. En la arqueta de marfil que se conserva en la catedral de Pamplona, obra de un taller real de Córdoba de 1005, aparece un personaje sedente al que asisten dos jóvenes: uno porta un espantamoscas y el otro un abanico.

Lee también

Edad Media: una época solo medianamente apestosa

Isabel Gómez Melenchón
En el folio 244 de un manuscrito iluminado holandés de alrededor de 1470, conservado en la Staatsbibliothek de Berlín, creado para el hijo bastardo de Felipe III de Borboña, Antonio. La miniatura muestra a hombres y mujeres bañándose juntos, mientras incluso algunos comen.

Igualmente, hay referencias en la crónica de Pedro IV de Aragón (1319-1387), cuando cita, entre los diferentes oficios que desempeñan los nobles, a “el que lleva el abanico”. Y en el inventario de Juana la Loca de 1565 figuran varios abanicos de materiales suntuosos.

Esplendor, nobleza y lujo

Sin embargo, los abanicos que se utilizan hoy son plegables y tienen un origen diferente. Datan del Japón del siglo VII. Estos modelos que se abren y cierran se introdujeron en Europa a principios del XVI por dos vías: la primera, a través del comercio veneciano con Oriente, por la que llegaron a manos de Catalina de Médicis, quien los puso de moda en la corte francesa de Enrique II; y la segunda, por medio del comercio portugués con Asia oriental.

Su uso comenzó a cambiar. Si hasta la Edad Media había sido empleado para espantar moscas, dar aire a reyes, pontífices y dignatarios, y como instrumento litúrgico por la Iglesia cristiana, “a partir del XVI fue utilizado por mujeres, en un principio damas de clase alta que lo empleaban no solo para darse aire, sino también como objeto suntuario realizado en materiales caros, que denotaba su estatus social”, indica Mercedes Rodríguez.

Partes del abanico.

Partes del abanico.

Foto: Mireia Fernández Sánchez. MUPA

En el siglo XVIII se convirtió en un objeto indispensable del ajuar femenino de la alta sociedad. “Las mujeres tenían una intensa vida social: acudían a misa, visitaban a amistades, iban de compras o de paseo, y por la noche, siempre acompañadas, asistían a tertulias, bailes, el teatro o la ópera. Para todos estos actos necesitaban una completa indumentaria acorde”, indica la conservadora del Museo del Romanticismo.

El abanico era indispensable. Durante el siglo XIX, continuó su hegemonía en la moda, adoptando gran variedad de formas, tamaños, decoraciones y ricos materiales (nácar, marfil, carey, perlas, lentejuelas). Cada actividad (teatro, baile, visitas, cena, boda, luto) tenía su propio modelo. Hasta la Primera Guerra Mundial se mantuvo como accesorio de moda y su caída en desuso llegó con la segunda gran contienda.

Lenguaje secreto

En su época de esplendor, el abanico era un elemento de coquetería femenina. Pero llevarlo no distinguía por sí solo a una dama. Además, debía saber manejarlo con gracia. Mucho se ha hablado del lenguaje del abanico como arte de seducción en las cortes europeas y salones de la alta sociedad de los siglos XVIII y XIX. Un lenguaje (conocido como “campiología”) que habría sido utilizado por las damas para comunicarse con sus pretendientes mediante movimientos determinados, pero sin hablar.

Sin embargo, más que existir formalmente, parece que detrás había cierta operación de marketing de los fabricantes. Se publicaron diferentes folletos y, sobre todo, artículos en prensa que hacían referencia a esta forma de comunicación.

Abanico decorado con retratos de María Antonieta y damas de su corte. Francia, 1785.

Abanico decorado con retratos de María Antonieta y damas de su corte. Francia, 1785.

Foto: Mireia Fernández Sánchez. MUPA

“En 1711, Joseph Addison publicó en la revista The Spectator un artículo lúdico y sarcástico, sobre la supuesta existencia de una academia de jóvenes en la que se adiestraba en el manejo del abanico. Por otro lado, en 1797 apareció el famoso abanico Fanology or Ladies Conversation Fan, diseñado por Charles Francis Badini. En su país se presentaba una combinación de letras y números junto con las instrucciones que explicaban la forma de manejarlo para poder comunicarse en código”, detalla Rodríguez.

Por su parte, el fabricante Jean-Pierre Duvelleroy editó hacia 1865 una pequeña publicación titulada El lenguaje del abanico, en la que recopilaba los movimientos de este accesorio y sus significados. “En realidad fue un folleto realizado para sus clientas y una estrategia comercial para aumentar la venta”, dice Rodríguez, quien sostiene que realmente no existió un lenguaje del abanico. También hoy algunos maestros abaniqueros incorporan en sus webs o folletos publicitarios este lenguaje como reclamo.

Una iconografía muy variada

Objeto de producción artesanal, a lo largo de la historia ha existido una amplísima tipología de abanicos, y su temática decorativa es muy extensa. “Cada uno de ellos tenía unos materiales y decoraciones diferentes –indica Rodríguez–. Temas galantes, mitológicos y amorosos para los abanicos de boda, temas taurinos y costumbristas para los más populares, o temas bucólicos y pastoriles, que fueron corrientes en el XVIII”.

Esta experta subraya que en ese siglo “también se pusieron de moda los abanicos ‘grand tour’, que reflejaban los principales monumentos de los países más visitados. Se realizaron abanicos de luto, o para ir al teatro o la ópera, muchos de ellos con retratos de cantantes o escenas de la Comedia del Arte. En cada país, los abanicos históricos reflejaban escenas de los principales acontecimientos que marcaron el XIX o bien retratos de reyes o políticos”.

Abanico tallado en imitación de los pináculos de las catedrales góticas. Francia, 1825.

Abanico tallado en imitación de los pináculos de las catedrales góticas. Francia, 1825.

Foto: Mireia Fernández Sánchez. MUPA

Tras la Primera Guerra Mundial, por su parte, aparecieron los abanicos publicitarios, adquiriendo, de este modo, una nueva funcionalidad.

El poder de la industria española

El abanico europeo aparece en su plenitud en Francia, con Luis XIV y Luis XV, y en el siglo en que vivieron ambos reyes, el XVIII, se expandió por España. A causa de su gran demanda, bajo el reinado de Felipe V aumentaron las importaciones, no solo de Francia, sino también de Italia, Holanda e Inglaterra.

España no tardaría en convertirse también en uno de los principales productores europeos. El grueso de la industria se estableció en Valencia, a partir del siglo XIX, y, específicamente, en localidades como Aldaia. "La industria abaniquera valenciana consiguió su mayor desarrollo gracias a la fuerte vinculación del sector con los gremios de la seda y los carpinteros. En 1828, dos fabricantes, Baltasar Pujol y José Mateu, inauguran unas manufacturas con capacidad de alcanzar el mercado peninsular”, explica Martínez Sanchis.

Distintos tipos de nácar, carey y concha rubia, materiales con que solía elaborarse el abanico.

Distintos tipos de nácar, carey y concha rubia, materiales con que solía elaborarse el abanico.

Foto: Mireia Fernández Sánchez. MUPA

Entre 1800 y 1850 todo el proceso de fabricación del abanico se hace ya en Valencia, sin auxilio extranjero. El gran artífice fue José Colomina Arquer. Aunque su fábrica venía operando desde 1840, los años setenta representaron el período de su mayor expansión, gracias al abastecimiento de la Casa Real, la conquista del mercado nacional y de las Antillas. La fábrica ocupaba a doscientos trabajadores. Otro gran abaniquero fue Alejandro Sanz, que estableció sólidas redes de exportación en América.

“Durante el XIX, la industria abaniquera española y francesa fueron las principales. En el siglo XX, a causa de las dos guerras mundiales, Francia pierde la hegemonía y España se erige como principal productor”, añade Martínez Sanchis. El centro de la industria continuó en la Comunidad Valenciana.

Lee también

Así surgió la sociedad del consumo

Gonzalo Toca Rey
Horizontal

Durante la Guerra Civil y la posguerra, desaparecieron la gran mayoría de los talleres de Valencia capital, cediendo el testigo a Aldaia, que hoy es el último reducto del abanico artesano de Europa. De las 37 empresas que existen en la Comunidad Valenciana, 24 están en este municipio, que alberga, desde 2010, el único museo en España específicamente dedicado a los abanicos, el MUPA.

El pasado 30 de junio de 2021, la Comisión Técnica para el Estudio e Inventario del Patrimonio Inmaterial de la Generalitat Valenciana acordó iniciar expediente para la declaración como Bien de relevancia local inmaterial la artesanía del abanico de Aldaia.

Taller de Antonio Navarro de Aldaia, 1930. Revista ‘Estampa’.

Taller de Antonio Navarro de Aldaia, 1930. Revista ‘Estampa’.

Dominio público

Aunque se fabrican en China, Japón e Italia como souvenirs turísticos, España es el único país de Europa donde los abanicos se siguen produciendo y utilizando como accesorios de la vida cotidiana.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...