Ares, el dios griego de la guerra: historia y mitología de un dios a evitar

Antigüedad

La deidad de la guerra, Ares, era un fanático de la violencia por la violencia que acabó siendo detestado por todos en el universo olímpico

Mitología griega: la historia de los dioses olímpicos

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Ares, en una iIustración de 1911 titulada 'La historia de la Ilíada'.

Terceros

Su fama era terrible, claro que, tratándose del dios de la guerra, tampoco podía ser de otra manera. Según Homero, Ares era un asesino sangriento y conquistador de castillos, y la mitología lo retrata como un ser amoral, despiadado y cobarde, instigador de la violencia, mal amigo y peor amante. Un dechado de virtudes, vaya. Aun así, fue el único hijo de Zeus y Hera que accedió al Olimpo. 

Al igual que los mitos de las amazonas, sus hijas, las fuentes clásicas indican que su lugar de nacimiento fue Tracia, lo que explicaría que en Grecia solo se le venerara en Boecia y Ática, regiones donde se asentaron los tracios.

De todos los dioses, con quien peor se llevaba Ares era con Atenea, a la que profesaba una gran hostilidad

Debido a su propensión a la discusión y la lucha –su hermana gemela y pregonera no era otra que la Discordia–, no gustaba a casi nadie, ni en la tierra ni en el Olimpo. De todos los dioses, con quien peor se llevaba era con Atenea, a la que profesaba una gran hostilidad. 

Ambos concebían la guerra de forma radicalmente distinta, él como un fin en sí mismo, ella como último recurso, y midieron sus fuerzas en más de una ocasión. Ares la consideraba débil, pero, como dice el refrán, más vale maña que fuerza, y Atenea le ganó siempre la partida.

Atenea

Atenea

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Sufrió su derrota más humillante en Troya. Hera le rogó que luchara del lado de los griegos, pero Ares se inclinó por los troyanos, pues Atenea apoyaba a los rivales. Tras herirle Diomedes, cuya mano guio Atenea, los dos dioses decidieron resolver personalmente su pulso en la batalla definitiva de la contienda, y Ares perdió. 

Igual suerte corrieron tanto él como sus hijos, caso de Cicno, cuando la tomaron con el protegido de Atenea, el poderoso Heracles.

Guerras domésticas

Que Afrodita, encarnación del amor, fuera amante del beligerante dios solo puede entenderse por la atracción de los polos opuestos. Fue una atracción fatal que les dio sinsabores, sobre todo a Ares, presa de constantes ataques de celos. Aunque también les proporcionó cuatro hijos, dignos representantes de lo que simbolizaban sus padres y, todos juntos, una metáfora de lo que es la vida. 

Detalle de la copia de los siglos I-II de la ‘Afrodita de Cnido’ de Praxíteles (siglo IV a. C.).

Detalle de la copia de los siglos I-II de la ‘Afrodita de Cnido’ de Praxíteles (siglo IV a. C.).

DEA PICTURE LIBRARY/De Agostini vía Getty Images

El Terror y el Pánico heredaron, obviamente, los genes paternos, mientras que Eros y Armonía salieron a su madre. Los dos primeros siempre iban juntos y acompañaban a su padre en sus tropelías.

Si los espartanos dedicaron un templo al Pánico, al que invocaban en la guerra, los atenienses recordaron a Ares por motivos más civiles. Dieron su nombre al consejo y tribunal más importante de la ciudad, el Areópago, o colina de Ares, donde cuenta el mito que se reunió la corte olímpica para juzgarle por el asesinato de un hijo de Poseidón. Fue declarado inocente, pues el muerto, Halirrotio, había violado a Alcipe, otra de sus hijas, pero tuvo que realizar trabajos forzosos durante un año para expiar el crimen.

Logo LV Este artículo se publicó en La Vanguardia el 21 de julio del 2020

Este artículo se publicó en el número 509 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

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