¿Cansado o agobiado? «Ven a mí», dice Jesús

Virgilio Liante
-

El Señor nos da claves que invitan a una conversión, de corazón, de mente, de vida, integral, no para un instante, momento o época, sino con visos de eternidad

¿Cansado o agobiado? «Ven a mí», dice Jesús - Foto: Pablo Lorente

Buscamos el mejor colchón, las mejores vacaciones, los lugares más placenteros, regresamos al pueblo, o vamos a lugares paradisíacos, pero…  sólo Tú, eres el verdadero descanso.

Todos llevamos una mochila pesada de frustraciones, decepciones, desencuentros, expectativas no cumplidas, miedos llevados al futuro o reales, desconfianzas,… pero a veces, nuestro sufrimiento, es por algo tan real como una enfermedad, propia o de un ser muy querido, una enfermedad física o mental, una situación económica propia o familiar preocupante, una limitación física que se hace crónica, un desencuentro con personas muy queridas que se hace habitual, una adicción llevada de forma furtiva, una lucha titánica por mejorar la imagen que no encuentra resultados, una soledad no buscada, un rechazo que uno no sabe si es real o imaginado, un amor no correspondido o al menos en los términos que deseamos, un trabajo agobiante y esclavo del que no puedes prescindir y te aísla de la vida social y de ocio, pues vives solo para trabajar. A veces es un sentimiento de inferioridad, ante otras personas, o que te sientes con menos dones o capacidades o con menos fuerza de voluntad, para ascender por montañas escarpadas de la vida. A veces somos presos de nuestro propio cuerpo, que no aceptamos en su envejecimiento o en su aparición de limitaciones cada vez más numerosas. Todos sufrimos, niños, adolescentes, jóvenes, matrimonios, personas solas, mayores y ancianos.

Jesús se acerca a todos nosotros, a ti y a mí, y nosotros nos equivocamos de actitud:  queremos que el Señor nos mande un calmantín universal, una felicimicina, … algo rápido y con efectos inmediatos y que nos aumente los niveles de oxitocina, dopamina, serotonina, endorfina, ….

Pues, bien, el Señor no da remedios, da claves, que invitan a una conversión, de corazón, de mente, de vida, integral, no para un instante, momento o época, sino con visos de eternidad.

En primer lugar sal de ti mismo, deja de pensar tanto en ti y en tu dolor, que es bueno, que lo sientas,  aprende a vivir, no tanto de la queja, como de la gratitud, aprende a dar gracias, hasta por el aire que respiras, por el cielo azul, por el agua que bebes, o quien te ofrece agua para beber, Jesús no te deja solo en tu dolor o sufrimiento, mira a Jesús Crucificado, medita, ama, aprende, llora.

En segundo lugar  pon tus ojos en Dios. Te ama desde antes de nacer, te ha elegido para una misión, ámale, adóralo, quiérelo y déjate querer por Él, el mayor peso y la mayor carga, es el desamor, sentirte inútil, sentirte carga o estorbo, odiado o rechazado, sentirte no aceptado o valorado, pues bien, Dios te ama, infinitamente, por ti mismo, por ti misma, no por tus méritos, al contrario, a pesar de tus pecados y deslealtades. También experimenta el perdón de Dios, y perdona a los demás, sé comprensivo/a, no dudes en seguir el rastro de Jesús. Los sabios y entendidos, se autoproclaman listos, inteligentes, eruditos, con prestigio social, se aman a sí mismos y no salen del bucle.  Tú, solo a Dios debes de adorar, proclamar la grandeza de Dios en tu vida. Aprende a mirar.  

Finalmente, sé manso y humilde, y sigue a Jesús sea cual sean tus circunstancias. Nada de violencia, nada de faltas de respeto, o juzgar a los demás, nada de comparaciones, nada de competición con nadie ni contra nadie. Sigue el ejemplo de María, Ella, nos atrae para vivir el Evangelio, amar siempre, a Dios el primero, a los demás y a ti mismo después. Y sigue a Jesús. El nos ha dado al Espíritu Santo, para escuchar mejor la Palabra de Dios en tu corazón. Y experimenta, que Dios ni te dejará ni te abandonará, y que cuenta contigo para una vida ilusionante, y te llama a vivir eternamente con El. Aprende a ofrecer la cruz de cada día, por amor a Él. Conviértete y ama a Jesús, cambia de vida, elimina de ti, toda soberbia, todo pecado, todo lo tóxico, y vive.