El impacto sicológico de estar aislados

Frente el avance del coronavirus, en Chile y el resto del mundo se están estableciendo cuarentenas obligatorias y autoimpuestas. Diversas investigaciones han sostenido que este tipo de medidas puede alterar seriamente la salud mental de las personas, generando cuadros como depresión, ansiedad e insomnio. Frente a esta realidad, la creación de rutinas diarias, las redes sociales y los hobbies parecen ser la solución.


Richard Alati es un audaz jugador de póker estadounidense que ha ganado más de 300 mil dólares en los circuitos profesionales de Las Vegas. Su vida gira en torno al riesgo, y en noviembre de 2018 se le ocurrió un nuevo desafío, uno para el cual no necesitaba cartas: él y un amigo apostaron 100 mil dólares a que podía sobrevivir 30 días solo y en completa oscuridad. Alati ingresó en una pequeña habitación totalmente en penumbras donde había una cama, un refrigerador y un baño. Aunque tenía todos los recursos para sobrevivir e incluso una estera para practicar yoga, luego de tres días empezó a alucinar pequeñas esferas de color blanquecino que parecían flotar a su alrededor. A las tres semanas no soportó más y negoció con su compañero una salida anticipada y un pago de 62 mil dólares.  

“Recuerdo que vi un tren y me tuve que convencer a mí mismo que no era real. Ese fue quizás mi peor momento porque sentí miedo. Otras veces vi ventanas en el baño, ventiladores que en realidad no estaban ahí y en un momento el techo simplemente se abrió y vi las estrellas en el cielo”, recordó el jugador de póker en una entrevista con el portal The Action Network. Si bien el aislamiento vivido por Alati fue extremo, la sicóloga Sarita Robinson –doctora en respuestas cognitivas y neuroinmunes de la Universidad de Lancashire Central– explica en una columna publicada en el portal ScienceAlert que el caso es un recordatorio de las profundas alteraciones que pueden tener el aislamiento y la soledad en la sicología de las personas. 

“Una de las razones de por qué estar en aislamiento resulta difícil es porque los humanos son criaturas sociales. Mucha gente que ha vivido en ambientes aislados, como los investigadores instalados en la Antártica, reporta que la soledad puede ser la parte más difícil de su trabajo”, escribe Robinson.  Una reacción que podría volverse cada vez más común durante el combate contra el coronavirus, cuyo avance está llevando al establecimiento de cuarentenas hogareñas obligatorias y autoimpuestas en todo el mundo. Mientras en China –donde se inició la actual pandemia a fines de 2019– las cuarentenas forzosas a gran escala llevan varias semanas, en Chile –que suma más de 430 casos y donde, según el último censo, más de un millón de personas viven solas– ya se definió que quienes no cumplan con el aislamiento enfrentarán multas de hasta 50 UTM (dos millones 500 mil pesos).

“Una de las razones de por qué estar en aislamiento resulta difícil es porque los humanos son criaturas sociales”, dice la sicóloga Sarita Robinson.

La investigadora Laura Hawryluck, profesora de medicina de terapia intensiva en la Universidad de Toronto, coincide con Robinson al señalar que el rol de la interacción social es un factor clave que hay que considerar durante la actual emergencia: “Nos sentimos valorados al saber que nuestras vidas tienen un significado más allá de nosotros mismos. Nos damos cuenta de que al trabajar y pasar tiempo de ocio juntos nos sentimos parte de un objetivo común. Juntos somos capaces de desarrollar sentimientos y resultados más positivos”, comenta a Tendencias. La académica conoce de cerca esta dinámica, porque a mediados de la década pasada ella y la siquiatra Roma Styra investigaron los efectos de las cuarentenas en casi 130 canadienses sometidos a aislamiento durante el brote global del síndrome respiratorio agudo severo (SARS). 

Los resultados del estudio fueron claros: el 29% de los encuestados mostraron signos de estrés postraumático tras la cuarentena y el 31% desarrolló síntomas de depresión. “A algunas  personas les gusta tanto el contacto con los demás que la manera en que son vistos por el resto de la gente llega a definir quiénes son. Cuando se hallan repentinamente aisladas, o solas por períodos extendidos de tiempo, se sienten incómodas porque no tienen esa retroalimentación que están acostumbradas a recibir y creen que no son parte de algo más grande e importante que ellas mismas”, comenta Hawryluck. La investigadora agrega que si el aislamiento es porque las personas “han estado expuestas a una nueva enfermedad contagiosa como el Covid-19, las restricciones a las actividades que damos por sentadas y el miedo a enfermarse pueden hacer que la sensación de aislamiento sea más intensa”.

La ansiedad de estar aislados

Entre quienes ya están en cuarentena, la preocupación que genera la emergencia está causando estragos. La estadounidense Cristina Higgins vive con su familia en Bérgamo y recientemente habló con la cadena CNN de la situación que se vive en Italia, país que enfrenta una cuarentena generalizada producto de los 41 mil infectados y 3.400 muertos que ya deja el coronavirus. Allí los supermercados y las farmacias son los únicos locales comerciales que siguen abiertos, sólo una persona por hogar puede salir a comprar y la policía entrega multas a los que simplemente andan deambulando. Entre lágrimas, Higgins aseguró que en su casa viven con “un temor permanente” y que todo el día reciben malas noticias de amigos a los que no han visto por semanas. 

Dos vecinos mirando hacia la calle durante la cuarentena, en Estambul, Turquía. Foto: Reuters

Precisamente, este mes la revista científica The Lancet publicó un completo estudio que ahonda en el impacto de las cuarentenas en la salud mental de las personas. Sus autores son expertos del King’s College de Londres, quienes identificaron más de tres mil reportes sobre el tema y se centraron en 24 que analizan casos surgidos durante brotes de enfermedades como el SARS, el ébola y la pandemia de influenza H1N1 de 2009. Para los investigadores, la revisión de todos estos reportes se hace necesaria porque el impacto sicológico de las cuarentenas masivas debiera ser tenido en cuenta a la hora de implantarlas: “Su uso exitoso como medida de salud pública requiere reducir lo más que se pueda los efectos negativos asociados”, escriben.

Uno de los estudios analizados  abarcó a personal hospitalario sospechoso de haberse contagiado con SARS. Tras una cuarentena de nueve días, se determinó que esos profesionales se mostraron mucho más propensos que sus colegas a mostrar agotamiento, desapego hacia los demás, ansiedad, irritabilidad, insomnio, baja concentración y menor rendimiento laboral. Otro reporte incluido en la revisión también se efectuó con trabajadores de la salud, y mostró que la cuarentena fue un predictor de síntomas de estrés postraumático incluso tres años después de haber estado aislados. 

En Italia los vecinos aprovechan sus balcones durante la cuarentena. Acá, en Roma. Foto: CPP/ Polaris

En el caso de personas sometidas a cuarentena por haber estado en contacto con posibles enfermos de SARS, un estudio estableció que más del 20% reportó miedo, el 18% exhibió nerviosismo, 18% mostró tristeza y el 10% desarrolló sentimientos de culpa. “Una baja de ánimo puede hacer que las personas también tengan menores resguardos consigo mismas, ya sea a través de una higiene más desprolija, una dieta más descuidada o practicando menos ejercicio, factores que pueden afectar su inmunidad y respuesta física. Hallar maneras de hacerle lidiar con el aislamiento es clave para combatir la soledad y la soledad”, explica a Tendencias la sicóloga clínica Carly Johnco, experta en ansiedad del Centro de Salud Emocional de la Universidad Macquarie, en Australia. 

El chileno Freddy Fredes ha experimentado en persona los efectos de permanecer aislado durante días. Hace un año y medio estudia un magíster en Lingüística Aplicada en la Universidad Normal de Shandong, en la ciudad de Jinan, al norte de China. Aunque esa urbe nunca estuvo en cuarentena, la universidad determinó que sus alumnos extranjeros se pusieran en aislamiento preventivo en la residencia de estudiantes a partir del 2 de febrero y sin ni siquiera salir al campus. “Hoy sigo en cuarentena. Llevo un mes y medio”, relata Fredes desde Jinan.

Si bien en la residencia hay lugares comunes, al principio de la cuarentena Fredes reconoce que se aisló en su dormitorio.  Sólo salía de ahí una vez al día para cocinar e ir al gimnasio. “Cuando llevaba dos semanas de encierro comenzaron a clausurar los aeropuertos y ya no podía volver a Chile. Ahí me empecé a sentir aislado, atrapado”, reconoce. Aún recuerda la sensación de angustia que aparecía en las noches y el estrés que no lo dejaba dormir: “Esos sentimientos se agolpaban en mi mente; la sensación de no poder hacer nada, de estar acá botado al otro lado del mundo”.

“Cuando llevaba dos semanas de encierro comenzaron a clausurar los aeropuertos y ya no podía volver a Chile. Ahí me empecé a sentir aislado, atrapado”, reconoce Freddy Fredes.

Fredes explica que en su caso el aislamiento le hizo sentir que no tenía autonomía y que era incapaz de decidir qué hacer: “A eso me refiero con la sensación de estar botado: estoy moviéndome con la marea y efectivamente está la percepción de estar a merced de otras cosas y no tener control de uno mismo”. Por eso, aceptó las sesiones gratuitas para estudiantes extranjeros que ofreció una sicóloga en Instagram, quien le aconsejó que dejara de matar el tiempo con series y videojuegos y que se hiciera una rutina diaria con horarios asignados para cada actividad, además de poner el despertador para no desordenar sus horas de sueño.

Frank McAndrew, sicólogo evolutivo del Knox College en Illinois, Estados Unidos, explica que la reacción de Fredes ante una cuarentena forzada es natural porque es un escenario particularmente angustiante. “Genera una sensación de estar a merced de lo que hagan otras personas y de fuerzas incontrolables como resulta ser una epidemia. Esto provoca una sensación de impotencia e incertidumbre sobre el futuro que puede ser muy inquietante”, comentó el experto en el portal web Quartz. 

Ante la necesidad de prestar apoyo sicológico, algunos gobiernos han buscado alternativas para ir en ayuda de los infectados y sus círculos más cercanos. Por ejemplo, la Comisión Nacional de Salud de China publicó una pauta para brindar atención especializada a los afectados. Además de identificar cuadros esperables –tales como insomnio, negación, ira o incluso el miedo a morir–, el texto recomienda a los profesionales de la salud hacer hincapié en que “el aislamiento no es sólo una forma de observar y tratar mejor a los pacientes, sino que también una manera de proteger a sus seres queridos y a la sociedad”. Además, deben explicar “los puntos principales del tratamiento y la efectividad de la intervención”.  

Un estudiante chino que pasa la cuarentena dentro de un hotel en su país. Foto: Reuters

El régimen de Beijing también transportó un numeroso equipo de profesionales en salud mental a Wuhan –donde partió el brote de coronavirus–, mientras que otras provincias chinas crearon servicios de atención sicológica por vía telefónica que funcionan durante las 24 horas. “Este tipo de iniciativas son excelentes porque permiten a los individuos hablar libremente con alguien que no está relacionado directamente con ellos y con quien pueden compartir libremente su angustia. A menudo intentamos minimizar nuestras aflicciones cuando no queremos perturbar a nuestros familiares o amigos con nuestros miedos o ansiedades. Este servicio es un muy buen ejemplo que los demás países debieran seguir”, comenta Laura Hawryluck.

En paralelo con los servicios telefónicos implementados en China, en ciudades europeas como Londres han surgido grupos de voluntarios que se encargan de llevar provisiones a los adultos mayores y otras personas que están en cuarentena a causa del virus. “El apoyo a nivel comunitario va a ser esencial, ya que muy pronto los servicios de emergencias podrían verse sobrepasados”, indica la sicóloga Sarita Robinson, de la Universidad de Lancashire Central.

El factor “fatiga”

La revisión de estudios publicada en The Lancet añade otro punto a tener en cuenta al imponer cuarentenas: cuando estas no tienen una fecha clara de finalización –como ocurre en la ciudad china de Wuhan– el riesgo de los efectos sicológicos negativos se dispara. Por eso, sus autores recomiendan que el aislamiento se restrinja a un período de tiempo lo más breve posible y que al público se le entreguen razones claras de las medidas que se están tomando.

Una familia en cuarentena jugando dentro de su patio, en Barcelona. Foto: AP

“Cuando las personas no entienden por qué se están tomando ciertas determinaciones es más probable que piensen cosas como ‘esto no es relevante para mí o ‘para mí el riesgo vale la pena’. Cuando comprenden el rol que cumplen al proteger a los demás, estos sacrificios personales pueden parecer que valen más la pena”, indica Carly Johnco. La experta australiana agrega que existe bastante evidencia que muestra que “las comunidades suelen aglomerarse para apoyarse entre sí durante momentos de crisis, pero cuando hay estresores significativos puede surgir el riesgo de que las personas asuman que ‘los demás’ pueden solucionar el problema y que no entiendan su propio nivel individual de responsabilidad.  El acceso a la información y el apoyo apropiado son necesarios para reducir la ansiedad y elevar el cumplimiento de las medidas”.

Un informe similar al que apareció en The Lancet fue publicado este mes por el Instituto de Investigación Económica y Social de Dublín. Entre sus conclusiones, el reporte establece que extender los períodos de aislamiento más allá de los plazos definidos inicialmente puede desmoralizar a la población y elevar el riesgo de una potencial “fatiga”, la cual haría que la adherencia del público a una cuarentena se vaya disipando con el tiempo.  

“Por eso la claridad y la certeza sobre los cronogramas a seguir son importantes”, afirma el estudio.  Shane Timmons, sicólogo y coautor del reporte, indica a Tendencias que los resultados sugieren que la “honestidad, la credibilidad y la información rápida de las autoridades son importantes. Si la gente siente que confía en la información que recibe y aprecia los beneficios del aislamiento, es posible que eso la resguarde contra los efectos negativos del aislamiento prolongado”.

Elyse DiBartolo y el instructor Brendan Smullen, durante una de las clases de yoga que hacen por streaming. Foto: AP

Una rutina diaria

En un artículo publicado en El País, la corresponsal Macarena Vidal relata su experiencia tras 50 días de semiencierro en China. La reportera cuenta que “tomarlo como una nueva experiencia e intentar mantener el sentido del humor ha sido fundamental”. Igual de importante, agrega, es intentar mantener una rutina: “Levantarse a la misma hora, organizarse un horario para –en la medida de lo posible– dedicar tiempo al trabajo, pero también a uno mismo y, quienes la tengan, la familia. Un baño relajante. Sesiones de yoga descargadas por internet. Juegos de Monopoly por Skype. Nuevas actividades, esas que siempre se quisieron iniciar, pero no había tiempo: limpieza de armarios ha sido la mía (un arranque insuperable de glamur, lo sé)”.

Los especialistas coinciden en que la estrategia seguida por Vidal es la correcta, porque ayuda a generar la sensación de que la persona está tomando decisiones y que está al mando de su propia vida. “Cualquier cosa que ayude a que la gente mantenga una estructura en su día es útil. Deberíamos levantarnos a la misma hora, definir horarios para comer e irnos a dormir a las horas habituales, además de establecer un momento para hacer ejercicio y mantener un buen equilibrio entre la rutina dedicada al trabajo y el tiempo personal. La conexión no presencial también es importante, así que cualquier tipo de red social podría ayudar. Ahora es el momento de intentar ese nuevo pasatiempo, empezar a cuidar del jardín o mejorar nuestras habilidades en la cocina. Establecer objetivos nos puede ayudar a mantenernos enfocados”, afirma Sarita Robinson.

Laura Hawryluck agrega que las redes sociales y otras plataformas podrían marcar la diferencia respecto de epidemias pasadas: “Tenemos tecnologías que nos permiten permanecer conectados con amigos y familiares, algo que no ocurría cuando surgió el SARS. Ahora poseemos la habilidad de trabajar desde la casa, lo que nos mantiene conectados con nuestros colegas e incrementa la sensación de que aún somos productivos”.  

Ese, agrega Shane Timmons, es uno de los secretos para evitar que la soledad del aislamiento perjudique el funcionamiento de la siquis de las personas: “Los efectos de la soledad en el cerebro son complicados, pero un hallazgo que ha mostrado ser bastante consistente es que las áreas asociadas con la vigilancia y la atención se vuelven más activas cuando estamos solos. Nos volvemos hipervigilantes, siempre en busca de amenazas, probablemente por razones evolutivas. Si en algún momento nos sentíamos solos era porque no teníamos a otros que estuvieran rastreando peligros. Esa hipervigilancia puede alterar nuestro sueño, el cual es clave para nuestro sistema inmune”.

Tres claves para combatir el aislamiento

Carly Johnco, experta en ansiedad del Centro de Salud Emocional de la Universidad Macquarie, en Australia, propone las siguientes medidas para hacer frente a la soledad de una cuarentena:

1. “Mantenerse activos, física, mental y socialmente. Tener un plan para hacer ejercicio, porque eso es bueno para el cuerpo y la cabeza. Hay que estimularse mentalmente, ya sea trabajando desde la casa, realizar tareas hogareñas o disfrutar de labores para las cuales usualmente no se tiene tiempo, como hacer reparaciones, limpiar, leer, escuchar música o tomarse una taza de té en el patio. Mantenerse conectados con los demás, ya sea con gente que esté aislada junto con nosotros en casa o con otras personas vía celular o redes sociales. Asegúrese de ir en apoyo de otros que lo estén pasando mal”.

2. “Manténgase informado sobre la situación pública a partir de fuentes confiables, por ejemplo autoridades de gobierno y de salud, pero también modere el flujo de información. Revisar de manera excesiva las noticias o exponerse demasiado a ellas probablemente elevará su ansiedad”.

3. “Mantenga su reacción en perspectiva. Puede ser común pensar de manera catastrófica cuando nos enfrentamos a situaciones o amenazas inusuales. Esto incluye sobreestimar la probabilidad de terminar infectados, ya sea nosotros mismos o algún ser querido, o la gravedad de una patología si nos llegáramos a enfermar. Si bien es importante tomar en serio la amenaza y seguir las recomendaciones de salud, también necesitamos recordar que el aislamiento es a menudo una medida de precaución para detener la propagación y que la mayoría de la gente se va a recuperar. Incluso los adultos mayores más vulnerables”.

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