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Derechos de autor

Paco de Lucía: guitarrista genial y, ahora, autor único

Los derechos de hasta 37 canciones han sido devueltos a la familia del mítico guitarrista Paco de Lucía

VIT06. VITORIA, 17/07/2010.- El guitarrista Paco de Lucia, durante su actuación en la última noche de la 34 edición del Festival de Jazz de Vitoria.
El guitarrista Paco de Lucia, durante su actuación en la última noche de la 34 edición del Festival de Jazz de Vitoria. ADRIAN RUIZ DE HIERROAgencia EFE

El tiempo, dicen, pone las cosas en su sitio. Permítanme añadir que el talento también. Y aquí conviene citar a Umbral y aquella boutade de «el que escribe bien, siempre tiene razón». Nos valdría de igual modo para el que ejecuta bien, o excelentemente, un instrumento, y nadie tocó la guitarra con el genio de Paco de Lucía, que cuando se ponía a la tarea intimidaba a los dioses. Y ahora un juez de un juzgado mercantil de Madrid ha fallado a favor de sus herederos –sus cinco hijos de sus dos matrimonios y su viuda, la mexicana Gabriela Canseco– y le reconoce al músico la autoría exclusiva de treinta y ocho composiciones cuyos derechos de autor ha tenido que compartir durante años con uno de sus colaboradores, José Torregrosa Alcaraz, ya fallecido. Ese nombre será eliminado como coautor de esas piezas y, además, sus descendientes, que tras su muerte han seguido beneficiándose de su porcentaje de royalties, tendrán que devolver la totalidad de los ingresos percibidos a lo largo de todo este tiempo, y no hace falta ser matemático ni astrofísico para entender que estamos hablando de un telón. Será la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) la que certifique la cantidad exacta a adeudar. La sentencia, no obstante, podrá ser recurrida ante la Audiencia Provincial de Madrid.

El citado Torregrosa, que en los años sesenta y setenta fue productor de la discográfica Philips, donde De Lucía grabó sus primeros trabajos, se limitaba a escribir las partituras de esas piezas mientras el guitarrista se las silbaba, puesto que era autodidacta y no había estudiado música, y por esa labor percibía el cincuenta por ciento de los beneficios generados en calidad de «arreglista y coautor». Es como si un escritor dicta sus novelas y el que pica el texto figura como coautor, un disparate. De hecho, el magistrado ha condenado a los herederos de Torregrosa –su viuda y sus dos hijas– al pago de diez mil euros de indemnización por «daño moral», puesto que en las carátulas de los discos se le atribuía la coautoría.

Entre esas piezas a las que ahora se les ha hecho justicia se encuentra su obra más famosa, «Entre dos aguas», que se incluyó en el disco de 1973 «Fuente y caudal» y que el guitarrista improvisó en solo unos minutos porque era necesario añadir un tema más para completar aquel trabajo. Los responsables del sello discográfico le dijeron que cómo iba a meter una rumba en un disco tan flamenco como ese, y el guitarrista les contestó que porque no tenía otra cosa. Gracias a aquella alhaja, que se mantuvo cinco meses en las listas de éxitos, De Lucía pasó de ser un guitarrista flamenco para una minoría a un músico de inmensa popularidad: salió en la tele, en todas las revistas de la época y ganó un pastón. Justo la mitad, hemos sabido ahora, de lo que debió haberse embolsado.

De Lucía, que abrió el flamenco, un arte hasta entonces marginal y menospreciado por las ensimismadas élites, a otros ritmos, incluso a la endogámica música clásica, fue un músico superdotado que no creía sin embargo en la genialidad –con la sola excepción de su colega y amigo Camarón, a quien siempre consideró un genio absoluto– y sí en el talento acompañado de trabajo diario y de un permanente cuestionamiento de la propia valía. Él venía de una tradición muy arraigada, de un territorio gobernado por una fuerza despótica y cerril llamada La Pureza. Pero tuvo la valentía de rebelarse contra eso y de transgredir los cánones en busca de nuevos sonidos y cauces que lo llevaran a otros mundos, a la cima de su arte.

Ahora debe de estar sonriendo desde el Olimpo, donde habita. El que toca bien siempre tiene razón. Y él pilotaba una guitarra como no lo ha hecho nadie.