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¿Por qué los almogávares, la temible infantería de la Corona de Aragón, se convirtieron en la fuerza de choque más letal de su época?

Tras luchar en la Península y Sicilia, marcharon a Bizancio a pelear contra los turcos a los que vencieron, pero fueron traicionados y asesinado su jefe, empezando la gran “venganza almogávara”

Entrada de Roger de Flor en Constantinopla (1888), de José Moreno Carbonero. Senado de Madrid.
Entrada de Roger de Flor en Constantinopla (1888), de José Moreno Carbonero. Senado de Madrid.La Razón

Más allá de los tercios, si hay una figura legendaria en la historia militar peninsular esa es la de los almogávares, las temibles tropas de choque de la Corona de Aragón, cuya aventura les llevó por medio mundo a combatir prácticamente como fuerzas mercenarias para distintos jefes.

Estos soldados de infantería ligera no fueron exclusivos de la Corona de Aragón, ya que fueron comunes en todos los reinos cristianos de la Península Ibérica, aunque fueron los aragoneses los que mayor fama y gloria alcanzaron.

En un principio eran pastores pirenaicos que habían perdido sus tierra en las luchas de la Reconquista entre cristianos y musulmanes. En muchos casos quedaron en una zona de nadie, entre ambos bandos, en tierras que se poblaron de personajes de frontera, como lo fue el propio Cid Campeador. Ante la falta de una autoridad clara, poco a poco se fueron convirtiendo en guerreros al tener que saquear a los musulmanes para poder mantener a sus familias.

El origen etimológico de la palabra almogávar viene del árabe, de al-mugawir («el que provoca algaradas») o de al-mujabir(«el portador de noticias»), en relación con el que explora, refiriéndose a sus dos funciones más importante: combatir y espiar.

Los almogávares empezaron a trabajar para la Corona de Aragón, tanto en la Reconquista contra los musulmanes, participando por ejemplo en la batalla de las Navas de Tolosa, como en la península itálica, en Sicilia, en las campañas aragoneses contra el avance de los turcos.

Armamento

Se caracterizaban por combatir a pie, con armas y bagajes ligeros, generalmente con un alfanje, especie de espada corta colgada de una correa; una lanza corta (azconas) o un simple palo con un pincho de hierro en la punta, dos venablos capaces de perforar los escudos enemigos, un cuchillo largo llamado coltell y en ocasiones un pequeño escudo redondo como única defensa.

Poco a poco incorporaron otros elementos como una especie de casco y una cota de malla que colocaban sobre una vestimenta austera consistente la mayoría de las veces en un blusón. Llevaban también un grueso cinturón de cuero, calzas de cuero ajustadas en las piernas y abarcas de cuero en los pies.

Solían llevar en un zurrón piedra y yesca para hacer fuego. A la hora de entrar en combate, golpeaban sus espadas con la piedra haciendo soltar chispas, y gritaban, provocando el pánico en sus oponentes. Característico era su grito de “Aur, aur... Desperta ferro” (”escucha, escucha...Despierta, hierro”), aunque entonaban también otros como “Aragón, Aragón” o “San Jorge”, en su alusión a la corona para la que luchaban.

Tácticas de guerra

Destacaron en el campo de batalla, no solo por su fiereza y valentía, sino por lo novedosas que fueron sus técnicas para la época: solían combatir en grupos autónomos y pequeños, de cinco a quince hombres; no usaban caballos y se movían a pie y de noche, buscando siempre el factor sorpresa; de hecho, su modo de luchar era más habitual de un grupo guerrillero que de un auténtico ejército. Cuando se enfrentaban a la caballería buscaban atacar las patas de los caballos, descabalgando al jinete y matándolo en el suelo con su cuchillo.

Su misión principal era reconocer el terreno por donde avanzaba el ejército contrario, acosar al enemigo, atacar por sorpresa sus guarniciones e interceptar sus convoyes de suministros. Guerreaban de forma autónoma, pero podían hacerlo también en colaboración con la caballería, aunque no requerían el apoyo de los jinetes. Y es que era un pueblo cuya dedicación permanente a la guerra era su forma de vida, la remuneración, basada en el saqueo y en la venta o rescate de prisioneros; la resistencia; el armamento ligero y la organización jerárquica: almogávar (soldado raso), almocadén (capitán) y adalid, el máximo rango.

Imperio Bizantino

Tras terminar su “trabajo” para la Corona de Aragón, una vez asentada la frontera con los otros reinos de la Península, y su paso por las guerras italianas donde mantuvieron a raya a los turcos en Sicilia, fueron llamados para luchar contra los otomanos en Anatolia, para el Imperio Bizantino.

Se forma así la Gran Compañía Almogávar teniendo al frente a Roger de Flor, nacido en la ciudad italiana de Brindisi en 1266 de madre italiana y padre alemán, caballero y miembro de la Orden del Temple de la que fue expulsado al caer finalmente San Juan de Acre en 1291. Tras su expulsión pidió asilo como mercenario al rey Federico II de Sicilia, hijo de Pedro III de Aragón, quien le nombró caudillo de la Gran Compañía Catalana de los temidos almogávares.

Para acudir a luchar con los otomanos, De Flor pidió esposa y el título de Mega Dux, al emperador bizantino, lo cual le fue concedido. La expedición zarpó de Sicilia en verano de 1302 a bordo de 36 naves con miles de almogávares, jinetes y peones, además de las mujeres e hijos que les acompañaban. Estimaciones modernas hablan de 2.000 jinetes y 10.000 infantes aragoneses, catalanes y valencianos combatiendo en la Gran Compañía Almogávar de Oriente, número elevado a 18.000 si se consideran auxiliares y los tripulantes de los barcos.

Tras su llegada a territorio bizantino entran en batalla contra los turcos, logrando numerosas victorias en Filadelfia, Magnesia y Éfeso, y obligando al enemigo a retirarse en Cilicia y en Tauro. Sin embargo, luchas de poder y problemas de avituallamiento hacen que se encaminen hacia Tesalia, que un siglo antes había caído en manos de barones francos tras la Cuarta Cruzada, y no había sido recuperada por los emperadores de Nicea al tomar Constantinopla.

Todo parece ir bien en el campo de batalla y, como recompensa, en 1304, el emperador de Bizancio nombra «César» a Roger de Flor, el líder de los guerreros catalanes, pero este hecho desata las envidias entre los bizantinos. Miguel IX Paleólogo, hijo del emperador Andrónico, invita a Roger de Flor a una celebración en su honor en Adrianópolis. Tras los festejos, mercenarios alanos asesinan al líder almogávar: era el 4 de abril de 1305.

Sin embargo, el tiro le salió por la culata a Miguel IX Paleólogo pues, en lugar de rendirse y regresar a la Corona de Aragón, los guerrilleros hispanos hacen justo lo contrario y ponen en marcha lo que la Historia ha dado en llamar la «venganza almogávar»: arrasan pueblos y aldeas y derrotan a los griegos, ante lo que el emperador envía un gran ejército contra ellos, pero cae derrotado, muriendo unos 26.000 bizantinos. Después, los almogávares persiguen a los mercenarios alanos de cuyo grupo salió el asesino de Roger de Flor, asesinando a todos menos a sus mujeres: 8.700 muertos.

La mayoría de las batallas que ganaron fue en inferioridad numérica, lo que alimentó su leyenda de invencibles. Una de estos enfrentamientos fue contra un ejército enviado por el emperador bizantino en el que 8.000 almogávares vencieron a 30.000 genízaros turcos, que perdieron casi dos tercios de sus tropas antes de retirarse. También lograron una gran victoria sobre los mercenarios alanos provenientes del Mar Negro asesinando a todos menos a sus mujeres: 8.700 muertos.

Atenas y Neopatria

La traición le salió cara a los bizantinos tanto en vidas como en territorio, aunque sí consiguieron que dejaran Bizancio pues, terminada su venganza, los almogávares son contratados por el duque de Atenas, Gualterio V de Brienne, para luchar contra los griegos. Sin embargo, una vez realizado el trabajo, el barón de Brienne se niega a pagarles y los almogávares se enfrentan a él, derrotándolo en la batalla del río Cefiso (1311) y toman posesión del ducado en nombre del rey de Aragón, negándose a devolverlo al teórico legítimo heredero del barón. Muy al contrario, aprovechan para ampliar sus territorios con Neopatria (las tierras del duque de Tesalia, muerto sin descendencia), pasando estas tierras al control de la Corona de Aragón.

En 1331, un fuerte ejército armado en Francia con el beneplácito del Papa intenta recuperar Atenas, pero es derrotado. El dominio de los reyes de Aragón sobre estos ducados se mantuvo hasta 1391.

Pero más allá de las aventuras de estos almogávares, también lucharon para la Corona de Aragón en el resto de la península y, así, jugaron un papel fundamental en la Reconquista, estando presentes en el intento de toma de Almería y de Granada para su Rey, contra el rey de Mallorca (1343-1344), en las expediciones a Cerdeña (1353, 1354 y 1367), y aún otra vez contra Castilla (1356-1369).

Sin embargo, poco a poco fueron perdiendo protagonismo y acabaron convirtiéndose en una suerte de bandoleros que buscaban a musulmanes y a cristianos convertidos al Islam para conseguir recompensas por su captura o muerte. Con el tiempo, comenzaron a atacar a cristianos, lo cual hizo que la buena fama de los almogávares cayera en picado.

Finalmente durante el reinado de los Reyes Católicos los almogávares desaparecieron.

Reseña

Según recoge el libro “Historia de la Armada”, del Ministerio de Defensa, “finalizadas las guerras de Sicilia, los almogávares, quedaron disponibles y, a petición del emperador bizantino Andrónico II Paleólogo, formaron un cuerpo expedicionario para combatir a los turcos, ahora en Asia Menor. Actuarían como tropas mercenarias, sostenidas por el Imperio, bajo el mando de un aventurero, antiguo templario con gran experiencia militar, llamado Roger de Flor. Transportados por mar hasta Constantinopla, los almogávares llevaron a cabo una devastadora campaña en territorio enemigo, de victoria en victoria, tras la cual el jefe de los almogávares fue nombrado megaduque del Imperio. Esto provocó los celos del príncipe heredero, que ordenó asesinarlo junto a varios de sus oficiales en una cena palaciega. La Gran Compañía de los Almogávares decidió vengar estas muertes, iniciando una campaña de conquistas y saqueos por Tracia y Macedonia. Pocos años más tarde, los almogávares pasaron al servicio del duque de Atenas pero, como este no cumplió sus compromisos, también se rebelaron contra él y le derrotaron. El final de la notable aventura fue la creación de dos ducados en Grecia, llamados Atenas y Neopatria, que formarían en su momento parte de la Corona de Aragón”.

En la actualidad existe en el Ejército de Tierra la Brigada Almogávares VI de Paracaidistas,una unidad de élite rápidamente desplegable y de carácter expedicionario, que hace las veces de Fuerza de Reacción Inmediata para operaciones aerotransportadas y de asalto aéreo. Su nombre rinde homenaje a los guerrilleros aragoneses y a su líder, Roger de Flor, que dio nombre al germen de la brigada tras su creación, en la década de los cincuenta del pasado siglo. Su lema sigue siendo: “¡Desperta Ferro!”