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Gáldar

Celso Martín de Guzmán, el guanarteme de la Cueva Pintada

El legado del genial y visionario arqueólogo continúa más vivo que nunca en el 25 aniversario de su fallecimiento

El historiador Celso Martín de Guzmán.

Cuando Celso Martín de Guzmán llegaba con sus pantalones cortos de batalla, la camisa arremangada y sus gafas de pasta gruesa a un yacimiento encontrado de manera fortuita tras levantar un pavimento, el lugar retrocedía entre 500 a 1.000 años con su sola presencia.

El arqueólogo galdense, más que observar el epicentro del lugar de los hechos, el hueso o la cerámica en sí, oteaba el entorno, como despojando el lugar de edificios, mobiliario o distracciones, y en minutos transmitía a todo aquél que quisiera oírle el por qué de esos indicios en ese punto concreto, discerniendo como Hércules Poirot los mil detalles ocultos para los neófitos que le llevaban a concluir como fue la mecánica del nacimiento, vida y muerte de los que fueron dueños de aquella osamenta.

Nacido el 23 de octubre de 1946, Celso Martín de Guzmán murió demasiado joven para todo lo que bullía en un cerebro privilegiado por los principios de la curiosidad, la misma que le llevó desde casi niño a interesarse por los restos prehispánicos, el estudio sin fin, la mentalidad analítica y la ruptura de los estereotipos.

Un potente rebumbio que presentaba con un irónico humor salpimentado con esa contenida y fantástica soberbia que solo le funciona a los auténticos eruditos y que hacía las delicias de sus incondicionales..., para corajina de sus no pocos detractores.

"De inteligencia chispeante, provocador, polemista, visionario...". Jorge Onrubia Pintado, profesor titular de Prehistoria en la Universidad de Castilla La Mancha, uno de los mayores expertos del país en arqueología y patrimonio arqueológico, fue su mano derecha y también la izquierda en el complicado trayecto que se convertirá en el mayor objetivo personal y profesional de Martín de Guzmán, la protección y difusión de los tesoros de Cueva Pintada.

La formación del galdense comienza en el colegio Cardenal Cisneros de la localidad norteña, para continuar los estudios de secundaria en el instituto Pérez Galdós de la capital, y dar su salto universitario a La Laguna, donde se licencia en Filosofía y Letras, con especialidad en Ciencias Históricas, título que logra en el año 1970.

Onrubia subraya que ese mismo año inicia su particular campaña para "la sensibilización social e institucional" en el que insta a la limpieza y salvaguarda de una Cueva Pintada que aún sufre en su entorno de las aguas y abonos derivados de la explotación de plataneras que tiene en su parte superior, aunque su primer artículo sobre el conjunto prehispánico lo publica en la prensa local en 1967, con tan solo 21 años.

Un año después de obtener el título universitario logra una beca del Servicio de Cooperación con Iberoamérica y se traslada a Patagonia, Argentina, primero como profesor auxiliar de la Universidad de Neuquén y muy luego de la nueva Universidad Nacional de Comahue, fundada en Patagonia en 1972, donde se convierte en profesor investigador con dedicación exclusiva.

Todo ello mientras se involucra de lleno en la creación de la sección de arqueología prehistórica del Museo de Ciencias Naturales de la propia Universidad patagónica.

Su experiencia americana no se reduce al área física de la dura Patagonia, ya que frecuenta otros países del continente donde conoce a grupos de especialistas y a personalidades claves que fraguan la evolución del pensamiento de Martín de Guzmán, como el profesor Oswaldo F. A. Menghin, el también profesor Juan Schobinger, precursor de los estudios sobre las ofrendas incas en la alta cordillera andina, o John V. Murra, "cuya obra", deja por escrito Onrubia, "esencialmente consagrada al mundo incaico, ejercerá un notable estímulo en todos sus estudios ulteriores sobre la arqueología prehispánica canaria".

Alta cultura

Esta formación, que incluye para Martín de Guzmán el dominio con garbo del latín y el griego, perfila un modelo de hombre renacentista, al que le fascina la civilización romana, y que 'importa' de ella hasta Gran Canaria una nueva interpretación que dignifica el mundo prehispánico, "la que sigue la lógica de las altas culturas", frente al primitivismo anterior, para incluso llegar a considerar que si el gran yacimiento de Gáldar estuviera en Italia, sería una suerte de Pompeya.

Y cuyo gran elemento central, Cueva Pintada, fue descubierto como tal en 1873, enmedio de una explotación de tuneras para la cría de la cochinilla. A lo largo de los siguientes años fueron apuntalando su importancia ilustres visitantes como Chil y Naranjo, Olivia Stone, el antropólogo René Verneau o el cronista Batllori y Lorenzo, quién desde finales del siglo XIX reclaman la imperiosa necesidad de preservar no solo sus pinturas, sino unos elementos, restos e indicios que poco a poco van desapareciendo del enclave en un descontrolado reparto sin fin.

Ante la insistencia de Martín de Guzmán y la del también historiador Elías Serra Ràfols, catedrático de la Universidad de La Laguna, la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas inicia en 1970 las primeras obras de protección y aislamiento de las humedades que estaban afectando a los dibujos, en unos trabajos que descubren que Cueva Pintada no es una joya solitaria, sino un elemento sobresaliente del entramado urbano que, prospección tras prospección, ha ido viajando hacia atrás en el tiempo para descubrir unos sillares en perfecta disposición y unos pavimentos que apuntalan la percepción de Martín de Guzmán de aquella sociedad más compleja de la que se concebía hasta casi finales del siglo XX.

La Cueva en esos primeros momentos de intervención se convierte para el arqueólogo, "en síntesis de su forma de pensar, la de instrumentalizar el patrimonio como acción cívica, y a ella dedica lo mejor de sí mismo, en su proyecto de vida", reflexiona Onrubia, "aunque desgraciadamente no lo pudo ver terminado por su muerte en 1994".

Cinco años antes había redactado el anteproyecto del parque arqueológico, seguido en 1991 del Plan Espacial, para en 1992 culminar el proyecto en sí con el arquitecto madrileño Javier Feduchi Benlliure.

La primera piedra del hoy museo se colocó en 1997, ahora bajo la dirección del propio Jorge Onrubia, en un cargo, que como expresa, "no era oficial", quizá por una pérdida que se estima irremplazable. A lo largo de su azarosa construcción, el proyecto cobra vida propia dado que cada movimiento del terreno conlleva un descubrimiento que obliga a la readaptación de todos sus elementos, y en el que se involucra un interminable listado de expertos en conservación, arqueología, arquitectura y museología, con figuras claves como Iñaki Saenz, Víctor Antona, Isidro Moreno, Carmen Gloria Rodríguez, Sergio Sánchez Moral o Concha Cirujano, a los que, no obstante, a Onrubia les da un cierto pánico citar para no dejar a nadie fuera.

Fueron doce años de trabajos, negociaciones con gobiernos de distinto signo, algunos en contra de su ejecución, y el bregar con cuatro administraciones diferentes: Gobierno de España, de Canarias, Cabildo y Ayuntamiento.

Tras 20 años de proyectos se inaugura en 2006, regalando a la isla y a toda Canarias no solo una joya viva y encapsulada, sino toda una lección del humanismo de un guanarteme que engrandece y distingue a su pueblo.

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