La mirada global

Se derrite el capital político del ANC, el partido de Mandela

Las recientes elecciones municipales sudafricanas parecen haber demostrado acabadamente que el ANC; esto es el partido político que fuera el de Nelson Mandela, ya no es capaz de obtener siquiera la mitad de los votos. 

Ni, peor, de disminuir un fuerte ausentismo electoral, que recientemente ha trepado a un, más que elocuente, 45%.

Lo que debe tenerse por toda una sorpresa, presumiblemente. Al menos para quienes no siguen relativamente de cerca la evolución política de la nación del extremo sur del Continente Negro. Pero no para aquellos que, por la razón que fuere, están al tanto de lo que, en líneas generales, sucede efectivamente en Sudáfrica.

Con el 97% de los votos ya escrutados, el AN ha obtenido en las urnas, el 1º de noviembre pasado, un resultado más bien magro compuesto por tan sólo un 46% de los sufragios totales. 

Prueba evidente de lo que ha sido un lento y paulatino debilitamiento político, que muchos atribuyen a la controvertida y corrupta gestión presidencial de Jacob Zuma (2009-2018), que terminó renunciando, tras 9 años de pésimo gobierno, a pedido de su propio partido y de sus cansados seguidores. 

El aludido presidente zulú era, recordemos, un abierto polígamo, con seis esposas y 21 hijos en su haber. Y había luchado duro contra el odioso apartheid, lo que siempre le fue, naturalmente, reconocido.

El descontento actual sudafricano tiene, además, razones concretas que tienen que ver con el decreciente nivel de vida del país, cuyos servicios públicos no funcionan adecuadamente, especialmente el de provisión de energía eléctrica, que sobrevive, pero sujeto constantemente a cortes, obviamente generadores de malhumor y económicamente dañinos para todos.

MALHUMOR EN SOWETO

El humor propio de los habitantes de Soweto, una de las más grandes villas miseria del mundo, cercana a la ciudad de Johannesburgo, es hoy definitivamente malo. El desencanto, por cierto, también. 

Los cortes de ruta, con abundantes quemas de neumáticos, a la manera de protesta, son muy frecuentes y aumentan la sensación de caótico desorden que parece haberse apoderado de muchos, desgraciadamente. 

La pandemia del coronavirus y una extenuante sequía rural contribuyen, naturalmente, a difundir el malhumor social.
Pero los votos de muchos no han cruzado necesariamente al territorio de la oposición. Han, más bien, desaparecido, simplemente dejando de ir a votar por desencanto, lo que es bien distinto.

La democracia sudafricana ha comenzado a ser cuestionada, lo que supone un peligro enorme, que no puede desatenderse.
El actual presidente, Cyril Ramaphosa, de 65 años de edad, es plenamente consciente de lo que sucede y batalla arduamente por cambiar un estado de cosas que parece deprimir a muchos de sus desesperanzados conciudadanos, por buenas razones. 

El tiempo ya no está a su favor y el capital político del ANC, que aún es grande, aparentemente se está derritiendo, muy lentamente.
Su mandato ha sido, en los hechos una larga y difícil batalla contra una corrupción extendida. En diciembre de 2017, Ramaphosa fue electo presidente del ANC.

Prueba de lo que se ha dicho precedentemente es que, por ejemplo, en Soweto el caudal de votos del ANC, esto es de la gente de color fundamentalmente, ha caído inocultablemente. Del 88% que fuera obtenido en el año 2011, al 71% en el 2016. Y al ya preocupante 53%, en las recientes elecciones municipales. 

En Johannesburgo, por lo demás, el ANC acaba de obtener apenas un 34% de los votos totales de esa importante ciudad. Sólo eso.
Algo bastante parecido sucedió también en la ciudad de Durban donde, desde un caudal de votos del 56% obtenido en el año 2016, se cayó al inquietante 42% de la reciente compulsa electoral municipal.

Para el ANC, el cuadro descripto refleja lo que luce como una suerte de lenta demolición provocada por el impacto de la dura realidad. Fruto de los errores, desmanejos y desaciertos políticos continuados, entonces.

GIRO A LA DERECHA

Pero la evidente fuga de votos del ANC no se dirigió, como podía ciertamente haber sucedido, hacia la izquierda del espectro electoral, sino hacia la derecha. 

Fue aprovechada políticamente por el llamado Action SA, creado en el año 2020. Su líder, el activo empresario y ex alcalde de Johannesburgo Herman Mashaba, es, por sus encendidos discursos, una suerte de José Luis Espert o Javier Milei, en nuestro propio país. Conservador e insistente, por consiguiente, sin mayores disimulos.

La nueva alternativa política sudafricana es, por lo demás, multirracial, nacionalista, antiinmigración, antidrogas y tiene algunos otros preocupantes ribetes de corte populista. 

Lo que se ha comentado sugiere que Sudáfrica está aparentemente por entrar en una era política algo distinta, la era de las coaliciones. Sin partidos que, individualmente, sean mayoritarios y dominantes. 

Una era que presumiblemente será una de búsqueda constante de consensos sociales más amplios y diversificados. Diferente y, quizás, algo más estable. Para el mencionado Herman Mashaba, esto supone un preanuncio de lo que, para él, luce como la decadencia, que entiende es ya inevitable, del, no obstante, aún muy poderoso ANC. 

Todo un trueno. Estruendoso. Y una señal política evidente. Y hasta una suerte de sabia advertencia a todos sobre el camino a recorrer en lo inmediato para el país que no hace mucho pudo sacarse de encima la minoría blanca que lo gobernó y explotó hasta el año 1994.

* Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.