Iberdrola puso ayer a prueba, durante un breve tiempo, la operatividad de las grandes compuertas del aliviadero superior del embalse de Ricobayo para comprobar que las instalaciones funcionan correctamente y están listas para abrirse en el caso de que sea necesaria la evacuación de agua.

Es uno de los aliviaderos más espectaculares del sector hidroeléctrico por cuanto que la lámina de agua vertida cae sobre un gran cuenco, denominado La Cazuela, diseñado hace décadas por la propia fuerza bruta del agua y que constituyó uno de los mayores problemas y quebraderos de cabeza para los ingenieros del sector hidráulico.

La compañía eléctrica procedió hacia las 11.00 horas de la mañana de ayer a abrir primeramente el túnel de aliviadero, para seguidamente comprobar el funcionamiento de las grandes compuertas centrales del aliviadero superior y, a continuación, las dos compuertas laterales. Sólo fueron unos momentos que sirvieron para dejar claro que las compuertas funcionan debidamente, pero que sirvieron para que algunas personas pudieran contemplar el espectáculo que supone ver caer como una enorme catarata un importante volumen de agua.

La evacuación del agua del embalse de Ricobayo es una operación corriente siempre que la cuenca registra destacados caudales de agua y, en estos momentos, se presentan circunstancias de hielo y nieve en las montañas que hace prever una posible crecida y una posiblle evacuación. Es por ello que Iberdrola ha tomado todas las precauciones sobre el particular.

Precisamente los grandes vertidos de agua por los aliviaderos de las presas han sido uno de los espectáculos elegidos por numerosas personas, que se han acercado a los diferentes desagües existentes en el cañón de Arribes.

El más visitado fue la presa de Villalcampo debido a su proximidad a Zamora y por ser un punto accesible para los vehículos. «Parecía una romería» afirmó ayer uno de los espectadores. Esta presa mantuvo abiertas todas las compuertas del aliviadero precisamente para dar paso Arribes abajo al importante volumen de agua que alimenta el embalse, que por su ubicación recibe las aguas de la cuenca del Esla y del Duero.

La escapada de millones de litros por segundo a través de los aliviaderos, acompañada de un sorprendente sonido, es una visión que atrae a cientos de personas cada vez que los temporales y las condiciones meteorológicas hacen posible esta gestión del agua.

La voluminosa caída también dibuja un manto de neblina y unas corrientes tan tormentosas y burbujantes que no pocos tratan de inmortalizarlas en sus cámaras de fotografía y de vídeo.

Algunos visitantes siguieron la ruta de los aliviaderos y también se acercaron a observar la fuga de agua en la presa de Castro e incluso en las portuguesas de Miranda y de Picote. El diferente diseño de los aliviaderos conlleva un diferente tipo de vertido, de modo que el espectáculo hídrico es asombroso.