"Yo galochas sí hago, pero ¿quién las compra?"

Domingo Gómez Calvo mantiene en su taller de Pereda de Ancares (Artesanía Pumarego) la vieja tradición del trabajo de la madera, a la que también sabe arrancar galochas (o madreñas), pero "la verdad es que hago muy pocas porque nadie me las encarga, como tantas cosas pueden desaparecer" y Domingo trabaja y disfruta con todo tipo de utensilios, "la madera es muy agradecida, mucho"

Fulgencio Fernández
06/02/2022
 Actualizado a 06/02/2022
Domingo, "el último galochero", en diferentes fases de la faena artesana. | FULGENCIO FERNÁNDEZ
Domingo, "el último galochero", en diferentes fases de la faena artesana. | FULGENCIO FERNÁNDEZ
"¡Claro que hago galochas!, otra cosa es quién las quiera comprar". Lo repite Domingo Gómez Calvo consciente de que llama mucho la atención de su trabajo de artesano de la madera el hecho de que pueda ser considerado "el último galochero", lo que siempre resulta llamativo, pero también consciente de que es su oficio y más allá de la anécdota "es necesario venderlas y hace un tiempo que no las hago porque no me las encargan".

Es la doble cara de la artesanía, que queden artesanos y la realidad que les rodea, que se valore su trabajo, las muchas horas que requieren piezas como unas galochas —lo que en otras comarcas de la provincia serían madreñas— y no se sucumba ante las piezas en serie. "Ya se sabe como va la vida ahora, las galochas están desapareciendo y más como las hacemos aquí en Ancares, para usar con escarpín no con zapatillas, que es el calzado interior que se utiliza con las madreñas en otras comarcas".

"Aquí en Ancares" dice Domingo Gómez Calvo pues es en Pereda de Ancares donde tiene su taller —Artesanía Pumarego—, donde le puedes ver trabajar en directo, seguir todos los pasos hasta arrancarle a la madera la pieza que busca pues a Domingo le encanta hablar de su viejo oficio, charlar con los visitantes.
- ¿Eres de Pereda?
- No. Me instalé aquí pero soy de un pequeño pueblo, muy cercano, Pumarín, ahí donde celebran el festival de música de las Lágrimas de San Lorenzo.

Así se entiende mejor lo de Artesanía Pumarego.

Explica Domingo que su pasión por la madera es fruto de un proceso "absolutamente normal y lógico. Ya viene desde la infancia pues se podría decir que crecí entre virutas, ya que mi padre y mi abuelo también eran muy mañosos para la madera". Y en ese proceso de normalidad aparece la que él considera la mejor herramienta de su oficio, la navaja. "Todas las piezas, al menos las mías, requieren de la navaja en alguna de sus fases, sobre todo en los remates, los adornos finales, pero en todos".

Y con la navaja se maneja Domingo desde que era un niño. "En casa, en Pumarín, había ganado y desde niño, como era habitual entonces, me tocó ir a cuidarlo al monte. En aquellas largas horas con el ganado el mejor entretenimiento que tenía, y además disfrutaba, era ‘forjar’ palos con la navaja, hacer figuras, trabajarlos en definitiva; también me gustaba mucho trabajar con las raíces, que muchas veces ya tienen ellas unas formas realmente artísticas".

Y aquel juego/entretenimiento de niño pastor fue atrapando a Domingo, que también siguió teniendo ganado, como siempre en su familia, que fue dedicando más tiempo y más disfrute a cualquier tipo de madera, que incorporó a Mila Suárez, su mujer, al proyecto y así fue creciendo Artesanía Pumarego, en el lugar donde siempre quisieron vivir —Ancares— y como quisieron vivir, de dos oficios tradicionales, la ganadería y la artesanía de la madera.

Así seconvirtió Domingo en "el último galochero", y sigue en él porque le gusta serlo. "No requiere nada muy especial, dedicarles tiempos pues es un proceso que requiere tiempo y cuidado, y esas cosas cada vez se valoran menos y ves a menos gente con galochas y escarpines. Si desaparecen las galochas no es extraño que quedemos pocos galocheros, dicen que yo solo"; explica el artesano rodeado de las herramientas del oficio, las de toda la vida —la azuela (aixola aquí),el hacho, la ya citada navaja...— y poco más pues él sigue trabajando como siempre y con la misma pasión pues, reconoce Domingo, "cuando me pongo a trabajar y me encuentro agusto no reparo en el tiempo, me da igual que sea de día que de noche, no te das ni cuenta".
- ¿Y qué maderas trabajas?
- Pues las de la comarca: el roble, el cerezo, el castaño, el humeiro, el sabugueiro... cada pieza te pide una cosa.



La pandemia también ha golpeado a su viejo oficio, no se han celebrado ferias, que era un lugar al que Artesanía Pumarego acudía con frecuencia, y también ha descendido las visitas al propio taller. "Pero bueno, hemos ido aguantando como buenamente se puede y no me quejo".

No le gusta quejarse a quien se confiesa feliz en su oficio y ante el descenso de piezas como las galochas, de las que ha hablado, pues aparecen "otras cosas que les gustan mucho a la gente. Las cucharas de madera, de tantas formas diferentes y bien acabadas, por ejemplo, tienen muy buena salida". Pero no se ponen límites Domingo y Mila y junto a estos utensilios también trabajan piezas más grandes, pulen regalos que la naturaleza les brinda. "Trabajamos todo tipo de cosas para el hogar, similares a las cucharas, como vasos, tazas, también bisutería, llaveros, piezas personalizadas con los nombres que nos pidan..." lo mismo que cuando el cuerpo les pide a ellos mejorar algo que encuentran en el monte: Tratamos de mejorar, de hacer más atractivo algo que ya estaba en la naturaleza", explica Domingo, quien confiesa que su oficio tiene algo de terapia pues "solo tocar la madera, trabajarla, resulta muy relajante; es cálida".

Y lo resume con una frase que ha colocado en la página de inicio de su web, que también está abierto Pumarego a las nuevas tecnologías: "Vivimos para transformar la sencillez natural en arte bonito, útil y duradero".
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