Campodónico: dos gritos que desataron una caravana interminable

Campodónico: dos gritos que desataron una caravana interminable

El héroe de 2008, revela: “todos me decían que convertiría el gol del ascenso”.

LOS GRITÓ CON TODO. Mariano festejó alocadamente los dos tantos de aquella noche en La Paternal. la gaceta / foto de franco vera LOS GRITÓ CON TODO. Mariano festejó alocadamente los dos tantos de aquella noche en La Paternal. la gaceta / foto de franco vera
16 Junio 2020

Los brazos abiertos, la boca llena de gol, la sonrisa inmortal. La imagen del festejo del segundo gol a Chacarita remonta a Mariano Campodónico, inexorablemente a la fría noche del 26 de mayo de 2008, cuando el “Santo” logró su tercer ascenso a Primera, en un estadio de Argentinos al que no debían ingresar visitantes, pero en el que había miles de “Cirujas” camuflados.

“Quedar en el recuerdo de la gente, en un club tan importante como San Martín, no tiene precio. No hay dinero ni fama que se pueda comparar con dejar una huella en la historia grande esta institución”, explica “Tanque” en diálogo con LG Deportiva, feliz de volver a sentir en carne propia lo que fue esa noche que se hizo día en un abrir y cerrar de ojos, porque la fiesta “roja y blanca” fue interminable.

San Martín visitaba a Chacarita en el duelo que cerraba la fecha y los dirigidos por Carlos Roldán sabían que un empate les alcanzaba para dar el gran salto. “No teníamos dudas de que íbamos a ascender, pero queríamos que fuera allí, esa noche”, relata el “9” de oro destinado a ponerle el moño a una campaña de ensueños. “¿Sabés una cosa? Desde un tiempo antes, muchísimos hinchas me decían que iba meter el gol del ascenso. Y al final hice dos para asegurarlo, jaja”.

La noche no había arrancado bien. En la última curva del primer tiempo Federico Beligoy sancionó un dudoso penal por una supuesta falta a Lautaro Trullet. Juan Manuel Insaurralde lo cobró y convirtió; pero hubo invasión de área y debió repetir. En la segunda chance, Germán Caffa adivinó el remate y lo atajó, pero Víctor Figueroa tomó el rebote y puso el 1-0. “Fue un golpe, pero no teníamos dudas de que íbamos a levantar ese partido”, rememora Campodónico y cuenta detalles que se le vienen a la mente de una manera que marca que el paso del tiempo no oxidó el recuerdo. “Fueron dos minutos de furia. Primero el pelotazo de ‘Rama’ (Ramiro Leone), yo pico al vacío, me anticipo a los defensores y, de cabeza marco el empate. Ahí nomás, el ‘Ratón’ (Gustavo Ibáñez) me mete un pase en profundidad y la pico ante la salida del arquero para hacer el segundo”, revive el goleador.

“Haber quedado en la historia de San Martín es incomparable y mirá que no es nada fácil, ¿eh? Es un club que tiene una exigencia enorme y donde no es fácil transformarte en referente”, asegura llevando la entrevista irremediablemente a los festejos de una noche loca. En Tucumán y en La Paternal, así también como en cada rincón en el que había un hincha “santo”, sus goles retumbaron a pleno. Sí, en la casa del “Bicho” también porque la prohibición de hinchas visitantes quedó de lado. “Fue tremendo. Durante el partido se escuchaba a un ‘puñadito’ que había en la platea, en donde había dirigentes y allegados. Pensé que eran esos nada más; pero cuando terminó el partido y los de ‘Chaca’ se fueron, me di cuenta que era una cosa de locos la cantidad de hinchas que había en el estadio. Fue algo hermoso; festejamos ahí, fuimos en caravana hasta el hotel y dimos la vuelta en el Obelisco, donde nos encontramos con muchas personas que había ido allí a festejar. La gente de San Martín es así, siempre está, acompaña en todo momento y a todos lados”, dice.

“Por lo que significaron, esos goles fueron los más importantes”, “Marian” ni lo duda. Y sí, fueron dos estocadas que hicieron olvidar el empate de Franco Dolci cuando el duelo se moría. Fueron dos gritos que inundaron Tucumán de una marea “rojiblanca”; que dio inicio a una fiesta interminable que se hizo caravana al otro día, cuando el equipo voló de regreso a nuestra provincia. “La llegada fue increíble. Ni bien bajamos del avión vimos la cantidad de hinchas que habían ido a recibirnos y eso no era nada. Volvimos en el micro a paso de hombre; con mis compañeros nos subimos al techo e íbamos cantando, firmando autógrafos; tremendo. Ah, y cuando llegamos al estadio, ¡estaba lleno!”, concluye Campodónico, el hombre de los dos goles que desataron la caravana interminable.

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