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Convivencia como pareja de un adicto en recuperación

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La convivencia como pareja de un adicto en recuperación, es un momento muy complicado ya que una adicción, es una enfermedad crónica física (cerebro), por lo que necesita la ayuda de un médico, generalmente psiquiatra en casos de cierta gravedad y sobre todo terapia de psicólogo.

Una persona que se ha convertido en adicta, va a chantajear, mentir, abusar y manipular para conseguir lo que necesita. Por lo que en su cerebro se producen cambios.

El gran problema de esta enfermedad, es que el adicto es la última persona en reconocer que tiene un problema. Cuando lo hace ya suele ser tarde porque el cerebro se ha modificado y no puede evitar el consumo.

Sin embargo, no todo está perdido. Existen tratamientos para la adicción y es posible la recuperación, aunque no es fácil, conlleva tiempo y esfuerzo del paciente, y sin duda, la ayuda familiar juega un papel importante.

Ahora bien, ¿Qué hay de la convivencia como pareja de un adicto en recuperación?, sin duda, antes de llegar a esto, seguramente han tenido que lidiar con el adicto en sí, veamos esto:

¿Cómo es la convivencia en pareja con una persona adicta a las drogas?

La convivencia como pareja de un adicto a las drogas puede resultar agotadora y un desgaste diario muy grande. Los adictos tienen una enorme inestabilidad emocional, al igual que tendencia a la impulsividad e impredecibilidad.

Mantener una comunicación con una persona dependiente del consumo de sustancias, no resulta nada sencillo.

En muchas ocasiones, se puede hablar de la adicción como una enfermedad que afecta a toda la familia. Se estima que cada adicto perjudica la vida de, por lo menos, cuatro personas.

Mantener una relación con una persona adicta no es fácil. La sustancia se convierte en el centro de su vida, y su pareja y familia acaban por pasar a un segundo plano, junto con el resto de las cosas que no sean la adicción.

En muchos casos, se habla de la adicción como una enfermedad familiar, que no solo afecta al que consume, sino también a todo su entorno, especialmente al más cercano.

En la película «Días de vino y rosas» todos los espectadores se terminan enamorando de la dulzura, espontaneidad e inocencia de Lee Remick, al menos en los primeros compases del film. En algún momento de la película, la mayoría de personas hubiéramos deseado que la persona que menos merecía esa evolución fuera la citada actriz, e incluso a expensas de que Jack Lemmon no hubiera afrontado su problema de alcoholismo.

En el abordaje de las adicciones en general, la realidad supera a la ficción de la película «Día de vino y rosas». Es frecuente que tras una persona con drogodependencia al alcohol, la cocaína, el cannabis u otras sustancias, encontremos a la pareja del paciente adicto.

La pareja del adicto no cumple un perfil de tipología descrita, ni un patrón de comportamiento predecible. Es difícil saber, si la pareja del adicto presenta una caracterología disfuncional previa, velada o no, y que la situación mantenida en el tiempo de tensiones y estrés que supone la convivencia con la persona adicta desate cierta vulnerabilidad en forma de trastornos de adaptación, depresiones, estados/rasgos caracteropáticos o trastornos adictivos en el que existe consumo de alcohol, drogas o fármacos junto al adicto primario.

Del mismo modo, entrar a analizar qué motiva a la pareja del adicto a permanecer al lado del enfermo durante años, incluso a expensas de su propio desmoronamiento personal y la ruptura de expectativas vitales, supone desentrañar la afectividad, la moralidad, la educación, el instinto, las pasiones y  aquellos patrones de comportamientos, que si bien sería un interesantísimo debate, no llegaría a dilucidar a ciencia cierta qué moviliza a la persona a tomar ciertas decisiones de romper o mantener la relación con una persona con esta enfermedad.

Con independencia del tipo de adicción, a lo largo del tiempo se instaura un deterioro y una progresión en etapas hacia una destrucción personal y familiar cuando en la dinámica de pareja existe un trastorno adictivo o alcoholismo en el/la cónyuge.

Estas etapas no tienen un tiempo definido, pues depende, no solo de factores sistémicos, sino de otros factores intrínsecos o extrínsecos a la pareja y del entorno, que puede, bien acelerar o bien desacelerar su paso en cada una de éstas fases, incluso estancarse durante toda la vida en una belle indiference que mantenga un consumo activo del adicto de bajo riesgo con independencia de la intensidad de las repercusiones personales, familiares, sociales o laborales.

La identificación de la fase en que se encuentra la pareja del adicto, tienen un valor terapéutico, en relación a los tiempos de actuación profesional y su eficiencia, ya que cuando más tiempo está el trastorno adictivo instaurado en el seno familiar la mejoría puede ser no tan notable y, también, tiene un valor pronóstico de mejoría global a largo plazo de la persona adicta y su mundo. Ya que sea cual sea la naturaleza o las dificultades que sean detectadas durante la intervención terapéutica, la pareja del adicto, necesita un tratamiento específico por parte de los profesionales, en alguna de las fases de tratamiento del enfermo adicto.  

¿Qué pasa dentro del hogar de un adicto en recuperación?

  • Desamparo: La mayoría de parejas que conviven con una persona adicta, se sienten solas. Todas las cargas familiares recaen sobre ellas, por lo que tienen que ocuparse de todo lo relacionado con la familia. El adicto solo se preocupa de la droga, y lo demás pasa a un segundo plano, siendo la otra persona la que se ocupe de sus necesidades básicas, como comer, el mantenimiento de la casa o vestirse.
  • Codependencia: Una persona dependiente de la droga, también se vuelve más dependiente de su pareja. Si el consorte le dedica a esa persona todo su tiempo como forma de satisfacer sus necesidades emocionales, puede acabar en una relación tóxica para ambos.
  • Aparecen sentimientos negativos: Convivir con una persona adicta hace que surjan un conjunto de emociones que van desde la ira y frustración hasta la culpa de no saber qué hacer ante esa situación.

En ocasiones, la pareja del adicto puede llegar a deprimirse por no ser capaz de ayudar a su pareja. Detrás de cada adicto encontramos un círculo de personas, un núcleo familiar, que está afectado por la enfermedad. En muchos casos los familiares sufren tanto como el enfermo.

¿Cómo lidiar con una pareja adicta que se está recuperando?

Hay que tener muy claro que nunca vamos a poder controlar la adicción de nuestra pareja adicta. Hasta que esta persona no esté lista para ayudarse a sí misma nada podremos hacer.

Debes aprender a centrarte en tu vida y en tus necesidades, que tu vida no gire en torno a la adicción de tu pareja. Es recomendable llevar un diario donde escribir los pensamientos y sentimientos relacionados con la adicción de la pareja como una forma de desahogo.

Busca ayuda profesional, tanto para ayudar a tu pareja como para ayudarte a ti mismo a manejar todos los sentimientos que la enfermedad te despierta.

Stephany Brown y Virginia Lewis son expertos en Asesoría Terapéutica y aconsejan lo siguiente:

Existen cuatro etapas que las personas, parejas y familias atraviesan cuando existe un problema de adicción. Sean estas: alcohol, drogas, fármacos, ludopatía, sexo o videojuegos entre otras. Estas etapas se pueden definir como:

  1. Consumo
  2. Transición
  3. Rehabilitación Inicial
  4. Rehabilitación Permanente

De acuerdo a este modelo la terapia de pareja ayuda a enfrentar y resolver conflictos ocasionados por la adicción. Cuando está presente la adicción la relación de pareja se torna rígida, y la adaptación a esta rigidez crea patologías en la relación de pareja.

Estas patologías hacen más difícil el proceso de rehabilitación para el adicto, así como también es más difícil la recuperación del coadicto.

Las estrategias inadecuadas que la pareja adopta para lidiar con la adicción y tratar de mantener una cierta estabilidad, eventualmente causan traumas y psicopatologías.

Para que una pareja pueda recuperarse, el modelo de relación disfuncional debe colapsar, y los mecanismos de defensa instalados que mantienen la relación patológica deben cambiar.

En la terapia de pareja las tres metas más importantes a seguir son:

  1. Promover una intervención y brindar soporte para que el adicto cambie.
  2. Mejorar la calidad de la relación en todos sus aspectos.
  3. Mantener una estrategia permanente para prevenir las recaídas.

Estas intervenciones deben considerarse fases de recuperación para la pareja. La primera fase es tratamiento para el adicto, la segunda fase sería de ajuste para la pareja y/o la familia, la tercera fase es diseñar un estilo de vida que promueva la recuperación para ambos.

Para que la terapia sea efectiva en una pareja disfuncional por motivo de adicciones, debe ser didáctica, proporcionar instrucciones concretas que puedan ser aprovechadas por la pareja para cambiar los patrones de conducta que la adicción instaló.

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Es importante que la estrategia de recuperación diseñada para cada uno de los miembros de la pareja esté sincronizada de tal manera que ambos tengan como meta la rehabilitación del adicto, la recuperación del coadicto y la promoción de una vida en pareja funcional.

Desintoxicación, deshabituación, rehabilitación o reinserción. 

Las fases por las que generalmente pasa la pareja de la persona que sufre drogodependencia son las siguientes:

En la primera fase, la pareja del paciente adicto asume una posición de minimización y negación del trastorno adictivo de su pareja. De forma poco velada suelen existir actitudes de control pasivo o prevención de las situaciones de riesgo, que no pone remedio ni frena el consumo de la persona adicta y que inevitablemente intensifica el problema, por la propia naturaleza de una adicción instaurada.

En la segunda fase, existe el aislamiento de la familia, es un mecanismo defensivo desde la protección a la intimidad y las dificultades de asunción de que existe un problema de adicción en casa, de alguna manera, se echa el cerrojo en la puerta y se produce una impermeabilización de los problemas hacia el exterior y de la familia no nuclear. Es la primera guerra psicológica que se desata en la cabeza de la pareja del adicto, pensar que el paciente puede cambiar y que todo revertirá de forma espontánea con el único arma del apoyo emocional y el control de estímulos.

La tercera fase, es la de reconocimiento del problema, la pareja del adicto asume que todo se escapa al control, el agravamiento es progresivo y el mundo se desmorona. En este momento ya existe un deterioro en las relaciones y existe repercusiones objetivas, bien en el trabajo, en el patrimonio, en la economía, problemas legales e incluso manifestaciones en los hijos, en caso de tenerlos, pues inevitablemente se contamina de las tensiones, bien desde el desapego o bien en forma de diferentes desórdenes psicológicos y los casos mas graves con la eclosión de trastornos psiquiátricos genuinos. Es el principio de la segunda guerra psicológica de la pareja del adicto. Asume que no existe una reversibilidad espontánea y se recrudecen las conductas de alejamiento, aislamiento, temor, culpa, pena… Apareciendo emociones negativas de paralización a buscar soluciones. Esta es la fase de la que hay que salir cuanto antes, pues bloquea cualquier ayuda externa de profesionales o familiares protectores. Puede marcar el pronóstico de la recuperación de la persona con adicción si no se asume de forma honesta y transparente que se necesita invertir todo el tiempo y recursos disponibles para tratar la enfermedad y revertir al máximo sus consecuencias. 

La cuarta fase, es la fase de movilización. El tiempo se acaba, todo se torna urgente y la pareja del adicto decide que debe hacerse algo. Bien de forma unilateral, y de forma desesperada en búsqueda de una solución rápida que no existe. Bien intentando convencer al paciente adicto y la necesidad de realizar una intervención de profesionales que conlleva ingreso en centro especifico en los casos mas graves o un tratamiento ambulatorio intensivo. En este momento, se produce la catarsis de una situación que durante un largo tiempo ha estado en un frágil equilibrio. Es lo que coloquialmente se conoce como «una persona adicta nunca da el paso por si mismo, necesita ser empujado por alguna persona de confianza». y por desgracia, casi siempre es así. Es muy difícil identificar el riesgo y lo que uno se juega en los estadios preliminares a pesar de existir consecuencias objetivas. La catarsis o una crisis de mayor o menor intensidad no sólo es necesaria, sino también terapéutica. Ya que hace que se pongan los contadores a cero en términos de confianza, compromiso, responsabilidad y comunicación. Es el momento de decirle a la persona enferma que se le apoya y se le acompaña en unos términos muy definidos, pero le toca elegir que camino quiere tomar, o continuar en la adicción o responsabilizarse de recibir la ayuda psicológica, psiquiátrica, social, y espiritual necesaria.

Si la cuarta fase no cuaja en un compromiso de iniciar y mantener un tratamiento específico o no tenido éxito, el futuro no es nada halagüeño. Tal vez la pareja se separe, o bien continúe durante unos años más, en los que aparecerán crisis en la pareja, separaciones emocionales, separaciones físicas junto con periodos de control policial mediante mensajes emociones dobles y de colorido regresivo (riñas, reconciliaciones, amenazas, castigos) y en otras ocasiones de periodos de una lucidez desde la complacencia y la comprensión. De una forma o de otra, si no existe una responsabilidad de cambio y de asumir un abordaje terapéutico de la mano de profesionales, la adicción termina ganando la batalla y destrozando las vidas del paciente que lo sufre, su pareja y sus familiares.

Consejos de convivencia como pareja de un adicto en recuperación

A continuación, te damos unos consejos para facilitarte la misma. Si la familia colabora, se pueden tomar medidas muy concretas en casa para facilitar la convivencia y la recuperación del paciente.

Tanto si el adicto está o no en tratamiento, acude a un centro de tratamiento de adicciones para que te asesoren y te ayuden a ti. La ayuda profesional es la mejor opción y te facilitará la convivencia.

  1. Evita consumir alcohol en casa. El adicto está intentando cortar todos los lazos con el consumo y para poder estar sentado delante de un tóxico necesitará de varios años de tratamiento. Si no, despertarás sus ganas de consumir. No importa la sustancia a la que sea adicto.
  2. No hagas brindis en su presencia.
  3. No te acerques a hablar con él si vienes del bar o has bebido alcohol. El olfato es un estímulo muy potente y se pondrá mal. Puede reaccionar inesperadamente mientras aprende herramientas para afrontar estas situaciones.
  4. Si el enfermo es tu pareja y sales de marcha y consumes alcohol, duerme en otra habitación esa noche. Con esta medida no necesitarás cambiar tu vida y estarás respetando su enfermedad y su situación.
    Hay que recordar que el enfermo es él y no tú. Esta medida se puede acordar con el enfermo, que entiende que el que no puede consumir es él.
  5. Intenta no hacer de policía. No depende de ti. No puedes controlar su proceso, la adicción es una enfermedad muy compleja.
  6. Rehúye conversaciones sobre su comportamiento o vida de antes. Tan sólo hazle saber que lo quieres y que estarás ahí.
  7. Evita hablarle de cuando tú sales de fiesta y de lo que has hecho o a quien has visto de noche en la calle. Recordarle a amigos o conocidos le traerán muchos recuerdos y las ganas de consumir se le dispararán.
  8. Trata de no poner películas que tengan contenidos sobre excesos, narcotráfico, gente que sale de marcha, comedias sobre el consumo.
  9. Cambiad de canal si las noticias se centran en la incautación de alijos o noticias sobre el botellón y los jóvenes, el ambiente en los macro festivales de música, etc… Si el adicto está en tratamiento será él quien se responsabilice y lo haga.
  10. Retira del uso cotidiano todo lo que lleve publicidad de marcas de alcohol, la típica jarra de cerveza, la sudadera de cerveza.
  11. Deja de celebrarlo todo. A veces pensamos que reuniendo a la familia y celebrando un cumpleaños o cualquier evento en casa, damos normalidad a la situación, pero el ambiente festivo es lo último que el adicto necesita.
  12. No te tomes como algo personal sus ataques. La ira y los ataques de rabia son síntomas de la enfermedad y del proceso de desintoxicación y deshabituación. No importa quien esté a su lado, será el damnificado porque le vas a alejar de las drogas.
  13. Evita las discusiones, no entres al trapo. Te desgastarán y además pondrán en activo al enfermo con la subida de adrenalina, una droga muy potente.
  14. Cambia los muebles de sitio. Si ha dejado de consumir, estar en un entorno diferente le hará sentir mejor y más alejado de su vida de antes.
  15. Trata de no darle dinero. Cuantas menos facilidades tenga para irse a consumir, mejor.
  16. Por último, haz tu vida. Intenta no centrarte en el enfermo. Debes salir y entrar según tu agenda y no la suya. Los familiares pueden desarrollar codependencia y eso hace que se les facilite el consumo sin darse cuenta.

Hemos analizado este tema desde el punto de vista de la pareja del adicto, ahora bien, veámoslo desde el punto de vista del adicto como pareja.

Alejandro Rodríguez es un adicto con varios años de recuperación y experiencia profesional en varios centros de recuperación para personas con problemas de consumo de sustancias.

Autor de varios libros sobre recuperación y programas de radio, conferencias y artículos sobre el consumo abusivo de drogas.

Relaciones de pareja en Recuperación según Alejandro Rodríguez.

Es habitual que una vez en Recuperación nos planteemos iniciar una relación de pareja y reaccionemos con enfado ante las recomendaciones de que esperemos un tiempo.

Una vieja voz en nuestra cabeza nos dice que «hay alguien ahí fuera que tiene la capacidad de sanar nuestro malestar». Conseguirlo se vuelve entonces imprescindible, urgente, una obsesión.

Nuestra adicción sigue activa, simplemente ha sustituido la droga por otra cosa.

Necesitamos relacionarnos y no podemos ni debemos plantearnos la «abstinencia total» de relaciones de pareja, pero sí es necesario un proceso de desaprendizaje y aprendizaje como ya hemos visto en otros asuntos vinculados con el dinero, trabajo, sexo, compras… etc. necesarios para desenvolvernos en una vida en recuperación.

Es importante identificar, reconocer y reflexionar acerca de lo que han sido nuestras relaciones durante los años de consumo. Nuestro egocentrismo ha hecho imposible que nuestras relaciones fuesen satisfactorias y el consumo de drogas se ha encargado de que nuestras parejas viviesen un infierno.

Ahora en recuperación es básico distinguir lo que ha sido nuestra manera adicta de relacionarnos y lo que debe ser una forma saludable de afrontar las relaciones de pareja.

En los casos de parejas preexistentes a la recuperación, personas que han sufrido nuestros años de consumo, debemos ser igualmente cuidadosos. Somos (debemos ser) una persona nueva con una nueva actitud y un nuevo planteamiento a la hora de relacionarnos.

Las que han estado a nuestro lado en los malos tiempos merecen que valoremos su paciencia y esfuerzo.

Dejemos de consumir y no solo drogas, sino cualquier situación que nos lleve al sufrimiento y (qué coincidencia) nos acerque de nuevo al consumo de sustancias.

Seamos pacientes y dejémonos aconsejar.

En conclusión

La codependencia y el trastorno por consumo de sustancias son enfermedades graves que exigen tratamiento profesional.

Estos consejos son pautas de convivencia que los profesionales y familiares del paciente aplican en los tratamientos de recuperación con éxito.

Surgen de los años de experiencia y son generales. Pero también puede haber medidas y, por tanto, consejos particulares según el historial personal de consumo de cada paciente.

Por eso, es mejor acudir a un centro de tratamiento donde presten ayuda y poner en manos de un equipo profesional el problema.

Contacto: IVANE
Twitter: @IVANEadicciones
Facebook: IVANE

Foto. pixabay.com. Creative commons

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