A debate

Fundamentalismo religioso en Cuba: aristas para un debate

El fundamentalismo es la manifestación extrema de una ideología religiosa (política o de otro tipo), que se considera poseedora de una verdad inequívoca. No es un fenómeno nuevo ni Cuba, una excepción. Para acercarse a esta corriente de pensamiento y a sus principales manifestaciones, la Redacción IPS Cuba propone un nuevo debate con diversas voces de la sociedad civil.

  1. ¿Cuáles son las causas y principales características del fundamentalismo religioso? ¿Cuáles son sus principales manifestaciones en Cuba?

    Raquel Elena Sicilia

    Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el fundamentalismo es una actitud contraria a cualquier cambio o desviación en las doctrinas y las prácticas que se consideran esenciales e inamovibles en un sistema ideológico, especialmente religioso. También se entiende como una interpretación literal de textos sagrados o fundacionales, por encima de una interpretación contextual e histórica, con una aplicación intransigente y estricta de una doctrina o práctica establecida.

    Si bien el surgimiento del término se encuentra en la tradición evangélica estadounidense de comienzos del siglo XX (según los investigadores cubanos Juana Berges, 2004; Jorge Ramírez Calzadilla, 2004; Silvio Platero, 2004 y Pedro Álvarez, 2019) y se ha identificado históricamente con lo religioso, no solo se limita a este ámbito. Puede estar presente en sistemas rígidos de creencias políticas, culturales, sociales. Alude a la inmutabilidad, la resistencia al cambio y el apego a la tradición.

    Según la tesis de maestría “La doctrina fundamentalista Neopentecostal del Movimiento Apostólico y Profético en las ciudades de Camagüey y San José de las Lajas (2003-2017)”, del MSc. Pedro Álvarez Sifontes (2019), que es mi principal referencia investigativa sobre este tema, el fundamentalismo constituye una concepción ideológica conservadora que manifiesta rigidez de pensamiento, incapacidad de diálogo y resistencia a aceptar alternativas o críticas a su manera de entender una doctrina u otro aspecto de la realidad, en su objetivo de buscar o mantener sus fundamentos doctrinales. Está marcado por la intolerancia a cualquier otra forma de pensar o actuar. Para el investigador Pedro Álvarez, la figura del líder con capacidad de movilización y fuerte influencia en sus seguidores (características carismáticas) es otro de los elementos que lo identifican.

    Es llamativa la utilización de los medios de difusión y las redes sociales por parte de estos grupos, los cuales tienen dominio sobre la infraestructura y la tecnología necesaria para servirse de emisoras de radio y televisión, páginas web y redes sociales.

    Un punto importante a destacar, que generalmente pasa inadvertido, es su capacidad de adaptarse al medio o contexto territorial donde se desarrolla. Además, en el intento de “apegarse a la tradición”, introduce sesgos, variaciones constantes, manipulaciones. Sus líderes se encargan de hilvanar un discurso con elementos que los apoyan, ignorando otros argumentos que aparecen en los textos sagrados.

    Según el investigador Pedro Álvarez, en Cuba se encuentra ligado, fundamentalmente, a las iglesias evangélicas, pentecostales y neopentecostales. Muestra una defensa del modelo heteropatriarcal, evidenciado con fuerza a raíz de la consulta popular sobre el proyecto de nueva Constitución, cuando se desató una campaña a favor del “diseño original”, que aún continúa. Pese a que las mujeres son mayoría entre sus fieles, no se potencia su acceso a posiciones de liderazgo; al contrario, se entiende que deben mantener una posición subordinada en el matrimonio y la familia.

    Existe un énfasis en la teología de la prosperidad, que entiende la pobreza como una maldición y un estado mental que no tiene nada que ver ni con el orden social ni con las dificultades materiales impuestas por disímiles factores, por lo que las bendiciones de Dios se expresan en bienestar económico. La Teoría de la “siembra” (supone que para superar las malas condiciones económicas de quienes viven en la pobreza hay que “sembrar” para “obtener”; es decir ser “fieles” a la palabra de los predicadores que  sustentan su discurso en promesas de beneficios económicos y vida abundante, utilizando a Dios para convencer y evangelizar), de modo que mientras más se ofrezca al grupo religioso, mayor será la cantidad y calidad del bien material que se recibirá. Esta teoría ha traído a colación acciones de algunos seguidores, como sembrar dinero y bienes materiales directamente en la tierra, en espera de recuperarlos multiplicados o en mayor calidad.

    En la VI Jornada Socioteológica “Fundamentalismos religiosos y derechos humanos” (2018), se resaltó como características del fundamentalismo en Cuba la lectura literal y selectiva de los textos bíblicos, el uso de mensajes simplistas y sensacionalistas, el empleo de las redes sociales y el proselitismo hacia los jóvenes. En general, tiene un impacto social, con una carga individualista y lesiva a la identidad cultural cubana (además, muchas veces se manipulan la historia nacional y los símbolos patrios) y, por consiguiente, a la identidad religiosa.

    En internet también aparece la página “La voz del Islam en Cuba”, que presenta rasgos fundamentalistas, pero sus miembros parecen ser un grupo muy reducido, que realiza sus actividades de forma muy esporádica y apartada, por lo que es completamente ajeno a la realidad que se observa en la comunidad islámica cubana y sus lugares de reunión.



    El fundamentalismo no es solo religioso.

    Es una actitud de intolerancia, irracional, que sacraliza principios o prácticas, negándose a su revisión y al diálogo. Por eso se crece más fácilmente en personas que no tienen las capacidades desarrolladas para una argumentación y un análisis racional, y en personas que tienen inseguridades muy fuertemente enraizadas.

    Nace del miedo que nos lleva a aferrarnos irracionalmente a verdades que nos den seguridad.

    Es por eso fácilmente manipulable por quienes crean miedos para sacar ventaja. Por ejemplo, a través del manejo de las noticias falsas en las redes (fake news) se está fomentando un fundamentalismo occidental contra el pretendido fundamentalismo musulmán.

    A veces se restringe el uso del término a grupos religiosos cristianos de alto nivel de intolerancia, que sacralizan algunas frases o prácticas y se cierran a todo diálogo con quienes no piensan como ellos. Pero eso no es más que una de las muchas formas de fundamentalismo.

    Puede ser político, ideológico, de género, racial. Darle peso religioso ayuda a fortalecer sus convicciones (sacralizándolas), por eso muchos fundamentalismos utilizan el lenguaje o imaginario religioso.

    Empezando por la segunda parte de esta pregunta. Creo que la principal manifestación del fundamentalismo religioso en Cuba es de tipo evangélico, o sea, cristiano. Sin embargo, también hay fundamentalismo islámico, aunque no sé si cabría decir que está entre los principales. Hasta ahora, tienen más fuerza los nuevos movimientos que se basan en la Biblia.

    Entre las causas de su aparición y su intensidad están las características propias del contexto cubano. La falta de una esperanza de futuro próspero, la larga espera de años por ese futuro que no llega… ese es un elemento clave para entender el fenómeno. Las personas se vuelcan hacia Dios, buscan la esperanza en otro lado. Sin embargo, en ese acercamiento a la religión muchas veces no existe el cuestionamiento crítico. La gente llega buscando esperanza, que se traduce en creer lo que sea que le digan, lo que necesitan escuchar para su vida. Si regresas a tu casa renovado, no vas a cuestionarte eso. A partir de ahí, y eso explica ciertas características, el fundamentalismo trabaja con el binomio seguridad-miedo. Te ofrece seguridad, estabilidad, o sea, responde a búsquedas genuinas e intrínsecas de todo ser humano. No lo hace solo el fundamentalismo religioso, aclaro, sino las religiones. El fundamentalismo creo que logra ser “eficaz” en hacerlo más rápido, y tener impacto de manera muy concreta en la vida de la gente.

    Es complicado porque tanto el fundamentalismo cristiano como el islámico, son al fin y al cabo experiencias de fe. Y no se debe criticar una experiencia de fe, diría alguien.

    Siguiendo con lo anterior, si el fundamentalismo religioso te da seguridad también te crea o exacerba miedos: a lo otro, al otro, a lo diferente. El fundamentalismo religioso clama tener la verdad y todo lo demás es herejía. Aplicado al islam se le llama más bien, extremismo. Todo lo que no entre dentro de sus esquemas es pecado e incredulidad, por tanto, es como si te expulsaran de una creencia; lo que no tiene el menor sentido porque de una creencia no se expulsa a nadie.

    Por otro lado, el fundamentalismo persigue la lectura literal de los textos sagrados. Esto es algo que a mí me sorprendió a nivel personal, que sea exactamente así tanto para la Biblia como para El Corán, no se comprende la lectura descontextualizada de los textos, lo cual es muy peligroso y dañino para la comprensión de la religión y de los textos mismos. Eso define como percibes, vives, sientes y asumes tu fe.

    Más que causas, hay que hablar de condicionantes que favorecen la instalación y el auge del fundamentalismo religioso. Una de ellas tiene que ver con la necesidad humana de encontrar certezas; más en estos tiempos, cuando hay tanta incertidumbre, desigualdad, carencias, necesidades reales y otras que son construidas por elementos como el mercado, las diferencias de clases, las relaciones de inequidad y desigualdad y opresión.

    Esa búsqueda de certezas y el encontrar un ABC que se instala como parte de una oferta, es la principal fuente de sentidos que tiene el atractivo del fundamentalismo religioso.

    O sea, tener cosas claras, que no necesitan ser demasiado pensadas o razonadas, que no necesitan ser problematizadas y que, al mismo tiempo, ofrecen soluciones reales o aparentes, rápidas, fáciles, prácticas, a problemas cotidianos: materiales, sociales, espirituales y existenciales, sobre los cuales las personas cada vez se hacen menos preguntas, porque nuestro tiempo y sus complejas dinámicas destinan cada vez menos recursos a dialogar sobre estas cuestiones.

    Otra condicionante es nuestra incapacidad para ejercer la participación activa y colectiva. Todavía vivimos en un mundo que reproduce la hegemonía, las relaciones de dominación; por tanto, seguimos viendo el liderazgo de una determinada manera. El fundamentalismo se expresa, esencialmente, en esas maneras dominadoras de concebir el liderazgo. Tiene que ver también, con esa supuesta necesidad de que haya un ser superior intermediario, la necesidad de que lo desconocido encuentre respuestas en personas ungidas, selectas, iluminadas, personas bendecidas para darnos, supuestamente, esas respuestas.

    Un tercer aspecto tiene que ver con la identidad; que es de esas respuestas que buscamos como seres humanos y esa necesidad de afianzar la identidad en un mundo o en un contexto donde esta ha sido una condición tan problematizada por aquellos sectores tradicionalmente oprimidos, que buscan y pujan por un espacio real de reconocimiento. Entonces, la identidad es de esas certezas que necesitamos construir, reafirmar y tener con claridad, de modo permanente. El fundamentalismo lo que hace es afianzar una construcción única de una identidad a la cual le cuesta dialogar con otras identidades.

    Por otra parte, toma a la verdad como un concepto absoluto, inamovible. Sus expresiones hoy no son las mismas de los primeros años del siglo XX, en su etapa fundacional como movimiento. En la actualidad recoge, desde una experiencia histórica, valores que fueron formados y fortalecidos en determinadas etapas, como el nacionalismo, la superioridad étnica, y que desde el punto de vista moral y ético son reconstruidos y erigidos como verdades absolutas. De modo que reafirma, legitima y pretende establecer esos como valores únicos, verdaderos, los que son bendecidos por Dios; y todo lo que se salga de ahí está en contra de Dios.

    Asimismo, manipula el miedo como sentimiento: el temor a Dios, a las diferencias, a sentirse y pensar diferente.

    La obediencia es otra categoría que se trabaja mucho dentro de las corrientes fundamentalistas. Si obedezco, obtengo entonces una promesa de felicidad, desde una construcción de lo que significa la felicidad: una promesa de paz, de prosperidad, casi de perfección. Sobre la base del miedo, del castigo, de la subordinación a lo superior -que no solo es Dios, sino también el líder-, se erigen estas verdades absolutas, de las cuales emana esta doctrina.

    Otra de sus manifestaciones es subordinar la condición humana a la condición de lo divino. O sea, desconocer la capacidad humana de reconstruir la propia historia humana, de releer la condición divina de Dios, de reinterpretar simbólicamente a Dios en sus diversos significados o imágenes.

    El fundamentalismo, sin embargo, apela a la comunidad y al mismo tiempo exacerba la condición individual de los seres humanos, la necesidad de subordinación de la individualidad a una doctrina colectiva que tiene un liderazgo, y ese liderazgo es el que se ejerce de una manera dominadora, como experiencia del control sobre la vida de las personas. De manera que otorga el control de la vida de las personas, no solamente a Dios, sino a los líderes de esas iglesias. Eso significa una pérdida en la capacidad de decidir de la gente, de actuar sobre la libertad, de entender y construir la libertad individual y rediseñar esas relaciones sobre la base de la honestidad, la franqueza y la libertad en todos los sentidos.

    ¿Cuáles son sus principales manifestaciones en Cuba?

    Hablaría de tres expresiones fundamentales. En primer lugar, la asociación del fundamentalismo con la llamada Teología de la prosperidad (corriente de pensamiento que pone su énfasis doctrinal en enseñar a sus seguidores que el éxito y la prosperidad material son signos de la bendición divina) y todas esas promesas para la vida, de felicidad, de las que hablaba anteriormente.

    La segunda tiene que ver con la negación de lo diverso. En Cuba, el fundamentalismo se está expresando en la demonización de diferentes expresiones de la diversidad. De la diversidad religiosa, o de prácticas espirituales y de fe, de la diversidad sexual, de identidades de género.

    Y en tercer lugar, el uso de la lectura de la Biblia, descontextualizada y acrítica. Esa lectura e interpretación literal y su intento de traducir la Biblia tal cual, a un tiempo diferente al que fueron escritos los textos.

    La cuestión del dominio que ejercen los líderes en sus denominaciones es de lo más evidente y preocupante. Ver cómo personas que han sido educadas en un sistema determinado están subordinando sus vidas y sus decisiones a los líderes de sus iglesias.

    Hay cuestiones más puntuales que tocan temas como la educación, como la salud, la lucha por regresar a una educación religiosa, que no necesariamente es un planteamiento de iglesias con tendencias fundamentalistas. Lo que el fundamentalismo añade aquí es el componente de la crítica a una supuesta ideología de género, cómo convierten las teorías de género en una supuesta ideología. De ahí nace el fundamento a la defensa del retorno de una educación religiosa que se aleje de la educación institucional, negando la posibilidad de que esa educación este atravesada por una perspectiva de género, una perspectiva de lo que significa la equidad y la dignificación de las diversidades, desde un enfoque de derechos humanos.

    En términos de salud, tiene también que ver con una crítica a la institucionalidad de salud. No es casual que el fundamentalismo esté atacando en Cuba, justamente, los dos sectores donde se concentran los mayores logros del proyecto social cubano. Claro que no es solo en Cuba, pero en nuestro país tiene esa particularidad.

    Por otra parte, el fundamentalismo religioso en Cuba es una expresión, sobre todo, que se manifiesta más en los liderazgos de las iglesias que en las congregaciones y no son expresiones despolitizadas, sino que parten de posicionamientos políticos y articulaciones políticas claras. No es un fenómeno meramente eclesial y religioso.

    Hay evidencias de que hay una agenda política que trasciende la agenda religiosa. Y esa agenda forma parte de un propósito mayor que se construye, articula, extiende y sostiene desde los Estados Unidos y ha sido fortalecido por las administraciones estadounidenses, alcanzando su mayor expresión con el gobierno de Donald Trump. Y que también ha dado sus frutos en América Latina.

    Ya hoy no se puede hablar de un proyecto fundamentalista, hay que hablar de un mundo donde, si bien en política se habla de izquierdas, derechas, centros, hoy hay que hablar también del fundamentalismo evangélico como un sector de la política, a nivel mundial; y como parte de ese sector político se está expresando.

    En ocasiones, hasta intenta aislarse de las agendas políticas y, en otras, se observa un relacionamiento claro de expresiones fundamentalistas con esa agenda. Para Cuba, los mayores desafíos sí tienen que ver con esos procesos de subversión política intencionada durante tantos años desde los Estados Unidos.

     

    En primer lugar, permítame, exponer mi criterio acerca del fundamentalismo en general. Opino que este concepto es una construcción social de grupos antagónicos, que no es necesariamente malo o bueno, sino que depende de la capacidad personal para conocer los límites entre su ideología y el respeto a los demás como individuos y como sociedad. Ser fundamentalista no es ser extremista; al menos no cuando se entiende aquello que constituye fundamento.

    Si bien muchas veces se ha planteado que es la interpretación literal de algún texto sagrado, trae consigo un elemento analítico, por lo que se subordina a lo que alguien supone que se debe hacer según la deidad.

    No obstante, algunas religiones no tienen textos sagrados o escrituras litúrgicas unificadas. Ese es el caso de los cultos de origen africano que se practican en Cuba. Pero no por esto están exentos de ser catalogadas algunas de sus prácticas como fundamentalistas.

    Siempre se vincula el fundamentalismo con la religión. Sin embargo, esta -como sistema filosófico social- cumple con los mismos criterios de cualquier sistema político.

    De esta forma podremos ver que, en el capitalismo, por ejemplo, se tiene la figura del capital como motor impulsor y meta del sujeto capitalista. Este estará dispuesto a realizar cualquier acción o valerse de cualquier medio para aumentar su riqueza, sin analizar la afectación a otros o, en algunos casos la transgresión de valores morales.

    En el socialismo se tiene la idea del proletariado o la masa trabajadora, como epicentro fundamental del sistema. Esta, según conceptos subjetivos, deberá actuar como un bloque con una ideología uniforme, con intereses semejantes y con objetivos específicos. En función de esto se ceden algunas libertades e intereses personales, ya que el bien común es lo que importa. Sin embargo, los límites de lo que se cede no los determina la masa, sino sus líderes, por lo cual esta actuación le brinda la mayor de las confianzas: la de determinar sus ideas y sueños.

    Estas actitudes también son, según la definición, fundamentalistas, ya que las personas se desenvuelven solo bajo los principios de su sistema de creencias determinadas por otros e inamovibles, aunque estas no sean de carácter religioso.

    Teniendo esto en cuenta, se puede inferir que el sujeto tildado de fundamentalista, no se considera como tal. Este considera que vive con la ideología correcta y en función de ella todo lo que haga será, al menos, justificable.

    Por otra parte, y ya entrando en la religión, un sistema de comportamiento estricto, basado en el culto a una deidad determinada, generalmente es considerado como fundamentalista para otros. Entiéndase con esto que no me refiero a la práctica religiosa solamente, sino a una incorporación total de los principios de la misma a la vida del practicante.

    Vivir según los preceptos de una creencia determinada no es tan simple como puede esperarse. Si bien el culto a la divinidad goza de un contenido de fe, asumir esta fuera del marco religioso obliga al practicante a asumir limitaciones y conductas que en ocasiones le pueden resultar engorrosas y exigirle algún sacrificio que vaya más allá de lo común.

    Este ha sido el caso cubano por excelencia.

    Sería extensa la explicación de por qué los cultos de origen africano no pudieron crear una base ideológico-social desde sus comienzos en Cuba.  La esclavitud no solo afecta la libertad de movimiento, sino que lastra la posibilidad de la práctica religiosa por ser esta contraria a la del esclavista. Tampoco se tenía acceso a los recursos materiales para la práctica ritual ceremonial.

    Otro elemento es tanto la diversidad en el origen de los esclavos como la imposición de nuevas deidades, lo que creó una necesidad de transculturación y adaptación para garantizar la permanencia del núcleo religioso.

    Como es de suponer, todo esto hizo imposible una práctica religioso-social afrocubana generalizada, al menos hasta la etapa Republicana, donde hubo un auge considerable en estas prácticas. Pero este decayó nuevamente con el triunfo de la Revolución y los principios del materialismo dialéctico.

    Tomando como referencia lo antes dicho, en Cuba, el fundamentalismo religioso, respecto a los cultos afrocubanos, no es muy extendido.

    El practicante cubano delimita, por lo general, la dimensión de sus sacrificios, y no asume ciegamente todo aquello que se le encomienda hacer en nombre de la religión. Más bien, su práctica, no su fe, está determinada por la dificultad o el obstáculo. Es en el momento de la dificultad que se reconoce necesario el sacrificio y se asume la limitación de que la deidad pueda imponer.

    Por lo general, sin importar el estatus religioso con que se cuente, los preceptos sociales de conducta religiosa son, cuando menos flexibilizados. De esta forma, pese a existir el canon que rige la conducta del religioso, este no vive enteramente según estas condiciones, asumiendo solo aquellas conductas que le son beneficiosas o afines a su ideología.

    No obstante, hoy en Cuba si se pueden ver personas que viven en función de su religión, y no de ella. La denominada rama tradicional nigeriana, perteneciente al culto a IFA es, quizá, el mejor ejemplo de esto.

    Dentro de esta vertiente se manejan conceptos como los de Iwa Pele, filosofía del buen carácter en los cuales la práctica va más allá del culto a la divinidad para formar parte del comportamiento social del religioso.

    Por simple que esto parezca, constituye un elemento vital en la manera de analizar el fenómeno en Cuba. Si nos regimos por esto ya el practicante no tiene una obligación y vínculo solo con sus mayores o hermanos, como sucedía hasta el momento. Bajo este concepto todo lo que nos rodea forma parte de nosotros por lo que la relación con ello debe ser siempre de respeto y solidaridad, tratando de direccionar nuestra vida al cumplimiento de este precepto.

    También se han revitalizado prácticas en la cosmogonía religiosa cubana. Un ejemplo es el culto Ogboni, que si bien existía, en la actualidad funciona bajo una mayor organización y reconocimiento. Esta manifestación, a la que no solo pueden pertenecer religiosos, toma sus preceptos como referente a algo superior: una deidad determinada. Es la devoción a Onile, la madre tierra, a la que todos pertenecemos y debemos respetar.

    Pero la práctica de IFA tradicional cubano también ha sufrido cambios al respecto. En la actualidad son cada vez más los sacerdotes del llamado IFA criollo que han incorporado a su vida conceptos morales y éticos provenientes de la religión. El cambio fundamental en este sentido se puede observar sobre todo respecto a la relación mercantil intrínseca a las mismas. Si bien el «derecho» está dentro de la liturgia de cualquier práctica religiosa afrocubana, este ya no se asume por todos como el eje de la misma. El sacerdote jura salvar la Humanidad, y al tomar conciencia de esto se genera una obligación con todas las personas en función de ayudarlas, con independencia de si pueden pagar o no por la «medicina» necesaria.

    No obstante, el ejemplo más palpable de fundamentalismo por mala interpretación es aquella persona que cree y actúa bajo la idea de que todo lo que le sucede es responsabilidad de sus deidades y que sus males los provocan otros con «trabajos» para dañarla.

    Si bien las deidades están en todos los elementos de la naturaleza, su relación con nuestro destino se manifiesta a través de nuestras decisiones. Toda acción provoca una reacción y, por lo general, es nuestra mala conducta la que trae malos resultados.


  2. El fundamentalismo religioso entra en Cuba a finales de los 90, ¿a qué se debe que su presencia se haya extendido hoy y qué impactos está teniendo en la sociedad cubana?

    Maryam Camejo

    Creo que algo ya contesté en la pregunta anterior. En cuanto al impacto en la sociedad cubana, creo que va en aumento, gana adeptos por día y crea microespacios de disensos, disensos a muchas cosas, ideas, proyectos. De qué otra manera se puede interpretar que exista un discurso abiertamente en contra de la agenda feminista. Ese es el nivel de impacto.



    El fundamentalismo estaba en Cuba mucho antes de los noventa. No solo porque había ya presencia de religiones de corte fundamentalista, sino porque había grupos religiosos o no, con actitudes fundamentalistas, a veces incitadas por algunos líderes. En aquellos años, con la progresiva apertura hacia la libertad de cultos, estos grupos crecen y se fortalecen. Su presencia en la sociedad es un buen signo de progresiva apertura. Pero al mismo tiempo es un signo negativo de aumento de las inseguridades y los recursos a la cerrazón intolerante y el autoritarismo.

    Desde la década de los noventa del siglo pasado, de acuerdo con las investigaciones del Departamento de Estudios Sociorreligiosos (DESR), con todos los cambios económicos, políticos y sociales que trajo aparejada la desaparición del campo socialista, Cuba experimentó un proceso de mayor visibilización del fenómeno religioso. La crisis económica provocó en la sociedad cubana el resurgimiento de diferencias y desigualdades sociales. En la búsqueda de esperanzas, estuvo presente la opción religiosa. Durante este período, también se tomaron una serie de medidas que favorecieron la libertad religiosa. El IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, en 1991, permitió la entrada de personas religiosas a sus filas, en tanto la Reforma Constitucional de 1992 declaró la laicidad del Estado y explicitó la no discriminación por creencias religiosas.

    Otro aspecto a tener en cuenta en el contexto de los noventa es el restablecimiento e incremento de las relaciones de las iglesias cubanas, especialmente las protestantes, con sus homólogas en el exterior. Además del escenario globalizado en que vivimos, donde se han facilitado los viajes internacionales. Esto favoreció la entrada de nuevas denominaciones, ideas y corrientes de pensamiento, entre las cuales, desafortunadamente, también se encuentran las fundamentalistas.

    Estos espacios se han constituido en vértices de socialización y empoderamiento para sus asistentes, especialmente para jóvenes. También ha atraído el énfasis en la prosperidad y el bienestar económico. Todo ello favorecido por el uso de mensajes y actividades en redes sociales. Han desarrollado ajustes que se adecuan a las características del sistema social cubano y a las especificidades locales, pero manteniendo posiciones de irrespeto, intolerancia, negación de diálogo y deconstrucción histórica, que atentan contra las expresiones culturales y de identidad nacional. En consecuencia, se ha producido desalineación política y automarginación social.

    El fundamentalismo religioso y también la Teología de la prosperidad han encontrado un terreno fértil en una sociedad que hereda un país muy desgastado de los años de un período especial muy duro en los noventa. Desgastado no solo económicamente, sino también socialmente. Desgastado a nivel de valores, de las relaciones familiares: familias divididas, con componentes de migraciones muy altos, con comunidades rurales también en condiciones de precariedad, con incrementos de la pobreza urbana.

    Cuando se habla de un incremento de la cantidad de iglesias y congregaciones durante los años noventa, coincide con ese período en el cual comienza a observarse la irrupción de expresiones que podemos considerar fundamentalistas. Llegan y encuentran ese caldo de cultivo en una sociedad que también necesita certezas, sosiego, después vivir, o estar viviendo, una crisis aguda, más de 50 años de bloqueo económico y financiero de los Estados Unidos.

    A ello se suma que estas tendencias encuentran, a su vez, un cambio generacional en Cuba en un momento que la nación experimenta una serie de aperturas a la globalización, a las tecnologías, una cierta apertura al mercado, a nuevos consumos culturales; en fin, una generación que está mucho más expuesta a la diversidad de tendencias, incluyendo, el fundamentalismo.

    Creo que ese ha sido uno de los factores que ha posibilitado su crecimiento e instalación. Por una parte –y recalco–, esto se junta a la necesidad de las personas que tejer redes de apoyo, de hacer vida comunitaria en comunidades de fe. Por otro lado, también ha habido una mayor intencionalidad, mayores apoyos desde el exterior, particularmente desde los Estados Unidos, en la formación de líderes y pastores para ese tipo de iglesias en Cuba.

    No obstante, en la actualidad se ha incrementado el número de conductas que se pudieran denominar fundamentalistas.

    En la última década del siglo XX y la primera del XXI, nuestro país atravesó por diversos cambios económicos que influenciaron la sociedad directamente. Con la caída del campo socialista el acceso a productos se limitó considerablemente, lo que repercutió en el nivel de vida de la población.

    Es conocido que, en los momentos de más necesidad, personal o general, proliferan las prácticas religiosas. La fe sirve de sustento ante la necesidad, puesto que brinda un apoyo emocional para afrontar la escasez. Por otra parte, entra a jugar la divinidad como protector y propiciador de la suerte para vencer las dificultades.

    Es así que en los noventa se nota una revitalización de las prácticas de origen afrocubano, las cuales se habían mantenido bajo relativa clandestinidad, sumando adeptos y creando nuevas instituciones y casas templos.

    Otro elemento que influyó de manera directa a todas la practicas religiosas en Cuba, y en particular a las de origen afrocubano, fue la visita del Papa Juan Pablo II. Este hecho marcó un cambio en la forma en que el Estado y las instituciones asumieron a los religiosos, permitiendo una mayor libertad de culto y comprendiendo estas prácticas como elementos fundamentales dentro de la cultura nacional.

    También es importante para un mayor auge de conductas fundamentalistas el acceso a la información digital. En los inicios de los cultos afrocubanos la información se transmitía de forma oral y la documentación que contenía material litúrgico se custodiaba celosamente por sus poseedores.

    Con las nuevas tecnologías, cualquier persona tiene acceso a miles de documentos y material litúrgico. Esta información se transmite y se debate en redes sociales, independientes del lugar de culto. Esto si bien puede contribuir a la preparación de religiosos y ateos, también ha provocado conductas fundamentalistas puesto que pone en contraposición a grupos con creencias diferentes en los que ambos alegan tener la razón, y cuyo objetivo es destruir al otro sin detenerse a pensar que ambos criterios pueden ser correctos, en función de la práctica en que se basen.

    La sociedad cubana no ha sido ajena a estos cambios, se trate de la comunidad religiosa o no. En la actualidad se puede percibir una mayor implicación de todos con la arista cultural de los cultos afrocubanos.

    Esto se manifiesta en que elementos como la música y el baile gozan hoy de características afrodescendientes, no solo ya en su composición sino directamente en su ejecución. Se ha aprendido a valorar nuestra herencia cultural y se ha mostrado al mundo de incontables formas.

    No se debe obviar el hecho que el auge religioso en Cuba ha creado un sistema económico independiente. Con la práctica sistemática y diaria se ha necesitado una red logística que lo sustente, lo que se revierte en un sin número de tiendas de artículos religiosos, animaleros, yerberos y, por qué no, religiosos cuya única función es obtener beneficios de aquellos que se les acerquen.


  3. En la actualidad el fundamentalismo religioso ha optado, en lo fundamental, por incidir en la sociedad civil y las normas de vida cotidiana de los grupos humanos. En Cuba, por ejemplo, algunas de estas expresiones afloraron durante la consulta popular sobre el proyecto de nueva Constitución, en especial, en lo referente al artículo que legitimaba el matrimonio igualitario. ¿Hasta qué punto pueden considerarse actitudes fundamentalistas todas aquellas que se oponen a la unión entre personas del mismo sexo o la ideología de género?

    Jorge Cela

    El fundamentalismo religioso siempre ha optado por incidir en la sociedad civil y en la vida cotidiana. La convicción que sus criterios son los únicos válidos que pueden salvar a la humanidad los impulsa al proselitismo y a querer imponer sus convicciones a todos. La sacralización de esos criterios ayuda a fortalecer su carácter absoluto. La Suráfrica del apartheid es un buen ejemplo. Esto puede llegar a dimensiones extremas justificando el asesinato en nombre de Dios de quienes se les oponen.

    Las sociedades autoritarias tienden a generar un fundamentalismo que crece en situaciones de crisis, cuando el miedo hace más fácil que las masas asuman actitudes fundamentalistas que pueden ser xenófobas, racistas, machistas, políticas, etc. Pensemos en el rechazo sufrido por los judíos (no solo en tiempo del nazismo), o las guerras étnicas de Ruanda-Burundi, (territorio de Bélgica bajo mandato de la Sociedad de Naciones y con posterioridad territorio en fideicomiso de Naciones Unidas, entre 1924 y 1962, año en que dio lugar a los estados independientes de Ruanda y Burundi), para poner algunos ejemplos externos.

    Dentro de religiones más abiertas pueden generarse actitudes fundamentalistas, sobre todo si existen estructuras rígidas y autoritarias y situaciones de crisis que facilitan la manipulación de las masas.

    No podemos llamar fundamentalismo a todo disenso de una determinada propuesta. Sería limitar la libertad de opinión a aquellas que no se tachen de fundamentalistas. Ni siquiera es fundamentalismo la defensa de un criterio erróneo. El fundamentalismo se refiere a la manera de hacerlo, negándose al diálogo, descartando autoritariamente toda posición diferente, y queriendo imponer su criterio incluso por la fuerza. No podemos llamar fundamentalismo a las actitudes de las minorías, religiosas o no, de defender su posición. Fundamentalismo sería querer imponer por la fuerza una posición, descalificando cualquier otra por la fuerza. Aunque la libertad de expresión termina donde comienzan los derechos del otro. Por eso no se le pueden conceder derechos a quienes vulneran los derechos de otros; por ejemplo, los que promueven la discriminación por razones de raza, género, religión o ideología.

    En el caso concreto del matrimonio igualitario en la Constitución cubana no podemos llamar fundamentalista a quien se opone, sino que tendríamos que ver cómo se opone. De lo contrario estaríamos dando pie a negar el derecho de libre opinión y expresión a las minorías, o incluso a mayorías sin poder.



    No podemos caer en la trampa de las clasificaciones. Hay que partir también de nuestros acumulados culturales. Somos una sociedad que se ha configurado desde visiones patriarcales y heteronormativas, con actitudes y posicionamientos conservadores. Ha habido muchos avances, sin dudas, pero todavía hay muchas luchas pendientes.

    De modo que, como concepto, el fundamentalismo religioso puede asociarse a esta actitud de no reconocer la posibilidad y la otredad. El acto de no reconocer al otro tiene que llevar implícito una conciencia de lo que significa ser el otro. Creo que todavía mucha gente no tiene suficiente información, ni hay un suficiente acumulado o sedimento social sobre esas otredades que permitan a la ciudadanía hacer un análisis crítico que trascienda lo tradicional. Es un debate que trasciende a propio fundamentalismo y leerlo solo en esta clave puede ser parcializado.

    También esta concepción tiene sus raíces, sus argumentos teológicos, sus lecturas teológicas, sus propios fundamentos. Lo más preocupante para mí es cómo el fundamentalismo contribuye a los procesos de consevadurismo social, que generan este tipo de situaciones como la que vivimos con el artículo que legitimaba el matrimonio igualitario.

    Pero tenemos que ser conscientes de que lo sucedido, si bien hubo una campaña muy grande desde algunas iglesias y el sector evangélico, hubo sectores de la población, alejados de las comunidades y prácticas de fe, que también se oponían a este segmento del cuerpo constitucional.

    Puede llegar el momento en que “fundamentalista” sea una nueva manera de llamar a la discriminación: o sea, la raíz no es el fundamentalismo; la raíz es discriminatoria, una raíz que no respeta o desconoce la dignidad como un derecho.

    Algunos dirían fundamentalistas, otros conservadores, pero lo cierto es que en el momento en que decides abrir campaña contra un gran grupo de la sociedad que está exigiendo derechos-libertades, asumes una posición fundamentalista. Estás imponiendo tu agenda sobre la de los otros. Estas imponiendo tu religión o lo que crees sobre tu religión para una sociedad mucho más grande, diversa y plural, donde, por cierto, el Estado está separado de la Iglesia (y también entiéndase religión en sentido general).

    Es necesario diferenciar los términos de fundamentalismo y conservadurismo, pues según el teólogo cubano Reinerio Arce y el investigador Pedro Álvarez, los conservadores no siempre son fundamentalistas. Los primeros tienden a mantener los esquemas de pensamiento y las normas elaboradas por la tradición. En cambio, los fundamentalistas tienen, al mismo tiempo, una posición anticonservadora, pues consideran que los métodos y las expresiones tradicionales han sido insuficientes para salvar la doctrina y que, por lo tanto, se hace necesario cambiar, introducir nuevas maneras de actuar para recuperar su pureza y retornar a los cumplimientos del libro sagrado que han sido transgredidos.

    Por lo tanto, considero que todas las actitudes que se oponen a la unión entre personas del mismo sexo o la ideología de género no deben ser consideradas fundamentalistas. En cada caso se debe realizar un análisis. Los prejuicios y patrones sociales aprendidos a lo largo de toda la vida también juegan un papel importante que no debe ser desestimado.

    En cuanto a estos debates de carácter social se debe tener en cuenta primero que: los religiosos son personas.

    Si se mira desde esta óptica, la interpretación de la liturgia es particular a cada cual. Lo que sí es un hecho es que muchas personas se escudan en sus creencias para apoyar sus propios prejuicios.

    El fundamentalismo religioso no es responsable de la discriminación de ninguna persona, puesto que dentro de la filosofía de la religión cada elemento tiene su lugar por lo que no es discriminado.

    En la actualidad uno de los debates más importantes dentro de la religión es el de las Iyanifa, mujeres iniciadas en los secretos del sacerdocio de IFA.

    En la vertiente tradicional cubana esta figura no es reconocida, pero esto no quiere decir que se discrimine a la mujer, puesto que ella tiene su lugar dentro del sistema religioso. Ese lugar no es mejor o peor que el del hombre, es solo diferente.

    De igual forma esta prohibición es solo para la religión y específicamente para la vertiente tradicional cubana, la tradicional nigeriana lo practica. El hecho de hacerlo una forma u otra, es voluntad de cada cual, por lo que, si una mujer no está de acuerdo con esta limitación, simplemente puede optar por no practicarla.

    Lo que si está mal, y no es fundamentalismo, es la ignorancia; es crear un debate ofensivo hacia otros cultos que si lo permitan. Esto solo demuestra nuestra falta de análisis para comprender que podemos estar equivocados o que, de tener la razón, no tenemos por qué imponérsela a otros.

    Ser discriminado religiosamente, en el caso de Cuba, por la libertad de culto, no es una realidad. Esto no quita que algunos religiosos discriminen, pero estos no son fundamentalistas, simplemente tienen prejuicios que justifican, casi siempre ilógicamente, con sus creencias.

    No obstante, dentro de las prácticas y cosmogonía afrocubanas están los homosexuales, las personas discapacitadas. Cada cual tiene su historia, su profecía y su camino, el cual es igual de respetado e importante como cualquier otro.

    En cuanto al matrimonio entre personas del mismo sexo, no creo que exista alguna prohibición religiosa. No obstante, de existir, esta solo es válida para el religioso y no puede ser impuesta a otros. Nuestro Estado es laico, lo que quiere decir que las decisiones de carácter social son independientes a los valores religiosos de determinado culto.

    La lucha de género dentro de la religión no es un fenómeno novedoso ni particular a los cultos afrocubanos. La necesidad de regular el papel de los demás muchas veces nos ubica en una posición de discriminación activa. No obstante, la interpretación de nuestro sistema de creencias generalmente nos demuestra que estas conductas son incorrectas puesto que generan contraposición con los preceptos básicos que nos rigen.

    Otra cosa diferente es el desempeño de determinado rol dentro de la religión. En estos casos el impedimento viene dado por el incumplimiento de determinada condición para cumplimentar el mismo. Si bien esta imposibilidad puede ser de naturaleza de género, no se crea con el fin de discriminar, sino que forma parte de la liturgia, lo cual no difiere, por ejemplo, de la organización de algunos eventos deportivos en los que las mujeres compiten contra las mujeres y los hombres contra los hombres, sin que esto sea considerado discriminatorio.

    La práctica religiosa, fundamentalista o no, no discrimina. De hecho, uno de los principios más importantes dentro de los cultos de origen africano es la exclusividad, puesto que todos somos seres humanos, y todos tenemos un destino que cumplir.


  4. ¿Cree que una ley de culto en Cuba ayudaría a reducir las prácticas fundamentalistas en segmentos religiosos? ¿Por qué?

    Raquel Elena Sicilia

    Justamente, el DESR se encuentra culminando una investigación sobre libertad religiosa y convivencia social en Cuba, que ha podido constatar que existe desconocimiento sobre estos temas en nuestra población, su alcance y sus límites. Ante esto, primeramente, se hace necesario elevar ese nivel de conocimientos. También se debe destacar la importante labor que realiza desde 1985 la Oficina de Atención a Asuntos Religiosos del Comité Central de Partido Comunista de Cuba.

    Una ley de culto ayudaría a reducir las prácticas fundamentalistas en segmentos religiosos. Para garantizar la libertad religiosa, el Estado debe tener una postura activa, al no permitir el privilegio de unas instituciones sobre otras. Adiel García Pérez, profesor de Derecho de la Universidad de Matanzas, apuntaba en la VI Jornada Socioteológica que las leyes actuales no son suficientes para hacer frente al fundamentalismo religioso, por lo que es importante una ley de culto, que regule el ejercicio de la libertad de culto (expresar actos religiosos en el espacio público y privado) y la libertad de propaganda (referida al proselitismo y acceso a los medios de comunicación). Elaine Saralegui, teóloga y pastora de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana en Cuba, apuntaba además que esta ley de culto debe servir para que el Estado pueda intervenir y garantizar los derechos ciudadanos.

    También debe tenerse en cuenta que las legislaciones no son suficientes; se debe fomentar un pensamiento crítico, el ecumenismo, el diálogo interreligioso y promover la difusión de información e investigaciones científicas.



    En Cuba tenemos pendiente una ley que garantice la libertad religiosa individual y colectiva y que regule los derechos y deberes de las distintas religiones. Una ley así permitiría situar los límites de la libertad religiosa en los derechos del otro. Fundamentalistas serían quienes no acepten este derecho del otro.

    El tema de la ley de culto no es tan simple. Quizá sí ayude, pero hay que tener mucho cuidado cuando se piensa en esto. Me pregunto ¿hasta dónde una ley de culto podría reducir las prácticas fundamentalistas sin que implique una constricción de libertades para todos los religiosos? ¿Quiénes harían esta ley de culto? ¿Se contaría con la presencia y opinión de representantes de las diversas religiones en Cuba? Creo que tenemos que partir de garantías para la práctica religiosa. Un ejemplo desde el punto de vista islámico: Si una mujer musulmana decide ponerse el velo y en un centro de trabajo se considera que eso es fundamentalismo religioso, ¿hasta dónde llegan sus garantías y quién decidió lo que es y no es fundamentalismo religioso en el islam? Este debate está lleno de matices y de concebirse una ley de culto habría que pensar en todos ellos. No creo que la ley de culto per se, pueda considerarse el Santo Grial para la disminución del fundamentalismo.

    Ahora bien, sí creo que sería más eficaz pensar sobre cultura y educación religiosa para nuestro pueblo. Ese, quizás, sea un abordaje que necesite consideración.

    Depende de los contenidos de esa ley. El fundamentalismo tiene una raíz cultural, filosófica, sistémica; una raíz espiritual que es muy difícil que una ley, por sí sola, pueda regular. En tal sentido, considero que no es suficiente una ley de culto para entender y dialogar con este fenómeno cultural que llamamos fundamentalismo.

    La cultura es un conjunto de procesos que no se regulan únicamente en el ámbito jurídico. Hay determinadas cosas que se pueden limitar, regular, normar, pero otras no. Esas necesitan otro tipo de acciones. Es fundamental que el pueblo cubano conozca y sepa qué es el fundamentalismo religioso, que reconozcamos que tenemos tendencias fundamentalistas en Cuba, que sepamos caracterizarlas a un nivel popular y, muy importante, que se produzca un debate público sobre estos temas.

    Hemos iniciado la etapa de reconocimiento de esta corriente del pensamiento religioso, pero no todo se limita a una ley, o a un ámbito determinado de la sociedad. No es un problema solo de las iglesias, del aparato jurídico cubano, ni siquiera de una voluntad política, si existiera. Se involucran o deberían involucrarse muchos sectores pues este es, esencialmente, un asunto de matiz ideológico, de ahí su complejidad y multisectorialidad. Una ley de culto serviría para definir mejor y regular la relación entre la Iglesia y el Estado, entre la Iglesia y la institucionalidad, entre la Iglesia y la sociedad; para regular el alcance de determinadas acciones de las iglesias que tienen que ver con su actividad económica, sus propiedades, los espacios o ámbitos donde pueden incidir, de su actuación en los espacios públicos.

    Creo que una ley de culto pondría en mayor igualdad de condiciones las diferentes prácticas religiosas y espirituales que coexisten en Cuba. Normaría mejor o actualizaría la normativa respecto a muchas de estas figuras que hoy existen, legalmente, bajo la figura de asociaciones. Claro que una ley es importante, pero hay cuestiones que tienen que ver con lo teológico y lo doctrinal, que no entrarían en una ley de culto y están muy relacionadas con el fundamentalismo.

    Considero que la creación de una ley de culto en Cuba, no reduciría lo que se denomina fundamentalismo.

    Es prácticamente imposible regular las prácticas religiosas a partir de una legislación. No existe normativa capaz de consolidar la diversidad de creencias de un grupo determinado, y por otra parte nadie tiene el derecho a determinar cómo debe manejar su fe otro.

    Con esto no quiero decir que me oponga a la emisión de una normativa de este tipo. Lo que considero es que la misma debe estar dirigida a regular los límites objetivos en que la religión actúa con la sociedad. Me refiero a elementos como libertad de culto, derecho a reunión, y elementos de carácter medioambiental.

    En cuanto al fundamentalismo no creo que exista legislación alguna capaz de evitarlo, puesto que el creyente fanático no perdería su ideología, convirtiéndose así en un disidente. Recuerde que al penar una actitud determinada solo está asumiendo que para el infractor el castigo sea superior a la recompensa, lo cual ha probado ser poco efectivo en cuanto a la subjetividad.


  5. ¿Qué papel pudiera desempeñar la reanimación del ecumenismo y el diálogo interreligioso en Cuba?

    Raquel Elena Sicilia

    El ecumenismo y el diálogo interreligioso constituyen una alternativa poderosa. El intercambio de ideas, la capacitación y el fomento de un pensamiento crítico deben ser constantes. También es importante la coordinación de una agenda conjunta para enfrentar el crecimiento del fundamentalismo religioso, que logre una mayor articulación entre las instituciones y los movimientos ecuménicos para promover el respeto y la convivencia. Incluso, realizar encuentros con activistas con intereses afines, sean religiosos o no.

    Ante el rechazo a las críticas y posturas diferentes que defiende el fundamentalismo, es necesario difundir información y fomentar el diálogo a través de un lenguaje de respeto, coherente y que promueva una cultura de paz.



    Las religiones son las organizaciones de personas que han encontrado respuesta a su pregunta por el sentido de la vida en la dimensión trascendente de la persona. En ese sentido buscan todos lo mismo y debían enriquecerse con el diálogo mutuo que nos ayudaría a superar actitudes intolerantes y discriminatorias y comprender mejor la posición del otro. El miedo al diálogo es un síntoma de inseguridad. La apertura al otro es un síntoma de la apertura a la trascendencia. Para ser consecuentes debíamos estar más abiertos al ecumenismo y al diálogo interreligioso. Por suerte para nosotros los católicos, el Papa Francisco está siendo un buen ejemplo de esta apertura.

    En la actualidad, me consta, el diálogo interreligioso en Cuba es bastante activo. La plataforma Interreligiosa Cubana y otros grupos realizan eventos y conferencias con el fin de lograr una unificación y coherencia entre los religiosos cubanos, más allá de su ideología.

    No obstante, aún carecemos de espacios de debate en los que se puedan confrontar temas como el género, la teología como filosofía, y la relación práctica religiosa-vida.

    Si tomamos el ecumenismo más allá de su connotación solamente cristiana, creo que un movimiento de unidad puede beneficiar no solo a los practicantes sino a la nación como cultura. Sin embargo, dicha unión debe fundamentarse sobre el respeto a la creencia y fe de cada cual, sin intentar una unificación litúrgica, puesto que esta no respondería a la realidad del practicante común, y se generarían mayores desaciertos.

    Como religioso soy partidario de la unión, pero no de las unificaciones. Considero que en la diversidad se encuentra precisamente el diálogo y el análisis de nuestro credo. Cuando se unifican varias ideas, por necesidad estas se resumen en un objetivo común, por lo que ven su riqueza simplificada.

    Es por ello que considero que una unión como esta deberá sobre todo estar enfocada en aspectos científico–teóricos. Pudieran crear una plataforma que permita la superación de aquellos investigadores y religiosos con el fin de crear una práctica mucho más coherente, con independencia de cuál sea su filosofía.

    Con esto se evitaría una incorrecta interpretación de la creencia y el fundamentalismo extremista.

    La revitalización del movimiento ecuménico cubano es hoy algo esencial. En primer lugar, por la historia de ese movimiento y su relación con el proceso social cubano; una relación que no ha estado exenta de conflictos y ha sido compleja.

    El ecumenismo parte también de ese vínculo de la fe y la sociedad, entre la fe y la práctica de fe que no se desliga de un contexto donde actúan la iglesia y el pueblo de Dios. Justo el fundamentalismo intenta también encerrarse dentro de las paredes del templo como solución y desde allí enviar su propuesta política y su apuesta evangelizadora, que pone el punto de atención en una promesa de recompensa después de la existencia, del aquí y el ahora.

    El ecumenismo es todo lo contrario: apuesta por una iglesia comprometida críticamente con un proyecto social. Y digo comprometida críticamente porque su relación con ese proyecto puede ser problematizada y complejizada. Pero es una relación que se reconoce, existe, tiene una historia y un acumulado.

    En segundo lugar, el ecumenismo parte también de ese diálogo interdenominacional. Cuando hablamos incluso del macroecumenismo, llega a lo interreligioso y el diálogo implica el reconocimiento a la otredad, que es a su vez proximidad, que se hace prójimo en el respeto.

    El ecumenismo cubano y sus principales exponentes han sido, históricamente, líderes, iglesias y centros que han apostado por el reconocimiento de las diversidades, que han sido activistas por los derechos sociales de esos sectores minoritarios, oprimidos, discriminados y periféricos de la sociedad. Todo eso tiene que ver, justamente, con las negaciones del fundamentalismo religioso.

    Lo otro es que el ecumenismo cubano tiene raíces teológicas muy claras y muchas de ellas están ancladas en la teología de la liberación, en la educación popular, en la ecoteología, en la teología feminista, en las teologías queer, en las nuevas teologías que también renuevan el pensamiento de la teología ecuménica, por llamarla de alguna manera.

    El ecumenismo cubano ha apostado también por construir un cuerpo teológico propio, nacional, anclado en nuestras tradiciones, en nuestra identidad. El fundamentalismo religioso, por el contrario, es resultado y expresión de penetración cultural e ideológica.

    Creo que el ecumenismo cubano puede contribuir a rescatar las tradiciones, los acumulados, las raíces y esa manera cubana de entender y vivir la fe, así como de construir la unidad en la diversidad cristiana.

    De alguna manera los espacios ecuménicos y de diálogo interreligioso se mantienen en Cuba, hasta cierto punto. Pero mi percepción es que no existe debate doctrinal, no estamos dispuestos a eso y creo que ayudaría muchísimo a que sepamos más los unos de los otros; a que nos entendamos más. Y claro que cuando tienes personas con esa cultura ecuménica, abierta a espacios interreligiosos, has logrado sembrar semillas contra el fundamentalismo porque son personas abiertas al disenso, a lo diferente y capaz de ver las líneas que nos unen a todos, que por supuesto, las hay. Pero ahora pregunto ¿acaso eso no es pensar en clave de cultura y educación religiosa? Volvemos a lo que dije antes.

    Si en Cuba existe un espacio de debate sobre religiones comparadas, espacios de debates frecuentes de verdadero diálogo doctrinal abierto, los desconozco. ¿Cuánto no podríamos nutrirnos de espacios que pudieran tener tan profundamente incorporada la cultura del diálogo? Más allá de dónde podamos compartir puntos de vista sobre un mismo tema desde varias perspectivas religiosas me atrevo a decir pudiéramos dar un salto superior. Pero hay mucha gente que le teme a los debates. No se trata de convertirnos unos a otros, sino de poder leernos en términos comparados lo cual, por cierto, repito, no se trata de resaltar diferencias sino de estar dispuestos a verlas sin que eso implique sembrar discordia. Creo que ganaríamos mucho.

    Entonces pienso que no solo se trata de espacios ecuménicos e interreligiosos, sino también de cultura del diálogo, y de cultura y educación religiosa.

    ¿Acaso desde fuera de las religiones no existen también fundamentalismos? ¿No sería un fundamentalismo de la intolerancia decirle a una mujer que no puede usar el hiyab (velo islámico), o apartarse de ella porque la creen terrorista cuando en Cuba nunca se ha puesto una bomba en nombre del islam, o no dejarla montar en un taxi, o no dejarla entrar a clases solo por el velo? ¿Acaso no es también fundamentalismo, pero de otro tipo? Llamo la atención sobre esto porque una respuesta a esas actitudes podría ser una respuesta de fundamentalismo religioso: “el otro me discrimina por mi religión, si me aíslo me protejo”. Ahí has sembrado la semilla para el fundamentalismo religioso. Entonces vuelvo a la visón del fenómeno desde sus múltiples aristas, matices y complejidades. Y creo que la educación y la cultura religiosa son la respuesta. Eso sí yo le llamaría el Santo Grial contra el fundamentalismo religioso, y otros tipos de fundamentalismos.


Un comentario

  1. Víctor Méndez

    El llamado fundamentalismo religioso no es más que un fundamentalismo político, es por eso que sus militantes pertenecen a las religiones monoteístas. Los Estados y Monarquías parieron el Dios Único. Una vez que tengamos claro esto comprenderemos porque el fenómeno no se manifiesta en las religiones politeistas de orígen africano en Cuba. Tenemos los ejemplos del apartheid en África y la colonización de los países africanos donde los misioneros cristianos fueron creando el camino, el Estado de Israel es otro ejemplo de colonialismo y fundamentalismo religioso a partir de una agenda política y los talibanes en Pakistán y Afganistán creados y financiados por USA y Reino Unido para combatir a la URSS. También distinguir entre fanatismos religiosos y fundamentalismo. Un fanático yoruba nunca será un fundamentalista al no tener un Estado adoctrinandolo en su fe y financiandolo. El fundamentalismo religioso responde a una política internacional imperialista; echamos una mirada a América Latina y el fundamentalismo Evangelista.

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