Después de aquella transferencia de saldo a un celular desconocido, la avileña Marta Echemendía había dado por perdidos los 15.00 CUC que debían llegar al móvil de su esposo. Las probabilidades de que la persona que recibió el dinero devolviera, al menos una parte, eran casi nulas, entonces no hubo otro remedio que resignarse a perder los 375 pesos por culpa de un dedo mal puesto.
A esa hora tuvo que haberse culpado de no rectificar más de una vez el número de su esposo, porque había que evitar que una cantidad de dinero como esa se dejara ir por un descuido. Suponer que a Marta le subió la presión después de su error, o que se reprochó una y otra vez por hacer la transacción, ese día, puede ser cuestión de lógica, pero aun cuando vio de vuelta a su teléfono el monto perdido se preguntaba si era posible que sucediera tal milagro.
Al parecer Manuel de Jesús Jiménez no creía en esas casualidades cuando decidió reenviar el dinero a su verdadero dueño, como también le pareció a Marta que aquel acto era una muestra de honestidad en el momento en que pensaba que los valores estaban perdidos y que la persona incógnita, beneficiada con su dinero, jamás lo devolvería.
Por mucho que la historia parezca ficticia en estos tiempos, solo se trata de la más pura verdad. De que se conociera lo ocurrido, se encargó la señora afectada, quien confesaba su agradecimiento ante un joven de 26 años que bien pudo utilizar aquel dinero, pero no lo hizo.
Cuando conocí la historia recordé a una anciana que me dijo una vez: “en mi época, las personas sabían más de educación, de valores, pero es que se han perdido muchos, aunque hay más escuelas y, se supone, más conocimiento que antes”.
Si algo he aprendido con el tiempo es que los valores deben fomentarse en casa, donde los padres y familiares sean quienes guíen a los pequeños en su formación como mejores personas, y la escuela el lugar en el que se reafirmen esas ideas, por lo que entre ambos debieran generarse los mejores vínculos.
Historias hay de quienes en la calle se encuentran dinero, a veces poco, a veces mucho, pero como no existe la forma de encontrar al dueño, se lo agencian. Pero, lastimosamente, hay quienes aun encontrándose la cartera con los documentos que identifican a la persona, asumen el dinero como suyo y desechan lo que no les sirve.
Sé de un caso parecido, pero con diferente desenlace. Un señor, peinado en canas, caminaba por la calle y se encontró la billetera de un hombre, con sus documentos, también. Tenía mucho dinero, tanto como para quedarse con él y pasar algunos días con su cartera engordada; no obstante, buscó al verdadero dueño, quien tenía un hijo con graves problemas de salud y vivía en condiciones muy humildes. El señor de pelo blanco le pidió que contara uno por uno los billetes, y así lo hizo el hombre. “¡Aquí no falta nada! Le estoy muy agradecido, amigo”, dijo este, se dieron las manos como sellando una amistad y el otro se fue a su casa con el corazón más lleno que su bolsillo, pero feliz.
Igual suerte pudieron correr aquellos a los que se les ha perdido el celular en la calle, pero todavía espero la primera historia de agradecimiento. Lo común es que quien se encuentra un móvil quita la tarjeta SIM, o la batería, para que el teléfono no suene, y cree ganar con ello un teléfono nuevo, o dinero sucio, en caso de venderlo.
Lo más probable es que, quienes alguna vez actuaron conforme a sus ideales de “búsqueda” fácil no lean estas líneas, pero sí padres de familia, directores de centros escolares e instituciones, y cada uno es responsable de lo que predica en el hogar y entre compañeros de labor. Quién pudiera tener honestidad en grandes cantidades para repartir, porque por suerte ese es un sentimiento que no se vende.
Señor Senelio, usted ha mencionado dos historias con un final bonito a como debe ser. Pues yo le podría decir 10 por cada una de ellas que han tenido un final feo, desagradable, precisamente porque se ha perdido en muchos esa cualidad humana llamada honestidad u honradez.
Con esto no pongo en tela de juicio que aún existan personas bien formadas, justas e integras que obran por sobre todas las cosas respetando las normas que se consideran correctas y adecuadas en la sociedad en la que vivimos.
Reciba un cordial saludo y mis felicitaciones a Lisandra por escribir acerca de unos de los valores más importante de una persona.
Un niño aprende en el hogar los limites que impone la propiedad.