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Dino Valls. "El verdadero arte tiene que ahondar en aquello que trasciende el espacio y el tiempo"

Juan F. Calero

El médico y pintor exhibe en la Universidad de Zaragoza la muestra Scientia pictoris, que agrupa 74 obras relacionadas con las ciencias

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Hace más de 40 años, en las mismas salas de la Universidad de Zaragoza en las que los visitantes pueden disfrutar de la exposición Scientia pictoris, Dino Valls (Zaragoza, 1959) aprendía sobre anatomía o disección. El artista compaginó sus estudios de Medicina y Cirugía con un imparable crecimiento como pintor. “Comencé mi formación universitaria cuando acaba de empezar a utilizar la pintura al óleo. Nunca pensé que el arte fuera mi destino profesional, aunque desde niño tenía un interés muy intenso por el dibujo”, explicaba Valls durante la presentación de la exposición. “En lo emocional, la localización de la muestra en la universidad es un punto interesante”, añadía el artista, quien ha vuelto a vivir a Zaragoza 30 años después de marcharse de la ciudad.  

Abierta al público hasta el próximo 9 de julio, Scientia pictoris reúne 74 obras de Dino Valls relacionadas con las ciencias. Cuadros y bocetos preparatorios pertenecientes a diversas colecciones, así como dibujos y apuntes procedentes de su etapa de formación médica. También 11 modelos anatómicos de la colección de la Universidad de Zaragoza, un tratado de anatomía del siglo XVI del fondo antiguo de la biblioteca de la Universidad y dos audiovisuales con los procesos de creación de varias obras.

Valls admitía que esta vez no ha querido protagonizar una antología ni una exposición al uso donde revisar su producción más reciente. “Es una selección de obras que, en parte, enseñan lo que para mí fue la formación académica”. El momento para poner en marcha la exposición está rodeado de extras simbólicos. “Ofrece una serie de explicaciones en un tiempo de incertidumbre. La pandemia nos ha hecho mirar más allá de lo superficial, y buscar en nuestra verdadera esencia como seres humanos”.

En una sociedad marcada por el endiablado ritmo del progreso tecnológico, parece que nada es más ajeno a las ciencias que las emociones. “Sin embargo, es indudable que para acercarse al conocimiento de cualquier disciplina son necesarios los motores propios de la conciencia humana: curiosidad, entrega, emoción o pasión”. Para transitar ese viaje hacia la psique, Dino Valls invita al visitante a disfrutar con calma de la muestra. “Recomiendo que cada uno se contemple a sí mismo en los cuadros, de modo que las pinturas funcionen como un espejo de nuestra mente”.

El artista está especialmente satisfecho con que la exposición incluya bocetos y estudios previos de las obras definitivas. “Permite comprobar cómo una idea germinal acaba convertida en una composición. Demuestro que mi punto de partida no es la realidad. Toda mi pintura es imaginación, ya que no utilizo modelos físicos reales”. Valls hace uso de su memoria visual y se documenta cuando ha de ser preciso con determinados objetos ‘técnicos’, como astrolabios y catalejos. “Nunca trabajo con el objeto delante”, asegura.

Los personajes de sus cuadros, por tanto, tampoco son reales, sino más bien idealizaciones simbólicas de un ánima. “En esta proyección inconsciente es idealizado un tipo de belleza, una expresión con carga emocional y psíquica”. Los protagonistas de las obras son ambiguos, incluso en su manifestación de género, edad, momento histórico, espacio y tiempo. “No quiero que sirvan como arquetipos. Los utilizo para representar conceptos psicológicos profundos que a veces desconozco. Quiero que esos rostros y esas miradas entablen una conversación profunda con el espectador sin dar muchas pistas a través de lo representado en el cuadro. Prefiero que la obra en sí sugiera. El espectador tiene que encargarse del trabajo de percepción e interiorización”.   

“He evolucionado como cualquier ser humano”, afirmaba Dino Valls. “Siempre he pintado un único cuadro. Digamos que mi obra está fragmentada en un gran retablo de muchas piezas distintas. Todo es un continuum”. Una primera visión de sus obras recuerda a los maestros del renacimiento italiano. “Ellos situaron al ser humano bajo un foco distinto. Hasta entonces, había permanecido en un plano simbólico porque no era el protagonista”. En el renacimiento también empezaron a elaborarse los estudios de anatomía que remiten a su concepto de arte. Además, Valls se ha empapado de los pintores primitivos flamencos. “Me fascina su gusto por analizar los detalles de las cosas más cotidianas, la intimidad de las luces, la recuperación de la sombra”.

De vuelta al interior humano, Dino Valls recordaba que no podemos prescindir de ninguna de nuestras partes, tampoco de la más profunda y oscura. “Esa sombra que nos cuesta reconocer es un punto fundamental del proceso creativo, en la pintura, pero también en ciencia e investigación. No aplicar por aplicar conocimiento, sino alcanzar una meta y traspasar fronteras. El inconformismo es intrínseco al ser humano. Por eso hay que integrar la zona más animal y primigenia. Quiero que las miradas capten la esencia de la duda del ser humano de la que todos somos partícipes comunes. El verdadero arte tiene que ahondar en aquello que trasciende el espacio y el tiempo. Como artista, tengo la obligación de llegar a esferas más metafísicas”.

“Creo que habría terminado haciendo psiquiatría o algo que trascendiera la parte física o biofísica”, detallaba el artista. “Ese cuidado por lo racionalmente deductivo que te da una carrera como la medicina me ha convertido en un artista peculiar. El arte viene a desarrollar nuestro lado racional, el otro hemisferio. La dualidad de los opuestos está muy representada en mi obra no como conflicto, sino como sinergia creativa. Necesito esa divagación artística como vía para encontrar el conocimiento interior; la dualidad que funciona en armonía y convierte mi pintura en algo reconocible y singular. Todo tenemos una parte irracional, mucho más amplia que la racional, que deberíamos aprovechar”, concluía Dino Valls.