Sábado, 27 de Abril 2024

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Ismos vacantes, se solicitan apellidos

Por: Augusto Chacón

Ismos vacantes, se solicitan apellidos

Ismos vacantes, se solicitan apellidos

En 1957, Walter V. Scholes publicó Mexican politics during the Juarez regime, 1855-1872, en 1972 el Fondo de Cultura Económica lo editó en español: Política mexicana durante etc. El remate del ensayo de Scholes, extraído de la primera reimpresión de 1976, es eso, el fin de su libro y al mismo tiempo una puerta que el autor deja abierta, una especie de: continuará. Tener la ventaja de estar del lado del teclado permite adelantar conclusiones respecto a la cita traída a colación, por lo que se impone una nota para compartir el porqué. 

Antes de enfrentar la página en blanco que contendría la referencia, hubo, es obvio, la lectura del texto, y esa lectura se dio por supuesto en el contexto, con las manías, necedades, limitaciones y convicciones de quien antes de escribir leyó e interpretó, naturalmente a favor de su pretendido análisis. Aclarar es pertinente porque suelen citarse pasajes que le caen bien al escrito en el que se aluden, sólo que, a veces, al desarrollar el argumento parece que la mención hubiera sido mera muletilla para emprender la escritura o, lo más común, el deseo de untarse prestigio del autor citado y ganar cierta aquiescencia para la reflexión. Así, antes de retomar a Scholes, un poco del ambiente en el que recurrimos a su documento y repasamos subrayados viejos. 

El Gobierno de la República rebosante de problemas potenciados por él mismo, los que es incapaz de mencionar y ni hablar de que los diagnostique con rigor para enfrentarlos. Problemas presupuestales; problemas políticos de gran calado, de los que reducen -más- el capital social, minan -más- a las instituciones, al estado de derecho y convierten al país en hábitat propicio para la corrupción, la impunidad, el crimen organizado y para la violencia, que en este momento queda representada, no combatida, por el poder que ha conferido anticonstitucionalmente a las Fuerzas Armadas. Lo anterior acarrea otro problema, asimismo grande: la administración de López Obrador cava un metafórico agujero ético al mentir consuetudinariamente para defender su proyecto basado en venganzas personales (las que sólo puede ejercer con la banda presidencial ceñida al pecho), en obras que nomás por su ajenamiento de la realidad le parecen pertinentes, en fin, su proyecto sustentado en el autoritarismo que muestra con descaro creciente. El mismo Gobierno de la República que después del huracán “Otis” decidió atender primero y con más tenacidad -es tic nervioso- al primer damnificado del país: el Presidente, que ha establecido que cada suceso pernicioso, del huachicoleo a la pandemia de covid, y sin duda “Otis”, le viene como anillo al dedo; aunque fuera del círculo en el que su narrar cotidiano resulta hipnotizante, se le perciba atascado en el lodo. Así ¿qué queda contenido con el sufijo ismo añadido a su apellido: lopezobradorismo? Una doctrina que no es más que su estilo único de entender lo que significa gobernar y que quiere heredar, entero, a su sucesora y que ella abraza gozosa y acríticamente.

Se ha vuelto inercial identificar a los gobiernos agregando ismo al apellido del titular, con lo que sus modos quedan convertidos, o es el intento, en “escuela”. Sí, cada administración tiene rasgos referidos al Presidente o al gobernador correspondientes, aunque lo ideal sería que adquirieran su marca por el todo implicado en ser cabeza de un Gobierno, no sólo porque rigieron durante un periodo que les gustaría perpetuar ya que ellos con sus allegados se consideran referentes atemporales, así sea nomás para la clase política y su juego de poder. Pero, qué con el país, con el estado, ¿están mejor o peor porque los mandatarios configuran un ismo? Si éste denota una doctrina específica, luego de que ellas o ellos dejen su cargo, lo apropiado será cuestionar en qué condiciones quedan, el marco legal, la relación entre poderes y órdenes de gobierno y su eficacia, junto con la de los organismos autónomos y la de la sociedad civil. ¿Se elevaron o perdieron nivel la calidad de vida de las personas y la justicia?        

Por ejemplo, a estas aturas, ¿qué denotan los vocablos lopezobradorismo o alfarismo? Con esta cuestión volvemos a la postergada cita de Walter V. Scholes, se refiere a los hombres de la Reforma de mediados del siglo XIX, los que delinearon a la República (p. 232): “Sin duda,  alguna lograron su finalidad de circunscribir el poder económico y político de la Iglesia y de introducir las instituciones republicanas, junto con la libertad de expresión y de imprenta. Muchos de los caudillos políticos fueron, probablemente, fervientes creyentes en la filosofía del laissez-faire [denominación para el libre juego del mercado]. Sin embargo, la igualdad ante la Ley, el capitalismo mismo, las elecciones libres y muchas de las otras tesis fundamentales del Programa de Reforma, nunca echaron raíces ni lograron desarrollarse al máximo grado; pero por sobre todo lo demás, México no pudo emanciparse del personalismo en la política.” 

Entonces, luego de describir, someramente, el contexto en el que un libro fue leído, la cita ¿resultó pertinente? Si la respuesta es sí -y también si es no- que cada cual elabore, desde su experiencia y según sus anhelos individuales y sociales, la lista de los elementos objetivos que a su juicio describen a un buen gobernante y, en consecuencia, si ismo aplicado al apellido tiene sentido positivo o negativo. Digamos que pasar, de un sexenio a otro, formas sin fondo social, republicano o democrático, de la mano de transexenales colaboradores que necesitan conservar su estilo de vida, no alcanza para que el sufijo ismo sea considerado un logro político con impacto benéfico, histórico, para la sociedad.

agustino20@gmail.com
 

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