Domingo, 28 de Abril 2024

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Definición del verbo alfarear

Por: Jonathan Lomelí

Definición del verbo alfarear

Definición del verbo alfarear

Mi objetivo al escribir este artículo es el enriquecimiento lingüístico de la comunidad de hablantes nativos de Jalisco, por medio de la descripción y definición lexicográfica de un nuevo verbo: alfarear. Veamos.

De entrada, el alfareo acepta diferentes acepciones. Significa, por ejemplo, salirte de tus cabales inapropiadamente, causando estragos a los más cercanos: “Mi jefe alfareó durísimo, ahora trabajaremos el doble”. Dícese también del que alfarea por “cabezón”, terco u obstinado.

Este verbo también es un “jaliscismo” que enuncia cierta condición del sujeto cuando se inhibe ante la realidad, la manipula o la niega. Por ejemplo: “No quieras alfarear: este asunto aún no está resuelto” (el magnicidio “resuelto” de Aristóteles es ejemplo vivo de esta manifestación). Aquí se toma como equivalente de engañar con gran señorío y cinismo, engatusar hábilmente o falsear con picardía y a conveniencia ciertos resultados. Otra acepción sería: “Déjame alfarear un poquito estas cifras”. En este caso el verbo alude al ajuste o maquillaje de datos objetivos para que nos favorezcan.

Para completar la lección del verbo alfarear hay que enunciar uno de sus rasgos más distintivos: el victimismo. “Cirilo alfarea cada vez que le llaman la atención”. Es decir, se tira para que lo levanten, dirían las abuelas; se hace la víctima, huye hacia adelante. Esta acepción también alude a una postura antipática, en el sentido de falta de empatía, con las verdaderas víctimas.

Ahora, ¿cualquiera puede alfarear? O se necesita alguna cualidad o condición específica. La acepción es generosa y abarcadora: todos podemos alfarear.

Sin embargo, el verbo exige obligatoriamente un sujeto animado y humano. Ni las piedras ni las plantas ni las mascotas pueden alfarear; sólo alfarean los seres humanos. Por tanto, un animal en el sentido literal, no alfarea, aunque en sentido figurado la rusticidad del reino animal favorece el alfareo.

Prosigamos. ¿El alfareo es contagioso? Sí. Hay indicios de que en círculos encapsulados en la ficción del poder es tremendamente contagioso. Sobre todo cuando se desea la aprobación del grupo y el jefe. Obsérvese esta expresión: “El otro día fulano alfareó durísimo, pero el jefe está muy contento”. O esta otra alocución: “Mengano ya alfarea sin que se lo pidan”.

La flexibilidad del vocablo acepta otros usos. Por ejemplo, cuando alguien se coloca en la frontera entre la irritación infundada y la incontinencia emocional: “Alfareó de más”. Es decir, habló de más, y su desparpajo lenguaraz generó consecuencias o críticas.

Otros usos generales para la voz: una persona puede “andar alfareando últimamente” si reúne una o más características de las antes aludidas. También se puede usar el coloquialismo: “Ya dio el alfarazo” cuando se vive en el pasado o se ha perdido el hilo de la realidad. De hecho, una relación puede terminar porque el otro o la otra alfareó: “Te perdono todo, menos que hayas alfareado”.

El verbo alfarear no se trata de un vocablo superfluo. Describe con admirable precisión (y preciosidad) un aciago momento de nuestra realidad local.

La riqueza, complejidad, variedad de matices y su elasticidad lo convierten en una invaluable aportación lingüística de Jalisco para México –como el huevo, el tequila o la cría de cerdo.

jonathan.lomelí@informador.com.mx

Jonathan Lomelí

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