El "chirlo": ¿está mal pegarle a los hijos?

El proyecto de reforma del Código Civil deroga el artículo de donde surge el "poder de corrección" de los padres y lo reemplaza por el deber de "prestar orientación y dirección", prohibiendo el castigo corporal. El debate de los especialistas

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La frase "un chirlo a tiempo puede más que mil palabras" viene pasando de generación en generación, justificando a los padres que aleccionan con un "coscorrón" a sus hijos cuando éstos no les obedecen. Hasta ahora. 

El proyecto de reforma al Código Civil deroga el artículo 278 -que atribuye a los padres la facultad de corregir la conducta de sus hijos menores-  y lo reemplaza por el artículo 647, que establece la prohibición del castigo corporal en cualquiera de sus formas, los malos tratos y "cualquier hecho que lesione o menoscabe física o psíquicamente a niños o adolescentes, pudiendo los padres requerir el auxilio de servicios de orientación a cargo de los organismos del Estado".

Entrevistado por Infobae, el Dr. Pablo Greco –abogado especialista en derecho de familia- se mostró  en contra de la modificación. "No pasa por el hecho que uno se encuentre a favor de la violencia, sino todo lo contrario. Si se prohíbe a los padres que con respeto y moderación corrijan la conducta de sus hijos, se  vulnera la correcta inserción familiar o en sociedad del niño", opinó.

"Parto de la premisa que no es lo mismo corregir la conducta de un hijo que se porta bien, o la de uno que se porta decididamente mal. Si bien las normas regulan conductas humanas, y deben ser interpretadas por el poder judicial, de  la nueva redacción del artículo 647 no quedan dudas que un simple tirón de orejas, un chirlo en la cola o hasta un fuerte grito podría llegar a considerarse una conducta prohibida", sostuvo. "Sin lugar a dudas, se elimina la figura de los padres como autoridad dentro del ámbito familiar."

El letrado indicó que ésto no solo cambia la costumbre de décadas o tal vez siglos de educación paterno filial, sino que en aquellas familias en que los padres se encuentran separados o divorciados, puede haber un abuso reciproco de las denuncias por violencia doméstica: un simple o mínimo correctivo del padre hacia el hijo puede llevar a que el otro presente una denuncia en su contra. "En este caso, el padre corrector terminaría siendo  responsable y denunciado en una causa por violencia familiar", advirtió.

Por el contrario, la Dra. Ana Rozenbaum de Schvartzman, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Internacional, se manifestó en desacuerdo con que los chicos reciban golpes o cualquier tipo de maltrato para que hagan caso y se refirió a la modificación como "una medida de mucho sentido común".

Respecto al chirlo, la especialista lo tildó de "humillante", "sometedor" y que "se encuentra muy lejos de ser educativo". "Se les puede indicar de muchas otras maneras cuando hacen algo equivocado. Se los debe considerar un sujeto aunque sean pequeños", explicó en diálogo con Infobae. "Después de un chirlo el menor se siente irritado, humillado y avergonzado. Esto va delineando una personalidad a futuro con esas características: alguien  temeroso, inhibido, que también puede identificarse con el agresor y convertirse en violento".

Rozenbaum de Schvartzman recomendó poner límites a través de las palabras, empleando un discurso adecuado o dando un buen ejemplo. "Si un niño mete los dedos en el enchufe hay que sentarse a explicarle lo peligroso que es lo que hizo. Los chicos no son ni tontos ni sordos, ellos entienden", indicó.

Infobae también entrevistó a la médica pediatra y psicoanalista especialista en niños y adolescentes, Felisa Lambersky de Widder quien sostuvo que los límites deberían ser indicados con amor y sin violencia pero con un tono muy firme que no de lugar a dudas. De este modo, el niño comprende la orden  sin necesidad de apelar al castigo corporal: cuanto más firme el tono, más creíble es para el niño.

"El chirlo surge cuando el adulto -al no saber qué hacer frente a una situación- se enoja, no puede hablar, se siente impotente y ese sentimiento lo lleva al acto de pegar. Ese adulto cree que así resuelve la situación", explicó Lambersky de Widder.

"No es aconsejable tomar su cuerpo como objeto de castigo para educar: el chirlo no educa, solo constituye la expresión del desborde por impotencia. La palabra, el diálogo o ciertas restricciones de cuestiones que les gustan a los chicos son más favorables para la educación, siempre y cuando se pueda sostener el límite impuesto y cumplirlo sin temor", finalizó.