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La achirana del Inca

Sobre el blog

Luis Luján Cárdenas
Sociólogo y Periodista, Magíster en Administración, especialista en Comunicación para el Ecodesarrollo, articulista en diversos medios escritos de Perú.

Temas

  • achirana Inca
    Óleo de Enrique Muñante Román.

El agua no solo es vida, también es amor. Por ella se han tejido muchas leyendas e historias. En Perú existe un largo canal de regadío en una zona desértica de la costa del Pacífico, construido gracias al amor no correspondido de acaso el más grande jefe conquistador del imperio incaico, cuyo reino se extendió por varios países de América del Sur.

El destacado escritor peruano Ricardo Palma (1833-1919), en su libro Tradiciones Peruanas, cuenta la interesante leyenda de ‘La Achirana[1] del Inca’. «En el año 1412, 120 años antes del arribo de los españoles, el Inca Pachacútec[2] en compañía de su hijo el príncipe Yupanqui y de su hermano Cápac Yupanqui, emprendió la conquista del valle de Ica, a unos 300 kilómetros al sur de Lima, cuyos pacíficos habitantes no carecían de esfuerzo y elementos para la guerra.

El Inca con miles de guerreros fuertemente armados propuso a los pacíficos iqueños que se sometiesen a su paternal gobierno. Al llegar al lugar denominado Tate, cuya propietaria era una anciana a la que acompañaba su bellísima hija, llamada Chumbillaya, el conquistador creyó que también sería fácil su conquista, pero ella que amaba a un galán de la comarca, tuvo la energía necesaria para resistir a los enamorados ruegos del omnipotente soberano, al cual se rendían numerosos reinos, no solo por la fuerza de las armas, sino porque era el hijo del sol.

Al ver perdida la esperanza de ser correspondido, decidió dejarla en paz y otorgarle la merced que le pidiera, en recuerdo del amor que le inspiró. “Nada debo pedirte”, contestó la bella indígena, “quien dones recibe obligado queda; pero si te satisface la gratitud de mi pueblo, ruego que des agua a esta comarca. Siembra beneficios y tendrás cosechas de bendiciones”. Y así cautivó con sus palabras al noble soberano, quien le propuso esperar diez días para ver realizado el sueño de la comunidad.

Y el caballeroso monarca subió al anda de oro que llevaban en hombros los nobles del reino y continuó su viaje triunfal. Cuarenta mil hombres del ejército Inca durante diez días abrieron el cauce que lleva del Molino y del Trapiche y termina en Tate, heredad de la doncella que deslumbró al monarca».

Este canal de regadío inca con más de 500 años de antigüedad, con sus 30 kilómetros de largo, que nace en la cuenca del rio Aqu Mayu, riega actualmente más de 10 mil hectáreas de cultivos en el departamento de Ica, acaso la mayor localidad agroexportadora de Perú. Alrededor de 105 países gozan de sus paltas, espárragos, mandarinas, dátiles, pallar y uvas, estas últimas traídas por los españoles y que se transforman en el espirituoso pisco, bebida de bandera nacional conocida por el exquisito coctel pisco sour. Los incas tomaban chicha de maíz.

[1] Achirana, en quechua: “lo que corre limpiamente hacia lo que es hermoso”

[2] En quechua “el que cambia el rumbo de la tierra”. Eximio militar cusqueño que creó el gran imperio del Tahuantinsuyo y proyecto la sétima maravilla del mundo: Machu Picchu.