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POR MANUEL VIVAS MUÑOZ, escritor diletante 

Ha pasado tiempo desde que la crisis sanitaria por la cocid-19 nos privara a todos de tantas cosas cotidianas que, con anterioridad, las veíamos normales y hasta necesarias para tratar de llevar una vida que te confortara y mereciera la pena. Yo he sido uno más de todos aquellos que han tenido la posibilidad de confinarse en el campo, buscando dar de lado a los riesgos de la pandemia en el día a día de una ciudad, aunque reconozco, que esta decisión ha tenido también la parte negativa de verte imbuido por la rutina y decadente estado de ánimo al no socializar lo suficiente y, sobre todo, no disfrutar como de costumbre callejeando mi ciudad, Jaén, a la que tanto adoro.

Así pues, decidí que ya era hora de retomar los hábitos pasados, refrescar mis ánimos e inquietudes y que mejor manera para comenzar que inscribiéndome a una visita guiada para conocer el barrio de “El Almendral”, a raíz de su reciente embellecimiento por iniciativa vecinal y que organizó la Asociación de Vecinos “Entre Cantones” y la empresa de turismo “Sienten Xauen”.

El Almendral no era del todo desconocido para mí, lo había transitado por algunas de sus principales calles que sirven de conexión entre la Carrera de Jesús y la Carretera de Circunvalación, para acortar camino en algunos de mis paseos hacia el Castillo de Santa Catalina o el incomparable paraje boscoso del Neveral. Siempre llamó mi atención la estratégica ubicación que tiene este barrio, asentado en la encrucijada de un viejo arroyo, cuyas calles y viviendas han sabido adaptarse con armonía a las empinadas y agrestes laderas del Cerro de Santa Catalina y Cerro del Tambor. No es un barrio que tenga demasiada antigüedad e historia, pero puede presumir de un gran encanto y de ser un excepcional mirador hacia la Catedral, en su plano frontal, y al Castillo de Santa Catalina que se alza vigilante en las alturas desparramando hacia sus aledaños varios lienzos y torres de la antigua muralla árabe que defendía la ciudad. Por entonces, debió ser un territorio despoblado pero con un paisaje poético y evocador, sembrado de almendros que más tarde darían nombre al barrio. Canto de ruiseñores, jilgueros y golondrinas inquietas, como clama uno de sus murales; escenario de antiguas asomadas y luchas raciales, de heroicas celadas entre moros y cristianos arengadas a toque de tambor para hacerse con el Castillo.

Pero volviendo a la visita, he de reconocer que no me dejó indiferente, es más, superó con creces las expectativas que había imaginado. Viví y pude compartir momentos inolvidables. Descubrimos todos los asistentes un barrio con otros ojos, los ojos de Noelia Castilla, nuestra guía, y de Manuel Aguilar, miembro de la asociación vecinal entre otros; supieron tratarnos con afecto, orgullosos de mostrarnos su barrio y el quehacer creativo de sus vecinos para que nos sintiéramos como en nuestra propia casa. Nos llevaron por todo un entramado de calles muy tranquilas, escrupulosamente limpias y bellamente engalanadas en cada una de sus esquinas o rincones, plazoletas, paredes ventanas y balcones, con flores en bonitos y originales maceteros, pequeñas obras de arte y llamativos murales  pintados por los artistas jiennenses Mónica Gómez y José Ríos, ensalzando valores humanos, concordia y no violencia, respeto a la naturaleza y el medio ambiente…Toda una extraordinaria iniciativa vecinal que, según nos contaron, nació en plena pandemia cuando muchos de sus vecinos comenzaron a conocerse realmente, a ayudarse entre sí y aunar voluntades para revitalizar todo un barrio emblemático de Jaén, decorándolo con gusto para hacerlo bonito e ideal para vivir, pero por encima de todo, hacerlo amable y atractivo para ser visitado por el resto de vecinos de Jaén y turistas. Después del trabajo emprendido y bien hecho hasta el momento, es justamente eso lo que esperan ahora todos sus vecinos, conscientes de que aún queda mucho por hacer.  Merece la pena una relajada visita, porque el barrio de “El Almendral”, situado a los pies del Castillo de Jaén, es muy acogedor y va camino irreversible de convertirse en un museo popular al aire libre.