Bebé durmiendo con su madre©AdobeStock

Salud

Qué son las crisis de estremecimiento y por qué es tan importante su diagnóstico

Las crisis de estremecimiento representan un 5% de los conocidos como Trastornos Paroxísticos No Epilépticos (TPNE) y pueden ser confundidas con ataques de epilepsia. Te contamos qué son y cómo identificarlas.

Los Trastornos Paroxísticos No Epilépticos (TPNE) son episodios que parecen ataques de epilepsia, pero no lo son. Lo que les diferencia es que no son provocados por una alteración eléctrica cerebral y que no precisan tratamiento. El doctor Diego Lario, especialista en neuropediatría, nos detalla un poco más: “Las crisis de estremecimiento son un tipo de trastornos de movimiento clasificado dentro de los trastornos paroxísticos no epilépticos. Son una manifestación poco frecuente en la consulta. Tienen una incidencia baja, representando un 5 % de todos los TPNE y se presentan en el primer año de vida mayormente”.


Qué las diferencia de los ataques de epilepsia

Uno de los grandes problemas que presentan las crisis de estremecimiento, y que hace más difícil su diagnóstico es que, a pesar de conocer los síntomas y características clínicas, no son fáciles de diferenciar de un ataque de epilepsia. Normalmente, su aparición es brusca, el bebé presenta temblores de forma inesperada y su duración es breve, pero al ocurrir a niños tan pequeños crean una gran angustia e incertidumbre a los padres.

Su origen puede deberse a enfermedades cardiovasculares, trastornos del sueño, del comportamiento o del movimiento, o a TPNE por hipoxia cerebral. Aunque, según nos cuenta el doctor, concretamente la causa de las crisis de estremecimiento, suele ser desconocida. “Las manifestaciones son episodios en los cuales hay movimientos de temblor fino como escalofríos, que se presentan sobre cabeza y miembros superiores. Se pueden repetir muchas veces en el día, en lo que en términos médicos se denomina salvas (una sacudida tras otra). No se acompaña de pérdida de conciencia, cambios de coloración u otra manifestación, son de duración muy breve y el neurodesarrollo del niño es normal en su evolución”, explica el doctor Lario.

Bebé abrazado a su madre©AdobeStock


Cómo diagnosticar una crisis de estremecimiento

Las crisis de estremecimiento suelen tener un buen pronóstico, son autolimitadas y desaparecen a medida que el niño crece. “En general la observación de los episodios es muy orientativa, aunque se plantea diagnóstico diferencial con epilepsias, principalmente síndrome de West y mioclonías del lactante”, afirma el doctor Lario. Algunos de los TPNE más conocidos son la migraña, las crisis febriles, el síncope vaso-vagal o los espasmos del llanto, entre otros. Pero quizás, los menos conocidos, y los que más pueden confundirse con las crisis de estremecimiento, son los dos trastornos nombrados por el doctor: el síndrome de West y las miclonías benignas.

Síndrome de West

En un 85% de los casos comienza por espasmos, de ahí que pueda confundirse una crisis de estremecimiento con este trastorno, en una primera instancia. Pero la gran diferencia es que este síndrome, el cual se desarrolla durante el primer año de vida, sí presenta un freno en el desarrollo psicomotor. La mayoría de los niños tienen secuelas graves como epilepsias severas, retraso mental… Y, aproximadamente en el 10% de los casos, tienen una vida normal.

Mioclonías benignas del lactante

Pueden aparecer durante los primeros 12 meses de vida del bebé, aunque es más frecuente que surjan entre los 3 y 9 meses de edad. Su causa es desconocida y los síntomas son muy aparatosos, y pueden asustar mucho a los padres, ya que se presentan con crisis parecidas a los espasmos infantiles. Flexiones y rotaciones de cuello, brazos en extensión… pero sin alterar la conciencia.

Suelen darse cuando el niño está realizando cualquier actividad cotidiana y todas las pruebas neurológicas y de desarrollo motor son normales. Su evolución natural es que a los 3 meses de aparecer vayan disminuyendo hasta que, a los 3 años, como máximo, hayan desaparecido por completo. Todos los niños que padecen este trastorno pueden tener algún pequeño problema de conducta o aprendizaje, pero su evolución y desarrollo intelectual y lenguaje suele ser normal.


Un buen diagnóstico es determinante

Para una mayor certeza del diagnóstico es fundamental la realización de algunas pruebas complementarias concluyentes. “Suele necesitarse la realización de neuroimágenes, electroencefalograma entre otras pruebas, a fin de establecer diagnóstico. Esto es muy importante ya que este problema no requiere tratamiento farmacológico y la explicación a la familia también es fundamental. Con el transcurrir de los meses desaparece, pero siempre es importante controlar el neurodesarrollo del niño, aunque su evolución no se asocie a otras formas de epilepsia”, asegura el neuropediatra.

Por todos estos motivos, se hace imprescindible conocer e identificar cuáles son los distintos trastornos paroxísticos no epilépticos por los profesionales y, a su vez, informar a las familias para así conocer también de su existencia y características clínicas. Esto puede evitar tratamientos no necesarios y preocupaciones extras para los padres. Tranquilizar al núcleo familiar es fundamental y dejarles clara la benignidad de las crisis de estremecimiento, así como que su evolución es desaparecer por completo en el transcurso de los meses.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.