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Maria en los escritos de San Juan Damasceno

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Maria en los escritos de San Juan Damasceno

Por P. Félix López, SHM

    Juan nació de una familia de origen árabe alrededor del año 680 en la ciudad siria de Damasco (de ahí su sobrenombre), y fue bautizado en su infancia. Su padre le buscó un tutor erudito que le instruyera. Más tarde, un monje llamado Cosme le enseñó gramática, lógica, aritmética, geometría y teología.

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     Sucedió a su padre en su oficio de responsable económico del Califato. En la corte podía llevar libremente una vida cristiana y se hizo notable por sus virtudes, especialmente por su humildad. Sin embargo, muy pronto, insatisfecho de esta vida, escogió la vocación monástica, repartiendo todos sus bienes entre los pobres, y entrando en el monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén. Era alrededor del año 700. Sin alejarse nunca del monasterio, se dedicó a la ascesis y a la actividad literaria, compilando y ordenando los escritos de otros autores, sin desdeñar tampoco la actividad pastoral, de la que dan testimonio sus numerosas Homilías.

    San Juan pasó su vida entera bajo el gobierno de un califa mahometano, y este hecho muestra el extraño caso de un Padre de la Iglesia cristiana protegido de la actuación de un emperador hereje, cuyos errores podía atacar impunemente al vivir bajo el gobierno musulmán. Así que, con esta libertad, pudo rebatir, a través de tres Discursos, al emperador de Constantinopla León el Isaúrico, que dispuso prohibir el culto a las imágenes. Estos Discursos fueron también el motivo principal de la rehabilitación y canonización del propio Juan por parte de los Padres ortodoxos convocados al segundo concilio de Nicea (787). Otro tratado importante del autor es De la fe ortodoxa, considerado en las cuestiones teológicas como la máxima autoridad en teología entre los griegos, y que viene a suponer para las escuelas orientales lo que la Summa de santo Tomás de Aquino llegó a ser para el Occidente. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1890 por el Papa León XIII.

    En su doctrina mariana, el Damasceno trata los temas comunes que la fe cristiana proclama sobre la Madre de Dios: su virginidad perpetua, su predestinación, las figuras del Antiguo Testamento que se refieren a Ella. Sus escritos sobre la Asunción de María han tenido particular importancia. De hecho, el Papa Pío XII cita a S. Juan Damasceno en la Bula Munificentissimus Deus como un testigo de la Tradición que defiende este dogma mariano.

Para él, toda la concepción y el nacimiento de María han estado tocados por la gracia, exentos de todo pecado. Ella es el nuevo cielo que Dios se ha creado para nacer de él: «Este cielo (María), es claramente mucho más divino y asombroso que el primero. Aquel que creó el sol en el primer cielo, nacería de este segundo cielo como el Sol de Justicia» (Hom. sobre la Natividad, 3).

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    Sus tres homilías sobre la Dormición de la Virgen revelan la importancia excepcional que la doctrina del Damasceno ha tenido para el desarrollo del dogma de la Asunción. Afirma explícitamente la verdad de la Asunción corporal de María al cielo: «Aunque tu santísima y bendita alma fue separada de tu cuerpo feliz e inmaculado de acuerdo con el curso normal de la naturaleza, y aunque fue llevado a un sepulcro, no permaneció bajo el dominio de la muerte, ni fue destruido por la corrupción. Ciertamente así como su virginidad permaneció intacta al dar a luz, así también su cuerpo, incluso después de la muerte, fue preservado de la descomposición y fue trasferido a una morada mejor y más divina. Allí ya no está sujeto a la muerte y permanece por todas las edades» (Hom. I sobre la Dormición).

    El Damasceno atribuye a María un papel excepcional como Mediadora en el plan de salvación: «A través de Ella, la larga contienda con el Creador ha sido cancelada. A través de Ella, la reconciliación entre nosotros y Él ha sido ratificada. Gracia y paz nos han sido dadas, de tal manera que los hombres y los ángeles están unidos en el mismo coro, y nosotros, que habíamos sido dignos de desprecio, hemos llegado a ser hijos de Dios.

    De Ella hemos vendimiado la uva de vida; de Ella hemos recogido la semilla de inmortalidad. Por nosotros, Ella se hizo Mediadora de todas las bendiciones; en Ella Dios se hizo hombre y el hombre se hizo Dios» (Hom. 2 sobre la Dormición, 10).

    Para terminar, S. Juan Damasceno nos invita a tener una gran devoción a María, porque a través de Ella recibiremos a su Hijo divino: «Si nos abstenemos de los vicios pasados y amamos las virtudes con todo el corazón, tomándolas como nuestras compañeras en la vida, la Virgen visitará frecuentemente a sus siervos, trayéndoles todo tipo de bendiciones. Vendrá acompañada por Cristo, su Hijo, Rey y Señor de todos, que habitará en nuestros corazones» (Hom. 2 sobre la Dormición, 14).

©Revista HMagazine nº217 (noviembre-diciembre 2020)

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