La Encamisada de Estercuel y el poder purificador del fuego

El registro más antiguo de la fiesta, que se celebra para agradecer a San Antón que librara a la localidad de la peste, data de 1892, aunque su origen se desconoce.

Cada año, en torno al 17 de enero, el día de San Antón, Estercuel recuerda y celebra cómo la localidad turolense, gracias al santo, se libró de la peste que azotó a los pueblos vecinos. Así cuenta la tradición oral el origen de la Encamisada, una procesión que se realiza durante los Sanantones y cuya fecha inicial se desconoce.

La leyenda se sustenta en un texto histórico que data de 1892, siendo esta la referencia más antigua hallada sobre esta celebración. Como la mayoría de las tradiciones populares, leyenda e historia se complementan para mantener, año tras año, una fiesta que gira en torno a la figura del fuego y que implica a toda la localidad, bajo la organización de los conocidos como fiesteros y fiesteras.

Con los años, alrededor de la procesión, acto principal, se han ido desarrollando otras actividades festivas hasta consolidar la fiesta de los Sanantones y la Encamisada como un fin de semana repleto de actos. A los más tradicionales se han sumado otros más actuales, como las cenas en cuadrilla alrededor de la hoguera y el baile del sábado por la noche en la plaza.

De táctica militar a procesión nocturna. Para su fiesta de los Sanantones, celebrada siempre el fin de semana más próximo al 17 de enero, Estercuel ha adaptado las encamisadas propias del siglo XVII al episodio de la peste vivido en la localidad.

Así, de esta táctica militar que consistía en atacar por la noche a las tropas enemigas por sorpresa y vestidos con camisas sobre la armadura para pasar desapercibidos, se ha mantenido la incursión nocturna a caballo por las calles del municipio con hachas, en este caso antorchas prendidas.

A su paso, los vecinos, iluminados por la docena de hogueras que salpican la localidad, se distribuyen por las calles para ver la procesión, que parte a las ocho de la tarde del sábado desde la plaza de la Iglesia. De su organización, así como del resto de actos de las fiestas, se ocupan los fiesteros, vecinos del pueblo que se encargan de mantener viva esta tradición año a año.

Estos fiesteros se reparten varios papeles según su edad y autoridad, como la figura del procurador, adoptada por la persona de mayor edad de entre todos los que forman la comitiva e identificado por portar un sombrero con plumas. También están el rey, el conde y los mayorales, que sirven de asistentes durante la procesión y otros actos.

Foto de la Encamisada de Estercuel
Foto de la Encamisada de Estercuel
@José Antonio Abad

Con el tiempo, algunos de estos actos se han ido adaptando a épocas más actuales. Es el caso de la conocida como ‘llega’, una recolecta de productos casa a casa por todo el pueblo el domingo por la mañana, tras la noche de las hogueras. Antiguamente se ofrecían orejas o patas de cerdo, mientras que hoy se recogen las donaciones económicas de los vecinos que sirven para sufragar la fiesta. Eso sí, no faltan el café, las pastas y los licores para hacer más ameno el trabajo de recolección a los fiesteros.

Emoción y solemnidad a la lumbre de las hogueras. Otros actos, como la procesión de la Santa Encamisada se tratan de mantener de la forma más fiel posible a la tradición. Así, al atardecer, la comitiva recorre las calles iluminadas solo por hogueras y sus antorchas, en una procesión emocionante y solemne. El procurador a la cabeza, acompañado por el rey, el conde y los mayorales se abren paso a caballo, vestidos de capa y sombrero negro. Les seguirán los ediles y, después, el resto del pueblo.

También fiel a la tradición perdura la misa mayor del domingo, una misa baturra que en tiempos tuvo tintes de dulzaina, así como la bendición y posterior reparto de panes benditos, o el traspaso de poderes de los siete fiesteros salientes a los entrantes, es decir, quienes organizarán la Encamisada el siguiente año.

Pero no todo es solemne en las fiestas de San Antón de Estercuel. El sábado por la noche, la carne, las morcillas, los chorizos y otras viandas características de la producción local arden a la brasa para la posterior degustación de las cuadrillas.

El frío no tiene cabida en esta celebración, pese a las bajas temperaturas que esta localidad turolense experimenta en pleno mes de enero. De contrarrestarlas se encarga el fuego de las hogueras o tederos, a cuya vera se sientan los vecinos a compartir la cena con amigos y familiares.

Unas quince hogueras se reparten por el pueblo y, además de servir para calentar el cuerpo y para asar la cena, tienen premio si se hacen con esmero. Y es que otro de los actos incorporados a la tradición más solemne es el concurso en el que se premia la aliaga más grande y la hoguera mejor formada.

El fuego purificador y nexo de unión. La vinculación del fuego con la fiesta y la tradición es indiscutible en Estercuel. Tanta es la importancia que se le da a este elemento que la localidad cuenta con su propio Centro de Interpretación del Fuego y la Fiesta.

Situado en las antiguas cuevas del castillo, el centro dedica una de sus tres secciones a la Encamisada, donde el papel purificador y mágico del fuego es fundamental. En este espacio, el visitante puede conocer, a través de una maqueta, el recorrido que se realiza durante la procesión, así como las calles y plazas donde se colocan hogueras y el resto de puntos clave de la localidad durante los Sanantones.

Además, el centro cuenta con otras dos secciones: una que profundiza sobre la evolución y los usos de este elemento, que sigue siendo fundamental para las actividades domésticas y agrícolas. La tercera dedica un espacio al fuego en las manifestaciones festivas.

La ubicación del centro de interpretación no puede ser más acorde con el simbolismo del fuego. Las cuevas del antiguo castillo son un lugar mágico, empleado posteriormente como bodegas y donde todavía se conservan algunos utensilios para hacer vino. De hecho, contar con este atractivo espacio dio pie, en parte, a la creación de este museo.

Pero sin duda, la tradición de la Encamisada y la determinación de los vecinos de no olvidar su pasado y de mantener viva la historia del pueblo son el motor principal. Un motor humano que, con el fuego como nexo de unión, ha llevado a esta localidad de apenas 200 habitantes de la comarca de Andorra-Sierra de Arcos a mantener, siglos después, una de las pocas encamisadas que se conservan en España.

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