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Ha pasado medio siglo desde su muerte y cada vez que una actriz pisa una alfombra roja dejando caer sus ondas al agua sobre el rostro, el referente de Veronica Lake vuelve a nuestra mente. La diva del cine de los años 40 hizo de su 'Peek-a-boo bang' (algo así como 'mirar tras la mirilla', en referencia al mechón que cubre el ojo) uno de los peinados más imitados y deseados de todos los tiempos y quizá el más icónico del Hollywood dorado. Nacida como Constance Frances Marie Ockelman y bautizada como Veronica Lake por un productor que comparó el color de sus ojos con el de un "profundo lago azul", la actriz convirtió su look en su mejor baza para triunfar en la gran pantalla. Un detalle que la hacía parecer tan enigmática como glamoursa y sexy. Cóctel explosivo que haría de ella una de las mujeres más deseadas de la época, pero también de las más desdichadas.

Como casi todas las fórmulas que funcionan más allá del tiempo y el espacio, el peinado surgió por casualidad. Según contó ella misma en su biografía, durante una prueba de cámara de la película Vuelo de águilas su cabello no dejaba de caer sobre su ojo amenazando su papel en el filme, pero lo que podría haber sido un problema fue, en realidad, lo que convenció al productor Arthur Hornblow. "Él tenía experiencia y sabía que ese peinado era algo de lo que la gente hablaría", escribió la actriz. No solo no se equivocaba, sino que hasta el gobierno tuvo que intervenir para frenar la locura desatada por el pelo de Lake.

veronica lake
John Kobal Foundation//Getty Images

En plena Segunda Guerra Mundial, las trabajadoras de las fábricas de armamento sufrieron todo tipo de accidentes por copiarle el peinado a la actriz. Reducir su campo de visión por imitar el flequillo más icónico del momento provocaba que acabaran con el pelo enredado en la maquinaria o víctimas de cualquier problema imaginable derivado de un campo de visión reducido. Tal fue el revuelo que el Departamento de Guerra de los Estados Unidos pidió ayuda a Paramount para frenar la locura por el peinado de Lake. El resultado fue lamentable: la actriz se cortó el pelo y grabó un anuncio sobre peinados adecuados para ir al trabajo en mitad de una guerra. Su carrera no volvió a ser la misma: la gente quería ver a la femme fatale de las misteriosas ondas doradas. A aquella que fue encumbrada por sus papeles en películas como Los viajes de Sullivan, Me casé con una bruja o La dalia azul, a pesar de que ella misma jamás quiso ser actriz.

veronica lake
Eugene Robert Richee//Getty Images

Siendo una niña Lake perdió a su padre, que falleció víctima de un accidente laboral cuando ella tenía nueve años, y dicen que desde entonces jamás se recuperó. Diagnosticada con esquizofrenia paranoide, según contó su madre, el problemático carácter de la actriz siempre la persiguió. "La vida es demasiado corta para hacer dos películas con Veronica Lake", dijo de ella su compañero de reparto en Los viajes de Sullivan, Joel McCRea, poniendo voz al sentir generalizado de una industria en la que cada vez más actores se negaban a trabajar a su lado.

La lista de los que pasaron por su cama, sin embargo, fue mucho más larga: Aristoteles Onassis, Marlon Brando, Gary Cooper o John F. Kennedy, por citar algunos, fueron amantes de una mujer que no tuvo pelos en la lengua al reconocer que utilizaba el sexo para medrar en la industria. Conocidas eran sus orgías y su desmedido consumo de alcohol, una adicción que acabaría con su vida con apenas 50 años de edad y en la más absoluta soledad: ni su madre ni sus cuatro hijos (fruto de dos matrimonios fallidos, aunque se casó hasta en cuatro ocasiones) acudieron el funeral.

Después de que el público le diera la espalda tras protagonizar sonados divorcios, abortos y hasta una demanda por abandono de su madre, Lake había pasado sus últimos años en su ansiado anonimato. Estuvo ingresada en un psiquiátrico y sobrevivió trabajando en una tienda de ropa y en el bar de un hotel de Nueva York después de haber dilapidado la fortuna que cosechó como actriz. Un trágico final para una diva que medio siglo después de su muerte sigue generando tanta fascinación como el incombustible peinado que hoy emulan Jessica Chastain o Nicole Kidman.