Los rodeos y la repetición de palabras, también conocida como tautología, es un síntoma de que la redacción no marcha como debe.

La claridad es una virtud porque es comunicación y la comunicación clara y concisa se entiende mejor. Comprendamos que no es un fin sino un medio, un medio por el cual podremos explicar nuestras ideas para que se entiendan bien, y para que se entiendan bien debemos entenderlas nosotros antes, una vez escritas. José Ortega y Gasset decía que la claridad es la cortesía del filósofo.

Siempre leeremos en voz alta lo que hemos redactado para que nuestro oído capte el fluir de las frases en un párrafo y para que descubramos si tienen sentido o si las ideas no han quedado plasmadas con precisión.

No mareemos al lector con excesiva información, le daremos solo la justa. No siempre es culpa del lector cuando no entiende; a veces el culpable es el escritor. Casi siempre.

No repetiremos palabras innecesariamente

La repetición de palabras en un párrafo es un problema de estética. El abuso de una palabra la convierte en un tic, casi en un latiguillo. Trate de evitarlo. Si sospechamos que repetimos una palabra más de lo necesario, con el procesador de texto podremos comprobarlo en segundos. Busque sinónimos o voces afines y reescriba la frase y rodee la palabra.

La importancia de escribir con corrección

Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero las escritas se pueden leer y releer. Todo error sintáctico, semántico y gramatical queda blanco sobre negro, evidencia de la ineptitud y falta de cultura del autorLa precisión, la palabra justa, la idea bien expresada, darán a nuestros escritos esa claridad que el lector necesita para no tener que leer nuestro escrito varias veces. Cuando un editor me pregunta que cuántas palabras tiene mi manuscrito, siempre contesto lo mismo: las justas. Ni una más, ni una menos.

Antes de enviar un escrito es imprescindible dejar que descanse un rato – unos minutos, una hora. Después hay que repasarlo para detectar errores gramaticales, sintaxis dudosa, repeticiones, para hacer recortes y emplear las palabras justas. Ahora, si el escrito es, por ejemplo, una carta de amor, todo cambia y aquí vale todo: repeticiones, símiles tontos, metáforas absurdas.  Nunca nos fiaremos de nuestra sapiencia y experiencia en la redacción. Un poco de humildad viene siempre bien.

 

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