Dos tontos todavía más tontos

14/11/2014 | 17:52

 

 

Por @tamara_vazquez

Para alguien que ha visto Dos tontos muy tontos unas cincuenta veces (y me quedo corta) la secuela que los Farrelly estrenan veinte años después sería, casi obligatoriamente, decepcionante. Fui al pase de prensa con esta idea en la cabeza. Me acomodé en la butaca y esperé pacientemente a que las luces se apagaran tratando de controlar la emoción que sin embargo me producía volver a ver a Harry y a Lloyd. Guardaba la esperanza de encontrarme con una secuela de las buenas, donde el paso del tiempo estuviera justificado, que hiciera guiños a la cinta original y que mantuviera aquella frescura inocentona que nunca, nunca me cansé de parodiar. Y entonces empezó la película...

...y cuando más temía que la decepción se apoderase de las dos horas que tenía por delante... van Harry y Lloyd y hacen esto... ¡y consiguen redimirse por completo!

"Periquitooooo, periquitoooo, ¿sabes decir 'periquito'?"

Lloyd ha pasado los últimos veinte años internado en un hospital psiquiátrico fingiendo que el shock causado por el rechazo de Mary Swanson (la indómita señorita Samsonite) le hizo entrar en estado comatoso. No es más que otra de sus bromas para reírse de Harry y la tontería hiperbólica que da el pistoletazo de salida a una de las secuelas más esperadas del género cómico: Dos tontos todavía más tontos. En esta ocasión, los coleccionistas de lombrices emprenden un viaje para encontrar a la hija de Harry, un periplo que les llevará hasta un congreso científico donde están reunidas las mentes más brillantes del mundo.

El estreno de Dos tontos muy tontos, en 1994, recaudó cerca de 250 millones de dólares y hoy en día es una película considerada como un clásico de culto. Somos muchos los que, a fuerza de verla con amigos y familia una y otra vez, hemos interiorizado buena parte de aquellos diálogos ("No tendrá por casualidad una taza de agua caliente, ¿verdad?") y los que, no sin cierta vergüenza llegados a una edad, reconocemos que esta película es uno de nuestros placeres culpables. De hecho, según cuenta el propio Jeff Daniels, hombres de negocios hechos y derechos le paran en los aeropuertos para confesarle que Dos tontos muy tontos sigue siendo su película favorita.

Peter y Bobby Farrelly nunca dejaron de hablar de una posible secuela y todos los que participaron en la primera entrega pensaban que veinte años sería la fecha perfecta para volver a intentarlo. El reto ahora no era superar a la primera película, sino igualarla y, sobre todo, crear una segunda parte que no decepcionara a la legión de seguidores. Para esto recuperaron a algunos de los personajes clásicos (como Billy, el niño ciego cuyas dos frases le hicieron recordadísimo entre los fans) y añadieron a otros como los padres y, evidentemente, la hija de Harry (un Jeff Daniels que, por cierto, es capaz de bordar el papel de tonto más tonto del mundo y, al día siguente, transformarse en el inteligentísimo Will McAvoy de la serie The Newsroom, qué grande...).

Para el desarrollo de la trama principal, ficharon a actores suficientemente conocidos por el gran público, como la icónica Kathleen Turner (que ya había coincidido con Jim Carrey en Peggy Sue se casó, en 1986), Laurie Holden (Andrea, en The Walking Dead) o Rob Riggle (el subyugado dentista de Resacón en Las Vegas). La hija es Rachel Melvin, que apareció en tres episodios de la serie Héroes (Annie) y que es popular en Estados Unidos por su papel en la soap opera de la NBC Days of Our Life.

"Adiooooooós, mi amooooooooooooooooor!!!"

Pero el verdadero desafío no eran ellos, sino Jim Carrey, Jeff Daniels, la historia y, sobre todo, los gags. Y es por estos últimos por los que se juzgará a una película que, como decía al principio, ya de antemano llega a los cines bajo la sospecha de que será infinitamente peor que la primera. ¿Y qué opino yo, que soy la primera que deseaba una continuación y que, fiel como soy a Dos tontos muy tontos, contaba con salir del cine bastante desilusionada? Pues que afortunadamente no es la estafa que podría haber sido, pero que tampoco será tan memorable como la comedia con la que los Farrelly debutaron en la gran pantalla.

No quiero adelantar nada, pero da la sensación de que en esta ocasión los hermanos han construido su nueva película sin quitarle el ojo a Dos tontos muy tontos. En lugar de pensar en sorprender a su público manteniendo ese aire de tierna ingenuidad, parece que ellos y sus colaboradores escribieron el guion atendiendo a qué esperarían ver los fans. Y, aunque en la mayoría de los casos la fórmula funciona (tiene unas cuantas chorradas con las que me reí a carcajadas), hay otras veces en las que el chiste se ve forzado y -lo que más me chirrió- en las que la broma resulta sórdida para el estilo que Harry y Lloyd tenían hace veinte años (hubiera sido diferente si habláramos de Roy Munson e Ishmael en Vaya par de idiotas). Porque, como explica el productor Charles B. Wessler, el concepto básico de Dos tontos muy tontos es emotivo e inocente: "Lloyd y Harry son demasiado mayores para ser tan estúpidos y conseguir sobrevivir en un mundo como éste. Se quieren y no tienen a nadie más". Y ahí reside su encanto.

Era evidente, como sabiamente me advirtieron @W0lstenholme y @frcheca, que no saldría del cine convencida de haber visto la superación de una obra maestra de la comedia (vale, sí, me vengo arriba, pero es que para nosotros tres Dos tontos muy tontos es la mejor comedia de los noventa). Sin embargo, agradezco enormemente que los Farrelly nos hayan regalado 110 minutos más en compañía de Harry y Lloyd. Nada igualará a la primera película, pero creo que ambos cineastas han defendido bastante bien una cinta por la que recibirán más críticas que elogios.

Eso sí, haceros un favor y no veáis el filme en su versión doblada al castellano, porque esas voces intrusas sí harán que lo detesteis. Y ya que estoy, ahí va otro consejo: atención a la banda sonora liderada por el grupo australiano Empire of the sun, en la que también participan Scissor Sisters, Eels o Franz Ferdinand, entre otros.

 

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