Icono ortodoxo de Santiago el Persa (Intercisus)
Disponible en 2 tamaños:
Tamaño mediano: 9 cm x 14 cm / 3,54 pulgadas x 5,51 pulgadas
Tamaño grande: 10 cm x 17 cm / 3,93 pulgadas x 6,69 pulgadas
Todos los iconos están hechos de madera MDF (madera maciza prensada). Una vez que la base se corta a medida, se somete a una preparación manual para que la superficie de la madera esté bien preparada para sostener la impresión montada.
Nuestras impresiones temáticas son réplicas de alta calidad de una jerografía original.
Finalmente, se aplican los toques finales con un color marrón oscuro alrededor de los bordes y la parte posterior del ícono.
Cada ícono se inspecciona para garantizar la calidad.
Fiesta - 27 de noviembre
Mecenazgo - torturados, vocaciones perdidas
El gran mártir Santiago el Persa nació en el siglo IV en una familia cristiana piadosa, rica e ilustre. Su esposa también era cristiana y la pareja crió a sus hijos con piedad, inspirándoles el amor por la oración y las Sagradas Escrituras. Jacobo ocupó un alto cargo en la corte del emperador persa Izdegerd (399-420) y su sucesor Barakhranes (420-438). Pero en una de las campañas militares, Jacobo, seducido por la beneficencia del emperador, temió reconocerse cristiano, por lo que ofreció sacrificios a los ídolos con el emperador.
Al enterarse de esto, la madre y la esposa de James le escribieron una carta, en la que lo reprendieron y lo instaron a arrepentirse. Al recibir la carta, Santiago se dio cuenta de la gravedad de su pecado. Ante el horror de estar separado no solo de su familia, sino también de Dios mismo, comenzó a llorar en voz alta, implorando al Señor que lo perdonara.
Sus compañeros soldados, al escucharlo orar al Señor Jesucristo, informaron esto al emperador. Al ser interrogado, Santiago confiesa valientemente su fe en el único Dios Verdadero. Ninguna cantidad de insistencia del emperador pudo hacerlo renunciar a Cristo. El emperador entonces ordenó que el santo fuera ejecutado.
Empezaron a cortarle los dedos de las manos y de los pies uno a uno, luego las manos y los pies, y luego los brazos y las piernas. Durante la prolongada tortura, Santiago ofreció oraciones de acción de gracias al Señor, que le había concedido la posibilidad de la redención de sus pecados soportando estos terribles tormentos. Finalmente, el mártir fue decapitado. Los cristianos recogieron los pedazos de su cuerpo y los enterraron con gran reverencia.